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  • Si el derrame fuera por Brasil, menudo escandalo

    El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó que si Brasil hubiese sido el responsable por el vertido de petróleo en el Golfo de México ya habría sido objeto de numerosas críticas por parte de los países desarrollados.

    «Me parece gracioso cómo la prensa trata una cosas de esas. Imaginen el escándalo que el mundo desarrollado habría hecho contra nosotros si hubiese sido la (petrolera brasileña) Petrobras o si hubiese sido aquí en la Bahía de Guanabara (frente al puerto de Río de Janeiro)», afirmó el gobernante en el discurso que pronunció en un acto público.

    Petrobras, que también opera en el Golfo de México, extrae más del 90% del petróleo brasileño de áreas marinas y es una de las empresas con más tecnología en el mundo en operaciones en aguas profundas.

    La petrolera estatal brasileña fue responsable en enero de 2000 de un derrame de cerca de mil 292 toneladas de crudo en la Bahía de Guanabara, que provocó una grave tragedia ambiental en Río de Janeiro y dejó sin sustento a miles de pescadores.

    El accidente fue causado por la ruptura de una tubería submarina que alimentaba la refinería de Duque de Caxias, que Petrobras opera en las afueras de Río de Janeiro.

    El vertido fue considerado en la época como la mayor tragedia ambiental en muchos años en Brasil y convirtió a Petrobras en blanco de numerosas críticas nacionales e internacionales.

    El derrame de crudo en el Golfo de México, que comenzó en abril sin que hasta ahora haya previsiones de cuándo podrá ser detenido, es de responsabilidad de la petrolera British Petroleum (BP).

    Las autoridades estadounidenses ya lo calificaron como «posiblemente el peor desastre ecológico» en la historia del país.

    Los especialistas calculan que la fuga de crudo del pozo de BP alcanza entre los 12 mil y los 19 mil barriles diarios

  • Lula va inclinandose ahora, por la reeleccion

    El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, reelegido en 2006 pese a que siempre se opuso a un segundo mandato, dijo en una entrevista publicada hoy que ahora apoya la reelección, pues cuatro años de Gobierno «es muy poco».

    Ese cambio de opinión, según dijo al diario Correio Braziliense, es porque en los poco más de siete años que tiene en el poder ha comprendido las «dificultades» burocráticas que existen en el país para poner en marcha cualquier proyecto.

    «Para hacer una obra estructural en este país, uno tiene que hacer el proyecto básico, conseguir la licencia ambiental, ganar en la Justicia, y cuando empieza a estar todo listo ya se acaba el mandato», explicó.

    La declaración de Lula coincide con una opinión diferente que fue expresada esta semana por el candidato presidencial de la oposición, el socialdemócrata José Serra, quien dijo que, en caso de ganar las elecciones de octubre próximo, promoverá el fin de la reelección y la extensión del mandato de cuatro a cinco años.

    Lula recordó que el período presidencial en Brasil era de cinco años sin reelección hasta 1996, cuando el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, correligionario de Serra, impulsó una ley que lo redujo a cuatro años, con la posibilidad de que el mandatario sea reelegido una vez.

    Según Lula, el cambio se debió a que la actual oposición «temía» una posible victoria suya en los comicios de 1998, en los que finalmente fue reelegido Cardoso.

    Sobre las elecciones de octubre próximo, insistió en que la ex ministra Dilma Rousseff, a quien escogió a dedo como candidata presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), «tiene todas las de ganar», pese a que las últimas encuestas la sitúan diez puntos porcentuales por debajo de Serra en las preferencias del electorado.

    «El mismo pueblo que me da un voto de confianza hace siete años le dará un voto de confianza a Dilma», afirmó el mandatario, quien reiteró que se involucrará personalmente en la campaña de Rousseff

  • Arranca el Foro de Davos

    Líderes políticos, económicos y empresariales de todo el mundo abren el miércoles la 40 edición del Foro de Davos en plena pulseada por la aplicación de una reforma financiera y una mayor regulación bancaria, dos de los grandes ejes de debate de la reactivación tras la crisis.

    La tragedia de Haití, la amenazante crisis «social» que se avecina con la explosión del desempleo y los temores por la economía china son otros de los ejes del Foro Económico Mundial (WEF) que se celebrará hasta el domingo en la exclusiva estación de esquí del este de Suiza.

    Unos 30 jefes de Estados han anunciado su participación, entre ellos el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, quien recibirá el viernes un premio especial al «estadista global», creado por el Foro de Davos para su 40 edición, por su «compromiso» que ha ido de la mano con «un crecimiento económico integrador y de justicia social», según indicó el WEF

    El jefe de Estado francés Nicolas Sarkozy pronunciará el discurso inaugural, una ocasión que seguramente no desaprovechará para martillar con la cuestión de una mayor regulación financiera, uno de caballitos de batalla desde la crisis.

    Este tema, en discusión en el G20 de potencias industrializadas y emergentes desde abril del año pasado, volvió a los primeros planos tras el anuncio del presidente norteamericano Barack Obama días atrás de medidas destinadas a limitar el tamaño de los bancos y sus actividades especulativas.

    «Es necesario hacer que las reformas necesarias continúen», afirmó de su lado el fundador del WEF, el profesor Klaus Schwab, para quien «algo fundamental no funciona» en el sector financiero.

    Pero la tarea no será sencilla, ya que los numerosos banqueros esperados en Davos (Deutsche Bank, UBS, Credit Suisse, Société Générale, Morgan Stanley) aprovecharán la ocasión para exigir a los dirigentes políticos que revisen a la baja sus ambiciones de reformas.

    Los analistas esperan una fuerte lobby del sector bancario, que este año volvió a las costumbres de las primas a pesar del enojo que provoca esta cuestión en una opinión pública que sigue viendo al excesivo riesgo asumido por los banqueros como uno de los grandes responsables de la crisis.

    El Foro, que se jacta de invitar a muchos representantes de la sociedad civil, también tendría que ocuparse de la «crisis social» que amenaza con explotar en 2010, según el propio WEF, con presupuestos gubernamentales bajo presión y un desempleo en fuerte alza.

    Los organizadores incluyeron a último momento una sesión plenaria especial centrada en la reconstrucción de Haití, tras el violento sismo que mató a por lo menos 150.000 personas y destruyó las pocas infraestructuras que tenía uno de los países más pobres del mundo.

    «Haití estará en primera línea de las discusiones», en presencia del ex presidente estadounidense Bill Clinton, designado emisario especial de la ONU para el país caribeño, anunció la semana pasada Schwab.

    El objetivo es lanzar una iniciativa para que el mundo de los negocios se comprometa en la reconstrucción de Haití.

    Del lado iberoamericano, además de Lula se espera la presencia, entre otros, y del presidente mexicano Felipe Calderón y del colombiano Alvaro Uribe, así como del jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo país ejerce actualmente la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE).

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