El Ministerio de Asuntos Exteriores español apoyó este miércoles la declaración emitida el fin de semana por el Gobierno argentino instando a Reino Unido a buscar una solución a la disputa sobre la soberanía de las Islas Malvinas, y mostró su deseo de solucionar las diferencias con Londres sobre Gibraltar.
El Ministerio de Asuntos Exteriores comparte el llamado efectuado por Argentina «para encontrar con el Reino Unido una solución pacífica y duradera a través de negociaciones bilaterales a la disputa de soberanía entre los dos países sobre las Islas Malvinas», indicó en un comunicado.
El nuevo Gobierno argentino pidió el domingo a Londres iniciar un diálogo para solucionar el tema de las islas Malvinas.
Argentina reclama abrir negociaciones bilaterales por la soberanía del archipiélago austral, a lo que se niega el Reino Unido.
En 1982, tropas de la dictadura militar argentina (1976-1983) tomaron por asalto las islas, ocupadas por fuerzas británicas desde 1833. Se inició una guerra que duró 74 días y culminó con la victoria británica. En el conflicto armado murieron 255 británicos y 648 argentinos.
En 2013, casi la totalidad de los 3.000 habitantes de las Malvinas, ubicadas a 400 kilómetros de las costas argentinas, se manifestaron en un referéndum a favor de seguir bajo soberanía británica.
En el comunicado del miércoles, el ministerio español también expresa su voluntad de entablar negociaciones para resolver las diferencias con el Reino Unido sobre la soberanía de Gibraltar, un pequeño territorio británico habitado por 30.000 personas en el extremo meridional de la península Ibérica.
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España apoya declaración argentina para Malvinas
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Ni tanto petroleo hay en las malvinas
Casi a la mitad de su valor se desplomaron las acciones de la empresa Desire Petroleum, luego de que el taladrado de un pozo en su labor prospectiva en la costa de las islas Malvinas o Falklands resultara decepcionante: el crudo podría no ser económicamente viable.
Los títulos de otras compañías que operan en el archipiélago también registraron una caída, en medio de temores de que las reservas en toda la zona resulten menores de las esperadas.
El pozo es el primero que se perfora cerca de las islas en una década, lo que desató una rencilla diplomática entre el Reino Unido y Argentina, país que ha renovado su reclamo de soberanía sobre las islas.
En un anuncio para el mercado bursátil, Desire Petroleum precisó que los resultados iniciales del pozo Liz14/19-1, al norte del archipiélago, indicaban que las cantidades de petróleo podían ser pequeñas y de escasa calidad.
Como consecuencia, las acciones de la compañía cayeron un 48,5% en las transacciones matinales.
Sin embargo, Desire Petroleum dijo que planeaba dar más detalles sobre la prospección hacia el fin de semana. Es posible que la empresa necesite perforar más profundamente para encontrar mayores cantidades y mejor calidad de crudo.
Hasta que no se lleven a cabo más pruebas «no será posible determinar la significación de los hidrocarburos encontrados ni si el pozo necesita un perforado de mayor profundidad, o si se deben suspender la pruebas o volver a taparlo y abandonarlo todo», dijo la compañía.
Otras dos compañías que perforan en el área son Rockhopper y Falkland Oil and Gas, cuyas acciones cayeron en 26 y 11.4%, respectivamente. Rockhopper tiene un 7,5% de inversión en el pozo Liz.
A pesar del decepcionante anuncio de Desire, Alan Sinclair, analista de Seymour Peirce, señaló que en la caída de las acciones se había registrado una exageración.
«Mientras el mercado puede haber estado a la espera de resultados irrefutables de las pruebas, cabe recordar que éste es el primero de una potencial perforación de un programa de seis pozos por parte de Desire», apuntó.
El comienzo de las perforaciones alrededor de las islas Falklands o Malvinas, el mes pasado, motivó una furiosa respuesta de Argentina, país que reclama soberanía sobre las islas.
Argentina amenzazó con tomar «medidas adecuadas» para detender la prospección petrolera en las aguas que circundan las islas Malvinas Falklands y está en busca de apoyo por parte de países latinoamericanos.
El ministro de Defensa del reino Unido, Bill Rammell, dijo que el gobierno tenía «un derecho legítimo» a construir una industria petrolera en esas aguas.
Cerca de unas 9000 toneladas de equipo han sido estibadas en la bahía de Aberdeen con destino a las Malvinas Falklands
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Guerra verbal entre Argentina y ReinoUnido
Un fuego cruzado de comunicados enfrenta a Londres y Buenos Aires 28 años después de la guerra de las Malvinas y esta vez a la histórica rivalidad por la soberanía del archipiélago se suma una cuestión económica clave, el petróleo del Atlántico Sur.
Paradójicamente, a pesar de esta nueva dimensión económica, no habrá una segunda guerra de las Malvinas/Falklands, aseguran diplomáticos y analistas.
«No veo que la retórica pueda degenerar en otro conflicto», aseguró a la AFP Michael Codner, director de ciencias militares en el instituto Rusi de Londres.
¿La razón? «Londres, que tenía en 1982 un puñado de Marines en las Falklands (nombre británico de las Malvinas) dispone hoy de una presencia mucho más importante con una guarnición y una fuerza disuasiva en tierra, mar y aire», agregó.
Además, «cuando el dinero empiece a afluir, Gran Bretaña, las Falklands, Argentina, todo el mundo se beneficiará», predijo el Daily Telegraph.
«Orgullo imperial» (The Guardian), «Aguas turbulentas» (The Times), «Diplomacia a la moda de las Falklands» (Daily Telegraph), escriben los editorialistas británicos cuando la plataforma off-shore «Ocean Guardian» llega a la zona, situada a 160 km al norte del archipiélago de 3.000 habitantes, 1.000 soldados británicos, 500.000 corderos e impresionantes colonias de focas y leones marinos.
«Las perforaciones empezarán según lo previsto, si la meteorología lo permite», afirmó el viernes la asamblea legislativa de las Malvinas, en un comunicado publicado en portada del Penguin News, el semanario local.
«Similitudes en el contexto de un lado y otro, a 28 años de intervalo, incitan al nacionalismos, pero aquí termina la analogía», señala un diplomático europeo en Londres.
En 1982, las tropas argentinas invadieron las Malvinas para tratar de resolver los problemas de un régimen agonizante. La aventura fue fatal para la dictadura militar (1976-1983). En cuanto a la «dama de hierro», Margaret Thatcher, hundida en los sondeos, reconquistó el archipiélago y logró un tercer mandato, al final de una guerra de 74 días que dejó 649 argentinos y 255 británicos muertos.
En este comienzo de 2010, el gobierno de Cristina Kirchner tiene problemas económicos y políticos al acercarse el 200 aniversario del primer paso hacia la independencia de su país, mientras que el primer ministro británico Gordon Brown debería según todas las encuestas ser desalojado de Downing Street en las próximas elecciones.
Sin embargo, cuando el vicecanciller argentino Victorio Taccetti denuncia la decisión «unilateral e ilegítima» británica de explotar recursos naturales argentinos, precisa que defenderá su causa «por medios pacíficos» ante la ONU.
«Lo bélico está excluido de nuestro horizonte», insistió Taccetti este viernes.
Y cuando el Foreign Office británico afirma el carácter inalienable de la soberanía británica sobre las islas desde 1833, y reivindica la legitimidad de las perforaciones, lo hace elogiando la excelente cooperación anglo-argentina en numerosos ámbitos.
Una primera campaña de perforación, en 1998, en seis pozos diseminados por una zona del tamaño de la mitad del estado de Texas, confirmó la presencia de petróleo, pero su explotación no parecía rentable. Doce años más tarde, la multiplicación por siete del precio del barril y los progresos técnicos cambian totalmente la situación.
Según la Sociedad Geológica Británica, las reservas en torno a las Malvinas podrían alcanzar los 60.000 millones de barriles, o el equivalente del yacimiento del mar del Norte que contribuyó a 25 años de prosperidad en el Reino Unido.
El archipiélago obtiene hoy 60% de sus ingresos de la pesca, pero para quienes lo ven ya transformado en un mini Dubái, Juanita Brock, de la agencia de noticias Falklands Island News Network (FINN) escribe: «Pretender que cada habitante de las Malvinas será un millonario es totalmente utópico».
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Muere Raul Alfonsin
Raúl Ricardo Alfonsín (Chascomús, Buenos Aires, 12 de marzo de 1927 â?? Buenos Aires, 31 de marzo de 2009)[1] fue un abogado, político, estadista y promotor de los derechos humanos argentino. Fue concejal, diputado provincial, diputado nacional, senador nacional y Presidente Constitucional de la Nación Argentina desde 1983 hasta 1989
Fue el mayor de los 6 hijos de Raúl Serafín Alfonsín y Ana María Foulkes. Su padre era un reconocido comerciante minorista radicado en Chascomús, una pequeña ciudad de entorno agrícola-ganadero a 120 kilómetros de Buenos Aires. Descendiente de españoles por su padre – su abuelo paterno era un inmigrante gallego republicano – y de alemanes por parte de su madre.
Realizó sus estudios primarios en la Escuela Normal Regional de Chascomús y los estudios secundarios en el Liceo Militar General San Martín, de donde egresó con el grado de subteniente de reserva. Tuvo como compañeros de clase a Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Rafael Videla.
Estudió Ciencias Jurídicas en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata recibiéndose de abogado en 1950.
En 1949 se casó con María Lorenza Barreneche (n:1926) con quien tuvo 6 hijos:
* Raúl Felipe Alfonsín (n. 1949)
* Ana María Alfonsín (n. 1950)
* Ricardo Luis Alfonsín (n. 1952)
* Marcela Alfonsín (n. 1953)
* María Ines Alfonsín (n. 1954)
* Javier Ignacio Alfonsín (n. 1956)En 1950 comenzó su actuación política en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la Unión Cívica Radical, en Chascomús, donde participó de la fundación del diario «El Imparcial».
En 1954 fue elegido concejal en Chascomús, y al año siguiente fue encarcelado por la Revolución Libertadora. En 1958 fue electo diputado provincial en la Provincia de Buenos Aires y diputado nacional durante el gobierno radical de Arturo Illia entre 1963 y 1966, en el cual fue vicepresidente del Bloque de Diputados Nacionales de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Finalmente, en 1965 fue elegido presidente del Comité Provincia de Buenos Aires de la UCRP.
El 17 de noviembre de 1966 durante la dictadura militar del general Juan Carlos Onganía fue detenido por un breve tiempo, por haber reabierto el Comité de la Provincia
A partir de la dictadura militar de tipo permanente que instaló Onganía, Alfonsín estrechó sus contactos con los sectores de centro-izquierda, como el socialismo dirigido por su amigo Guillermo Estévez Boero, y comenzó a desarrollar, desde la Provincia de Buenos Aires, un pensamiento socialdemócrata dentro del radicalismo que tendría un considerable impacto en la juventud. En aquel primer núcleo alfonsinista se encontraban Bernardo Grinspun, Roque Carranza, Germán López, Raúl Borrás, entre otros.
Con la política prohibida y una situación internacional conflictiva, la juventud progresista argentina se vio frente a la opción concreta de sumarse a la lucha armada. Alfonsín rechazó expresamente la lucha armada como camino de progreso social, que adoptaron por entonces algunos grupos católicos, nacionalistas, peronistas y de izquierda, para ofrecer a un amplio sector de la juventud un canal pacífico de militancia de centro-izquierda. El alfonsinismo apoyó la consigna â??Elecciones libres y sin proscripcionesâ?, como alternativa a â??Ni golpe ni elección: revoluciónâ?. La actividad política vedada obligó a Alfonsín a expresar su oposición a la dictadura y difundir sus argumentos a través de su actividad periodística: fue columnista de la revista Inédito de Mario Monteverde y escribió artículos en otros semanarios bajo el seudónimo de Alfonso Carrido Lura. Entre 1971 y 1972, los jóvenes radicales de la Junta Coordinadora Nacional y Franja Morada, que habían mantenido una militancia activa contra la dictadura miliar, comienzan a acercarse a Raúl Alfonsín.[4] Entre aquellos jóvenes radicales se encontraban Luis Cáceres, Sergio Karakachoff, Federico Storani, Leopoldo Moreau, Marcelo Stubrin, Adolfo Stubrin, Enrique Nosiglia, Facundo Suárez Lastra, Gabriel Martínez, Carlos Muiño, entre otros.
De este modo el alfonsinismo comenzó a definirse como línea interna progresista frente al balbinismo-unionismo que expresaban una actitud conservadora dentro de la Unión Cívica Radical.
En septiembre de 1972, en Rosario, se creó el Movimiento Renovador Nacional, reclamando un programa de carácter nacional, popular, democrático y liberador, y proclamando a Raúl Alfonsín como precandidato presidencial en las internas de la UCR. En las elecciones internas se impuso el balbinismo-unionismo, en tanto que el alfonsinismo obtuvo la minoría, por haber alcanzado más del 25%.
En 1973, la Unión Cívica Radical perdió las elecciones ante Juan Domingo Perón; Raúl Alfonsín resultó electo, una vez más, diputado nacional. Poco después, en mayo, Alfonsín amplió la extensión del sector que conducía para crear el Movimiento de Renovación y Cambio, con una posición sumamente crítica a la estrategia de unidad nacional del balbinismo, en contra de todo acuerdo con el peronismo, y un programa de izquierda socialdemócrata que proponía la reforma agraria, una nueva reforma universitaria, la democratización del sindicalismo y el establecimiento de una democracia social
El 18 de diciembre de 1975, tres meses antes del golpe militar que dio inicio a la dictadura conocida como Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), Alfonsín fue una de las personalidades que fundaron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).
Esta asociación fue la primera creada en Argentina para hacer frente a las violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos que en aquella época comenzaron con la actividad de la denominada AAA. Su primera reunión se llevó a cabo durante el mes de diciembre de 1975 en la Casa de Ejercicios Espirituales que dependía de la Iglesia de la Santa Cruz y fue convocada por Rosa Pantaleón (fallecida el 7 de marzo de 1997) y asistieron: el obispo de Neuquén don Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, el obispo Carlos Gatinoni, la doctora Alicia Moreau de Justo, Raúl Alfonsín, Oscar Alende, Susana Pérez Gallart, Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo. [5]
La APDH desempeñó un importante papel de defensa de los derechos humanos durante la dictadura militar, luego apoyó el trabajo de la CONADEP y finalmente luchó contra la impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional, parte de cuya responsabilidad fue del propio Alfonsín, cuando fue presidente.
Durante la dictadura militar, Alfonsín puso gratuitamente su servicio de abogado para defender opositores y presentar hábeas corpus por los detenidos-desaparecidos, actividad que por sí misma solía significar la muerte.
Realizó varios viajes a América Latina, los Estados Unidos, Asia, la Unión Soviética y Europa, donde frecuentó a los dirigentes de la Internacional Socialista (IS), denunciando la masiva violación de derechos humanos que se estaba produciendo en Argentina.
En 1976 fundó y dirigió la revista Propuesta y Control, única revista política opositora en aquellos primeros años del gobierno militar
En 1982, ante la Guerra de las Malvinas, Alfonsín, asesorado por un grupo de intelectuales como Jorge Roulet, Dante Caputo y Jorge Sábato, fue uno de los pocos políticos argentinos que se opuso a la acción militar en las islas Malvinas y sostuvo que su finalidad era lograr el fortalecimiento de la dictadura. Exigió al gobierno militar que proveyera información verídica sobre la marcha del conflicto.
Este mismo grupo influyó en la decisión de Alfonsín en promover la caída de la Junta de Comandantes encabezada por Galtieri, proponiendo que asumiera un gobierno civil de unidad nacional conducido por el ex presidente Arturo Illia con el fin de proceder a la democratización
Desde fines de 1982, una vez abierto el proceso de transición a la democracia, bajo la presidencia del general Bignone, Alfonsín se convirtió, primero en presidente Universal de la Unión Cívica Radical al imponerse el Movimiento de Renovación y Cambio en las elecciones internas partidarias. Poco después fue nominado candidato a presidente de la Nación, cuando el otro precandidato radical, Fernando de la Rúa, declinó su candidatura ante el amplio apoyo que estaba recibiendo Alfonsín en todo el país. Como candidato a vicepresidente fue nominado Víctor H. Martínez.
Los dos principales candidatos presidenciales eran el peronista ítalo Lúder por el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y el radical Raúl Alfonsín, por la Unión Cívica Radical (UCR). Existía entonces un generalizado sentimiento de que el peronismo sería un claro ganador, incluso entre los propios dirigentes radicales.[7]
La campaña electoral de Alfonsín se caracterizó por renovar los canales de la comunicación política en Argentina. Ocho meses antes de la elección, Alfonsín contrató al publicista David Ratto para dirigir su campaña. Por entonces los partidos políticos argentinos solían restar importancia a la publicidad como método para lograr adhesión electoral y solía ser realizada por los propios dirigentes políticos. El equipo publicitario decidió personalizar la campaña, centrándola en la imagen del candidato y destacando sus cualidades naturales. Varios lemas tuvieron impacto masivo, como la frase â??Ahora Alfonsínâ?, o la imagen de un escudo con los colores de la bandera argentina y las iniciales «RA», correspondientes tanto a Raúl Alfonsín como a República Argentina. También fue importante el â??saludo de Alfonsínâ?, con la forma de un â??abrazo a la distanciaâ?, que surgió del gesto que el propio Alfonsín tuvo en un acto en el Luna Park el 7 de diciembre de 1982.[8]
Un momento clave de la campaña electoral fue la denuncia de un pacto entre la cúpula de las fuerzas armadas y la dirigencia sindical para no juzgar los crímenes cometidos por estos, lo que tuvo repercusión en el mundo
La campaña electoral de Alfonsín buscó sobre todo transmitir una imagen de paz, evitando cuidadosamente todo conflicto, gestos de violencia en los actos, discursos agresivos, etc. Para acentuar la importancia de su mensaje democrático eligió para cerrar sus discursos en los actos el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Las elecciones se realizaron el 30 de octubre de 1983 y Alfonsín triunfó obteniendo el 51,7% de los votos frente al 40,1% del peronismo
El gobierno de Alfonsín debió enfrentar el problema de la transición a la democracia en un país con una larga tradición de gobiernos militares que había llegado al terrorismo de estado y la guerra.
El 15 de diciembre de 1983 Alfonsín sancionó los decretos 157/83 y 158/83. Por el primero se ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros; por el segundo se ordenaba procesar a las tres juntas militares que dirigieron el país desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976 hasta la Guerra de las Malvinas. El mismo día creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), integrada por personalidades independientes como Ernesto Sábato, Magdalena Ruiz Guiñazú, Graciela Fernández Meijide, entre otros, con la misión de relevar, documentar y registrar casos y pruebas de violaciones de derechos humanos, para fundar el juicio a las juntas militares.
También el 15 de diciembre Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley declarando nula la llamada ley de auto-amnistía Nº 22.924 dictada por el gobierno militar. Una semana después el proyecto fue sancionado como Ley Nº 23.040, la primera ley de la nueva etapa democrática.
El 20 de septiembre de 1984 la CONADEP produjo su famoso informe titulado Nunca Más y concurre a entregarlo al presidente Alfonsín acompañada de una multitud de 70.000 personas.[10] El 4 de octubre de 1984 la Cámara Federal (tribunal civil) toma la decisión de desplazar al tribunal militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse cargo directamente del juicio. Los fiscales fueron Julio César Strassera y Luis Gabriel Moreno Ocampo. El juicio se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos. El 9 de diciembre se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera a reclusión perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Por las características que tuvo, la condena a las juntas militares realizada por un gobierno democrático constituyó un hecho sin precedentes en el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica
El gobierno de Alfonsín estuvo permanentemente amenazado por sectores de las Fuerzas Armadas que se negaban a aceptar el enjuiciamiento por violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar anterior. Para intentar mantener bajo control el descontento en las Fuerzas Armadas, en 1986 Alfonsín debió intervenir personalmente para que el Congreso sancionara la Ley de Punto Final imponiendo un plazo de 60 días para procesar a acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar.
La Ley de Punto Final no fue suficiente y en la Semana Santa de 1987 se produjo una gran rebelión militar compuesta mayoritariamente por jóvenes oficiales que se denominaron â??carapintadasâ? dirigidos por el teniente coronel Aldo Rico. Al mismo tiempo que los jefes militares demostraban que no estaban dispuestos a obedecer las órdenes del presidente Alfonsín y reprimir la insurrección. Millones de personas salieron a las calles para oponerse al alzamiento militar y la CGT declaró la huelga general en defensa del gobierno constitucional. Durante varios días el país estuvo al borde de la guerra civil. Alfonsín, anunció al público reunido en la Plaza de Mayo, desde la Casa de Gobierno, el envío de tropas leales para exigir a los rebeldes que depusieran su actitud. Poco después habría de darse cuenta que esas tropas, en los hechos, no existían. Ni una sola de las unidades convocadas en la Capital Federal, y zonas adyacentes, respondió a esa orden. Sólo el General Ernesto Alais se mostró dispuesto a actuar, desde su guarnición en la provincia de Corrientes, y así avanzó con sus tropas hacia Campo de Mayo. A pesar de ello, al llegar esas fuerzas a Zárate, en la provincia de Buenos Aires, los oficiales de rango intermedio detuvieron su marcha e hicieron conocer su decisión de no avanzar contra sus compañeros.[11] El propio Alfonsín ha revelado luego que, fuera de quicio, quiso marchar encabezando a la multitud a Campo de Mayo, donde se encontraban los militares insurrectos, pero que finalmente no lo hizo para evitar la guerra civil.[12]
En vez de ello, Alfonsín concurrió personalmente a Campo de Mayo a reducir a los insurrectos. Horas después anunció, que los amotinados habían depuesto su actitud, en lo que aparentemente había sido una victoria sin concesiones del gobierno democrático. Poco después se haría evidente que este pretendido triunfo no había sido tal. Fue el sábado 30 de abril cuando Alfonsín así lo comunicó en un discurso a la población congregada en Plaza de Mayo donde utilizó una frase que se hizo histórica (con sentido negativo): â??La casa está en orden, felices Pascuasâ?.[13] Alfonsín, sin poder militar para detener el golpe de Estado, negoció con los líderes militares «carapintadas» la garantía de que no habría nuevos juicios contra militares por violación de derechos humanos. Esas medidas se concretaron en la ley de Obediencia Debida y el reemplazo del general Héctor Ríos Ereñú por el general José Dante Caridi, al mando del Ejército argentino. Este último, desde su cargo, comenzaría a defender públicamente la dictadura y la guerra sucia.[14] Desde entonces Alfonsín debió enfrentar otras dos insurrecciones militares durante 1988 (18 de enero y 1 de diciembre) y un permanente estado de insubordinación de las Fuerzas Armadas.
Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron objetos de fuertes cuestionamientos por parte de las organizaciones de derechos humanos, el movimiento estudiantil, y las fuerzas políticas progresistas, incluidos sectores internos del radicalismo como la Juventud Radical y su brazo universitario Franja Morada. Con posterioridad, ambas leyes y los indultos a los jefes militares y guerrilleros ya condenados, concedidos por el presidente Carlos Menem en 1989, fueron conocidas como las leyes de impunidad, y serían derogadas por el Congreso Nacional en 2003. El propio Alfonsín apoyó la nulidad de las leyes, aunque aclaró que le correspondía a la Corte Suprema hacerlo, y no al Congreso.[15]
Quienes justifican las decisiones que tomó para detener los juicios contra las personas acusadas de cometer delitos contra la humanidad, sostienen que en aquel momento las Fuerzas Armadas no obedecían las órdenes del presidente y que no existía poder para reprimir las insurrecciones militares, lo que hubiera llevado a un sangriento golpe de Estado y eventualmente a una más sangrienta guerra civil.[16]
Alfonsín se ha referido con posterioridad abiertamente sobre esta cuestión diciendo:
«Las medidas que nosotros tomamos, que lo hicimos con un criterio de racionalidad, no se compadecían con lo emocional del pueblo en ese momento. De modo que fue algo que se vio como una enorme frustración, en general, por todos los argentinos. Acompañado por todas las organizaciones de derechos humanos y sobre todo por los partidos políticos opositores. De modo tal que cuando Menem, posteriormente, realiza el indulto se creyó que era mucho menos grave que lo que yo había hecho. Que por otra parte no era sino cumplir con lo que había señalado durante la campaña: la responsabilidad principal es de los que mandan, la segunda de los que se han excedido en el cumplimiento de las órdenes y la tercera, los que en ese marco de terror que había, creyeron en la legitimidad de la orden impartida. Entonces, sobre esos yo no quería que recayera la pena»
Más allá de las especulaciones, lo cierto es que la Semana Santa de 1987 constituyó un punto de inflexión para la popularidad de Alfonsín, que se reflejaría en la derrota de la Unión Cívica Radical en las elecciones para gobernadores y parlamentarias de ese año. Pero también es cierto que Alfonsín logró entregar su mandato a otro presidente civil, de otro partido político, hecho que no sucedía desde 1916, y que desde su asunción en 1983, Argentina inició el más extenso período democrático de su historia.
Gobierno
El gobierno de Alfonsín tenía detrás de sí una fuerza nueva: la civilidad que había votado su propuesta de construir un Estado de Derecho, al cual los poderes corporativos (FF.AA., Iglesia y Sindicatos) deberían someterse y consolidar un sistema político que resolviera los conflictos de una manera pacífica, ordenada, transparente y equitativa. La civilidad vivió la euforia y la ilusión de que la democracia por si sola resolvería los problemas económicos y sociales imponiéndose pacíficamente a los poderosos intereses establecidos que se le oponían. El gobierno en su diagnóstico de la crisis consideró que los problemas económicos eran menos significativos que los políticos: lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los modos auténticos de representación de la voluntad ciudadana: se propendió a la libertad de expresión, a la libertad de opinión, se buscó una sociedad de participación, el pluralismo y el rechazo de los dogmatismos. Se realizó un programa de alfabetización masiva, el congreso pedagógico, la eliminación de la censura en las actividades artísticas. Hubo profundas transformaciones en la universidad y en el sistema científico. Volvieron los intelectuales del exilio ocupando los medios de comunicación y se los empleó como asesores o funcionarios técnicos. En el campo de las relaciones individuales se promovió la ley de divorcio vincular y la patria potestad compartida. (Referencia bibliográfica: Luis Alberto Romero, Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Ed: Fondo de Cultura Económica