Los restos mortales del ex presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), bajo cuyo gobierno se enjuició a los jefes de la última dictadura en el llamado «Nuremberg argentino», comenzaban a ser velados el miércoles en el Congreso, en el marco de tres días de duelo declarados oficialmente.
Una multitud de millares de argentinos formó ordenadas filas frente al Palacio Legislativo, en espera de pasar por la capilla ardiente dedicada a Alfonsín, muerto el martes a causa de un cáncer, a los 82 años, en un hecho que provocó unánimes frases de reconocimiento a su compromiso democrático.
«La figura (de Alfonsín) está indisolublemente ligada a la recuperación de la democracia, luego de la dictadura más trágica que tuvimos los argentinos», afirmó la presidenta peronista Cristina Kirchner desde Londres, donde participa de la Cumbre del Grupo de los 20 (G20).
La mandataria ordenó el miércoles «poner todo el gobierno a disposición de la familia de Alfonsín», anunció el jefe de Gabinete, Sergio Massa, en la víspera del funeral en el Panteón de la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR), en La Recoleta, cementerio donde también está la tumba de Evita Perón.
Al mediodía, el ex presidente peronista liberal Carlos Menem (1989-1999), pasó por la capilla, besó la frente de su viejo adversario político y se persignó frente al ataúd con la señal de la cruz cristiana.
El extinto líder fue el mandatario de la transición democrática, al terminar el sanguinario régimen surgido del golpe de Estado de 1976, pero tuvo que renunciar cinco meses antes del plazo constitucional en 1989, en medio de una brutal hiperinflación.
Alfonsín llegó al poder al derrotar en 1983 al peronismo, hasta aquel momento invencible adversario tradicional de la UCR.
El ex presidente brasileño José Sarney (1985-90) afirmó a la TV argentina que su fallecido colega «tenía un coraje enorme, era un hombre con un gran sentimiento de la democracia».
En su apogeo, Alfonsín y Sarney sembraron la semilla del Mercosur con un acuerdo de complementación de las industrias automotrices.
«Me duele el fallecimiento de Alfonsín, era un hombre del que yo esperaba viviera más», sostuvo emocionado el ex presidente de Chile Patricio Aylwin (1990-1994).
Durante la presidencia del extinto dirigente radical, Argentina aprobó en un plebiscito el acuerdo de paz con Chile que puso fin al conflicto fronterizo en el austral canal de Beagle.
«El abrió el camino de la democracia. Lo recuerdo como una buena persona», comentó a la TV el ídolo deportivo Diego Maradona.
Centenares de partidarios radicales se concentraron a la madrugada frente al modesto apartamento que habitaba en el centro de Buenos Aires, donde encendieron cirios y aplaudieron en un emotivo adiós.
Tan fogoso y temperamental como austero en su vida republicana, sufrió un lento ocaso en su gobierno cuando pasó la euforia popular de los primeros años.
«¡Felices Pascuas, la casa está en orden!», fue la triste y famosa frase que lanzó en 1987 desde el balcón de la Casa Rosada (gobierno) al terminar una sublevación de militares ‘carapintadas’ que reivindicaban la represión dictatorial.
Pese a que millones de argentinos llenaban las plazas de toda la nación en apoyo a la democracia, Alfonsín negoció un acuerdo con los sublevados para que depusiesen las armas.
El pacto incluyó una ley de Obediencia Debida, que exculpaba a quien se amparara en haber recibido órdenes, incluso para cometer atrocidades como torturar a embarazadas, robar bebés o arrojar vivas al mar a personas desde aviones.
La agitación y el descontento social crecieron con 13 huelgas generales de la central obrera peronista CGT.
Cuando la inflación rondaba el 5.000% anual, Alfonsín le pasó anticipadamente el bastón de mando a Menem, ganador de las elecciones en 1989.
Desde entonces el viejo caudillo manejó en las sombras los hilos de la UCR y en su última aparición pública en 2008, los Kirchner (la presidenta Cristina y el ex presidente Néstor), le rindieron homenaje por su papel en democracia
Responder a esteban Javier Pernetta Cancelar la respuesta