Todo lo que tiene un inicio, debe tener un final, la cuestión es, ¿cuál es el mejor?
El período de evaluación y reforma asociado con las festividades que pasaron ya los judíos, se centra con fuerza este año en el ámbito público… la entrega de la franja de gaza hizo en pocas palabras, que otras áreas de la experiencia israelí contemporánea critiquen de manera tan aguda o en tono de lamentación por un cambio a fondo en la esfera del gobierno.
Durante meses los israelíes más pragmáticos han elaborado ilusiones acerca de una reorganización integral de la política partidaria… la cuestión llega a su punto más alto cuando el país se enfrenta a un nuevo año (de elecciones).
La teoría del íbig bangî (idea nombrada así por periodistas Israelíes en relación a la explosión que según expertos, inicio todo el universo pero aquí en el escenario político, apunta al desmantelamiento del Likud, el Laborismo y de todo lo que hay entre ellos y a su reconfiguración en una gran alianza) está siendo enfrentada con el escenario del ílittle bangî (una pequeña explosión) que ve a una separación del Likud liderada por Ariel Sharón que lleva a la creación de un nuevo partido de centro.
Y es que este íhalcónî israelí, no a recibido las palmas que en su momento tuvo Yitzhak Rabin buscador de la paz, ni mucho menos el permiso de restablecer un estado duro, como Benjamín Netanyahu… ahora, la separación de Ariel Sharon (quien acaba de anunciar que el íEstado Israelí no ayudara a organizar elecciones Palestinas mientras el movimiento armado Hammas pueda participar») para formar un grupo parlamentario propio, aun dentro de su propio partido, significaría una desorganización laboral en el congreso lo que politizaría aun mas, la toma de decisiones.
Ninguna de esas alternativas es particularmente probable, ni deseable. En lugar de andar a tientas por los campos políticos superpoblados, los que se preocupan por mejorar la calidad de la vida pública deberían concentrarse honradamente en la menos gloriosa pero inmensamente más productiva tarea de limpiar las malas hierbas.
Tarea que en cualquier país, a costado años y esfuerzo además de la cabeza de íjardinerosî como ípolíticos hierbaî que crecieron al amparo de la tierra abonada por intereses propios en busca del íbien comúnî.
La visión de un reordenamiento radical del mapa partidario es tan impracticable como atractiva. Está impulsada por dos presunciones dispares. La primera es que dada la creciente convergencia en torno de la solución de dos estados, los fundamentos de la política post -1967 (el choque entre palomas y halcones) ya no son el eje de la diferenciación entre los partidos. Los que abogan por el reordenamiento de los grandes partidos apuntalan su posición (correctamente según su perspectiva) señalando el hecho de que no hay casi coincidencia entre el apoyo popular a la retirada de Gaza y la estructura partidaria existente y es que seamos honestos, la desconexión tuvo éxito a pesar y no por causa del Likud.
De aquí hay sólo un corto paso a la segunda presunción de la compacta posición crítica: la conjunción de un nuevo consenso en el centro del mapa político que, si se le da forma concreta, puede encauzar la caótica escena política y mejorar ampliamente su eficiencia. Subyace en este enfoque un esfuerzo no sólo para ligar la actual inestabilidad y la creciente ingobernabilidad al multipartidismo sino también para asociar la reforma con una completa modernización del mapa partidario.
La hipótesis de trabajo del íbig bangî contiene una contradicción interna. Si la multiplicidad de partidos promueve la parálisis, ¿cómo será posible entonces tejer una mayoría pluripartidaria capaz enfrentar el cambio más radical de la política israelí en décadas?
Los hombres duros del Laborismo no tolerarían una actitud de ese tipo, el reciente voto en el comité central del Likud es indicativo de una preferencia por la continuidad institucional por sobre la remodelación basada en la ideología.
De modo que las elecciones venideras no estarán acompañadas por una gran explosión, ni cambio9s fantásticos ni tampoco disoluciones partidarias a menos de que Ariel Sharón, pierda las primarias del Likud en la próxima primavera; ahí podría estar tentado de establecer su propio partido.
La historia israelí está atestada de los relatos de grandes figuras que han fracasado miserablemente en esas empresas (desde David Ben Gurión, Ezer Wieizman y el mismo Sharón hasta Gueula Cohen, Ytzjak Mordejai y Dan Medidor) La tendencia oportunista de confundir partidos políticos con personalidades particulares ha sido y continuará siendo una receta para la dispersión y, gradualmente la desaparición de la escena política.
Pero reconozco, que Israel necesita definitivamente una reforma política pero la idea simplista de una gran o pequeña explosión debería ser descartada sin siquiera una lamentación, ya que no es juego.
¿No lo creen?
Buen inicio de semana.
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Etiqueta: ksenet
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¿Big bang?, se separa Ariel Sharon