En su esfuerzo renovado por apaciguar Afganistán mediante la «realpolitik», Estados Unidos está ayudando a un antiguo archienemigo a tomar el control de un distrito fronterizo con Pakistán, una estrategia que divide a militares y expertos independientes.
El apoyo al mulá Sadiq como hombre fuerte del distrito de Kamdesh, en la parte oriental de la provincia de Nuristán, entra dentro de un plan más amplio de estabilización del país, que permita partir a las fuerzas internacionales.
Sadiq, que dice que quiere aliarse con el presidente Hamid Karzai en su lucha contra los talibanes, es un ex comandante del grupo Hizb e Islami, responsable durante años de ataques contra la coalición, las tropas afganas e incluso civiles.
Altos mandos militares apuestan por Sadiq diciendo que podría aglutinar a la población de Nuristán detrás de Karzai y convertirse en la vanguardia de un cambio de dirección en la estrategia antitalibán.
Un punto de vista que no comparten algunos responsables del Departamento de Estado, ni expertos independientes, que temen que Sadiq esté buscando una mera alianza temporal con Washington para derrotar a las facciones talibanas locales y luego convertir la zona en su coto privado.
«Sadiq se ha granjeado un amplio apoyo popular enfrentándose a los talibanes», dice el comandante Russell McCormack, responsable militar del Equipo de Reconstrucción Provincial de Nuristán.
«Es influyente, inteligente y practica la diplomacia y un islam verdadero, en lugar de la forma bárbara que profesan los talibanes», añade McCormack desde Kalagush, la única base estadounidense en Nuristán.
En un momento en que la coalición se juega su credibilidad en la amplia ofensiva desplegada en Marjah, bastión talibán del sur del país, un experto en la cultura de Nuristán dice que el optimismo en torno a un acuerdo fructífero con Sadiq revela la desesperación creciente en Washington.
«Estamos diciendo que le hemos dado la vuelta a ese hombre, y ahora está ahí intentando convencer a la gente de que abandone a los talibanes y a Al Qaida y apoye al gobierno. Tengo serias dudas sobre este plan», dice a la AFP por teléfono desde Arizona el profesor estadounidense Richard Strand, que ha visitado Nuristán regularmente desde 1967.
Estados Unidos dio su apoyo a Sadiq, jefe del consejo de Kamdesh, después de perder a ocho soldados en un ataque perpetrado en ese mismo distrito, justo cuando se estaba retirando del centro y el este de Nuristán.
«El ejército está muy contento con Sadiq, y quiere ponerlo a él y sus apoyos del lado del gobierno», explica un responsable del Departamento de Estado especializado en el este de Afganistán, que pidió el anonimato.
«¿Pero representa (Sadiq) un cambio? ¿O es simplemente un tipo inteligente que se sirve de cualquier alianza para imponerse a sus enemigos, los talibanes locales, y que luego hará lo que le dé la gana?», se pregunta.
A cambio de su ayuda, Sadiq ha pedido el derecho de nombrar a los jefes de la policía y los administradores locales, según ese responsable.
«El ejército ve al mulá Sadiq como la voz del pueblo, pero en realidad es el señor de guerra local, y si nombra a mandos de la policía y a funcionarios, esa gente tendrá una deuda con él», añade.
Como parte de la nueva política, el ejército estadounidense no tiene una presencia permanente en el centro y el este de la provincia, sino que está concentrado en las carreteras que acceden a Nuristán desde las ciudades del sur.
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EU contacta a ex enemigo en Afganistan
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Policias matan 7 jovenes afganos
La policía afgana mató a siete jóvenes al confundirlos con insurgentes, informó la policía de ese país
El incidente ocurrió en la provincia de Kandahar, en el sur del país, cerca de la frontera con Pakistán.
Martin Patience, corresponsal de la BBC en Kabul, informa que los hombres estaban recogiendo leña cuando la policía comenzó a dispararles al creer que eran insurgentes.
Seis policías implicados están detenidos y siendo interrogados.
El hecho ocurrió durante la noche en el pueblo de Spin Boldak, ubicado en un área que sirve de entrada a militantes talibanes paquistaníes para infiltrarse en Afganistán y realizar ataques contra miembros del gobierno y fuerzas internacionales.
La muerte de civiles es un tema delicado en Afganistán. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), el año pasado más de 2.400 civiles murieron en combates entre las autoridades y los grupos armados.
De acuerdo con la ONU, el 70% de esas muertes fueron producto de ataques del Talibán, pero muchos afganos creen que esos civiles no habrían muerto si las tropas extranjeras no estuvieran en el país.
El presidente Hamid Karzai ha advertido varias veces que la muerte de civiles perjudica el apoyo popular a su administración y a la presencia militar de Estados Unidos en el país
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Taliban gobierna en las sombras
Cuando el cadáver acribillado a balazos de Anwarai fue encontrado cerca de Muqur, en el sur de Afganistán, «los habitantes estaban contentos», sostiene Fazal Haq.
Anwarai había sido condenado por un «juez» que dependía del «gobierno fantasma» de los talibanes.
«Anwarai tenía 35 años y aguardaba en la carretera, donde robaba a las personas que regresaban de la ciudad con sus compras», señaló Fazal Haq, un habitante de Muqur de 22 años, interrogado por teléfono.
Pero hace cuatro meses, Anwarai robó la moto de un talibán. Más tarde fue encontrado, asesinado de dos balazos en el pecho y uno en la cabeza, junto a una carretera.
«Antes, los talibanes hacían justicia lejos de la ciudad y se ocultaban. Ahora están a menos de 3 km de Muqur y los habitantes vienen a verlos para que resuelvan sus problemas», explica Fazal.
La historia de este ladrón insignificante ilustra un problema que no es nuevo, pero que está cobrando magnitud mientras la insurrección gana terreno. En la mayoría de las provincias, los talibanes disponen de un «gobernador», de «jueces» y de «jefes de policía» que dirigen la vida de los habitantes.
«Los talibanes tienen un gobierno fantasma en 33 de las 34 provincias del país», asegura un alto responsable de la inteligencia militar de la OTAN en Kabul. A nivel nacional, su jefe, el mulá Mohammad Omar, «tiene un gobierno preparado para tomar el poder, con ministros designados» el día que caiga el gabinete del presidente Hamid Karzai, según esta fuente, que está preocupada por «la expansión» de la insurrección.
«Hay un gobierno talibán fantasma, estructuras talibanes, y es cierto que la población se dirige a ellos», reconoce Jalid Pashtoon, diputado de la provincia de Kandahar, un bastión talibán.
«Sus gobernadores participaban en el régimen de los talibanes antes de su caída en 2001. Son jóvenes, dinámicos, resueltos e influyentes. Y los habitantes vienen a verlos porque imparten una justicia expeditiva, considerada más eficaz que la justicia común», explicó a la AFP este diputado, que apoya a Hamid Karzai.
«Nuestro gobierno está minado por la corrupción y no hace su trabajo, los habitantes se alejan de él y piden el arbitraje de los talibanes», agregó.
«Nosotros tenemos gobernadores, responsables de distritos, una corte militar para cada provincia y una corte civil para resolver los problemas cotidianos», confirmó Yusuf Ahmadi, un portavoz del comando talibán, al ser interrogado por teléfono.
Los jueces talibanes hacen justicia ya se trate de disputas entre vecinos, robos o matrimonios mal arreglados.
«No es necesario cortar una mano en el caso de un robo o lapidar a personas que se dedicaron al sexo fuera de los vínculos del matrimonio», afirma el responsable talibán del distrito de Archi, en la provincia de Kunduz.
«Los que deben ser castigados son golpeados o detenidos en las casas de los jefes de las tribus», aclara.
Un habitante de la provincia de Kandahar (sur), Mohammad Jan, destaca que de todas maneras, los habitantes no tienen alternativa. «Ellos tienen miedo de las represalias si piden ayuda a la policía o a la justicia. Los talibanes controlan la región y no se puede hacer nada», se lamenta