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  • Indocumentados fuera de reforma de salud en EU

    Alrededor de siete millones de personas que no tienen un seguro médico fueron excluidas de forma explícita de la reforma del sistema de salud del presidente Barack Obama por ser inmigrantes indocumentados, según cifras oficiales.

    La cuestión de brindarles cobertura a los indocumentados era tan polémica que, al final, con la nueva ley ni siguiera podrán comprar un seguro -en las nuevas «bolsas de salud»- aunque lo paguen con su propio dinero.

    Los partidarios de reducir la inmigración creen que permitir que los inmigrantes ilegales tengan servicios de salud es un incentivo para que emigren a Estados Unidos y una carga impositiva injusta para los estadounidenses.

    Aunque la ley recién aprobada excluye a los inmigrantes indocumentados de las bolsas, no hay una manera infalible de verificar sus documentos para evitar que utilicen servicios médicos, dijo Yeh Ling-Ling, directora ejecutiva de la Alianza por un Estados Unidos Sustentable. Además, podrán utilizar los servicios de emergencia.

    «No es justo para los estadounidenses que no tienen dinero», dijo Yeh.
    Lo que está claro es que la cantidad de personas sin seguro bajará, pero los inmigrantes ilegales tendrán que seguir creando su sistema de salud propio con retazos de servicios de centros de salud, de salas de emergencia o de programas como San Francisco Sano, que ofrece atención a cualquier persona que viva en la ciudad.

    «Tenemos que ser muy creativos: no pedir análisis médicos a menos que sea esencial, trabajar con medicamentos genéricos, con las empresas farmacéuticas o con muestras de medicamentos para los inmigrantes», dijo Juan Carlos Ruvalcaba de la Clínica Sierra Vista, que atiende a inmigrantes y cobra entre 40 y 70 dólares, de acuerdo a las posibilidades económicas de los pacientes.

    Ruvalcaba fue inmigrante indocumentado, pero pudo convertirse en ciudadano estadounidense y asistió a la escuela de medicina tras una amnistía migratoria en 1986. Ahora continúa comprometido a atender a todos los pacientes, sin importar si tienen seguro ni su situación legal, pero es muy poco lo que puede hacer, dijo.

    Algunas de las personas que trabajan con esta población temen que cuando la atención de las instituciones se enfoque en darle servicios a los nuevos beneficiarios, aquellos que queden fuera del sistema serán olvidados y tendrán aún menos recursos.

    «Esto podría hacer que las cosas empeoren. Pueden decir que cubrirán a 32 millones (que no tenían seguro), pero podría haber menos cosas para aquellos grupos grandes que están aquí, que trabajan y que son parte importante de la industria del agro», dijo Norma Forbes, directora de la organización civil Fresno Healthy Communities Access Partners, que incluye a once grupos de salud del Valle Central de California, una zona rural.

    Los millones de inmigrantes ilegales no serán los únicos que se queden sin seguro. Cerca de 16 millones de estadounidenses seguirán sin cobertura, incluso si el servicio se amplía en los próximos años, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.

    Esta cifra incluye a aquellos que prefieran permanecer sin seguro, los que no saben cómo darse de alta o los que están exentos de la obligación de pagar un seguro de salud porque no pueden solventar las primas ni con subsidios.

    Por ahora, los centros comunitarios de salud, las piedras angulares del sistema de atención a las personas sin seguro, sean inmigrantes o ciudadanos estadounidenses, continuarán siendo unos de los pocos lugares donde las personas puedan ser atendidas a un bajo costo

  • Cuidado con el dinero de las farmaceuticas

    El Senado se negó el jueves a exigir más dinero al sector farmacéutico después que dos demócratas advirtieron que ello socavaría la frágil coalición política que busca reestructurar el sistema de salud a nivel nacional. En el tercer día de lentas deliberaciones del Comité de Finanzas del Senado surgió el tema clave sobre los beneficios a los jubilados adscritos al plan de salud pública (Medicare) y sus costos.

    El comité rechazó por 13 votos a favor y 10 en contra una enmienda que obligaba al sector farmacéutico a devolverle 106.000 millones de dólares al gobierno en un período de 10 años por las medicinas usadas por los beneficiarios de Medicare con bajos ingresos. Tres demócratas, Bob Menéndez, Tom Carper y el presidente del comité, Max Baucus, se unieron a los republicanos para votar en contra de la propuesta.

    Minutos antes, Menéndez y Carper advirtieron que la aprobación de la enmienda podría socavar el respaldo al proyecto de ley en general. Las empresas farmacéuticas no sólo son los principales empleadores de sus estados, sino que el sector es uno de los que dan mayor respaldo a la reforma del sistema de salud este año. La votación fue un reflejo de la influencia de este sector.

    El patrocinador de la enmienda, el demócrata Bill Nelson, deseaba usar el dinero con el fin de cubrir la brecha en la cobertura de Medicare para los fármacos que requieren receta médica, desde hace tiempo un objetivo de los demócratas. Pero ese monto hubiera sido agregado a los 80.000 millones de dólares de tarifas reducidas que el sector ya ha concedido en un acuerdo con la Casa Blanca y con Baucus. Los senadores dijeron que la Casa Blanca había cabildeado en contra de la enmienda propuesta por Nelson.

    Carper afirmó después de la votación que las empresas farmacéuticas no habían señalado que abandonarían el acuerdo si se aprobaba la enmienda, pero agrego que él lo hubiera hecho. Dijo que les hubiera dicho «váyanse a pasear». Menéndez dijo a sus colegas durante el debate que la enmienda propuesta por Nelson «podría muy bien socavar la esencia de este acuerdo» y «nos pondría en una posición que dificultaría un avance».

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