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  • Los límites de la Democracia: LA RAZÃ?N. Por Dr. José Luis Camba Arriola

    El primer artículo dominical de Vargas Llosa como Premio Nobel del Literatura está dedicado al fracaso de la votación para ampliar las causales de despenalización del aborto en España. Al final reflexiona sobre las relaciones entre la Iglesia Católica y la democracia. Sostiene que en la democracia las religiones proporcionan orden moral a muchos ciudadanos que sólo aceptan éste por medio de la fe. Pero que si el â??difícil equilibrio entre el Estado laico y la Iglesia se altera y ésta impregna aquél, o, peor todavía, lo captura, la democracia está amenazada, a corto o mediano plazo, en uno de sus atributos esenciales: el pluralismo, la coexistencia en la diversidad, el derecho a la diferencia y a la disidenciaâ?.

    Es lo mismo que, mal explicado, vienen sosteniendo en México el Jefe de Gobierno del Distrito Federal y otros acerca de curas y cardenales católicos. De ese espíritu derivaron las demandas por daño moral y el reclamo por callar a estos sacerdotes. Demandas en las que, por cierto, se cometió el delito de uso ilegal de atribuciones y facultades previsto en la fracción II del artículo 267 del Código Penal, al ser elaboradas por funcionarios públicos, puesto que el daño moral es personal y para demandarlo Ebrard debió recurrir en su calidad de ciudadano a un despacho privado; nunca utilizar dinero público (tiempo de burócratas) para su interposición.

    Paradójicamente, resulta intolerante y poco pluralista el deseo de que alguien que opina distinto se calle. Lo que hace que las demandas sean antidemocráticas per se. El Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal ya dijo al respecto que la libertad de expresión tiene como límite el derecho de los otros. ¡Para que aprendan! Ah, de paso dijo que los demandados tienen derecho a hacer valer lo que a su derecho convenga.

    En su artículo, Vargas Llosa le concede a las religiones un papel del que carecen en las democracias. De hecho, la secularización de la moral es lo que permite la existencia del político en los países mayoritariamente católicos. La secularización faculta la aparición de la ambición, la cual es opuesta al concepto del pecado original donde el fracaso de los hombres en la vida es lógico y necesario. Caso distinto al de países mayoritariamente protestantes donde su ética permite y obliga al éxito como condición para alcanzar un lugar similar en la vida eterna. Difiere también de los países musulmanes donde la política es la forma de servir a Alá para difundir el Corán extendiendo su palabra a través de la democracia.

    Las democracias decimoctávicas y decimonónicas de la Ilustración Francesa y el Romanticismo Alemán respectivamente, se erigen como producto de la razón y se oponen a la tradición (sinónimo de sinrazón). Es un planteamiento consciente para desaparecer el antiguo régimen medieval. Ambos fueron siglos antirreligiosos dominados por la idea revolucionaria. Lo mismo Diderot que Voltaire o Kant que Hegel compartieron la idea de la razón y la revolución como caminos hacia la democracia. La conciencia de la revolución llevó a la revolución de la conciencia. La religión de la revolución sustituyó a las otras; a las del pasado. La historia de la democracia moderna es la de la lucha por la imposición de la razón como eje político. En ese contexto es que nace el pluralismo, la tolerancia, el respeto, la teoría de las obligaciones y otras derivaciones perfeccionadoras de un concepto político que considera al ser humano un ser racional y perfectible. El tamaño moderado de las concentraciones urbanas del XIX y su diversidad, junto con la necesidad de un nacionalismo unificador y una tecnología de la comunicación limitada son el caldo de cultivo del pluralismo.

    El siglo XX, por el contrario, ve la desaparición de estos valores. La sociedad de masas los arrastra creando democracias totalitarias. Los fascismos y los comunismos, el macartismo y el golpismo latinoamericano son pruebas de ello. La masificación hace insostenible la continuidad en la construcción de una democracia producto de la razón. La importancia del ser humano deja de descansar en su racionalidad; su valor es la unidad acumulada. La teoría de mínimos aceptables sustituye a la de máximos ideales. La expansión del bienestar va perdiendo lugar ante la evidente deshumanización de los asentamientos urbanos. La subsistencia de la mayoría pasa a ser una meta a expensas de la propagación de la mejoría. El lema de la nueva democracia deja de ser racional: primero iguales: mal pero iguales y luego mejores. La racionalidad pierde contra la mayoría. El asesinato de la razón invita a la vuelta de la tradición (la sin razón). Las religiones toman el lugar de las que habían sido expulsadas.

    Si a través de la democracia el catolicismo llega a convertirse en una forma de gobierno o a ejercer una influencia desproporcionada en la política, será una consecuencia lógica de la evolución de un sistema político que si bien cuenta con controles, perdió los límites. La falta de éstos es perjudicial. La razón fue el hilo conductor que permitió moldear y limitar a la democracia. La razón es el único límite del que no debe despojarse. El pluralismo y la tolerancia nacen de ésta. La filosofía de lo que queda de la democracia contemporánea invita a que gane el más bonito, el más fuerte o el de mayores recursos económicos sin importar si le asiste la razón o carece de ella. A la iglesia católica en una democracia no se le calla con demandas. Se le deja hablar y se le prueba con la razón que está equivocada. Razones como las que esgrime el propio Vargas Llosa en el artículo en comento son más democráticas que marchas o mayoriteos. De no limitar el alcance de la democracia a la razón, el temor del actual Nobel de literatura será pronto realidad.

    (*) Sociólogo y politólogo

    El doctor José Luis Camba Arriola es egresado de la Universidad Complutense de Madrid, donde realizó estudios en Sociología y Ciencias Políticas, especializándose en Sociología Política (Sociología del Poder: redes y mecanismos formales e informales). Actualmente es consultor político y analista

  • Golpe de Estado en Ecuador. Por Dr. Jose Luis Camba Arriola

    Comienza a ser común el error de pronunciarse demasiado rápido sobre alguna noticia que explote en los medios de comunicación. El de los deslaves de Oaxaca es un ejemplo y por supuesto el de Ecuador otro. Es probable que en el primero, el ayuntamiento del pueblo afectado viera la oportunidad de recibir recursos extraordinarios y el gobernador también. Declarar â??estados de emergenciaâ? es la única forma de obtener asignaciones presupuestales sin tener que discutir. Amén de que no es necesario demostrar su destino pues no son, por su carácter, sujetos a los canales normales de fiscalización. También pudieron temer, como fue el caso de la presidencia, que los acusaran de insensibilidad o lentitud para socorrer a los posibles afectados. El caso es que todos se lamentaron y solidarizaron por una tragedia que, afortunadamente por ahora, no ocurrió. Resultó que el gran incendio no fue más que la quemazón del petate del muerto.

    El supuesto golpe de estado en Ecuador es otro asunto similar. Aparece la noticia en los medios, los noticieros la cubren como un golpe de estado y los políticos de se pronuncian en contra solidarizándose con Correa. En este caso el miedo empático es el móvil del apresuramiento: no vaya a ser que les pueda pasar lo mismo. Hasta los organismos internacionales participaron en la farsa: la Unión de Naciones Suramericanas, que casualmente Ecuador preside pro tempore, redactará un estatuto de sanciones contra golpes de estado; una especie de golpe de los estados contra el Estado del golpe. Contendrá cierres de frontera, suspensión del comercio, del tráfico aéreo y de la provisión de energía, servicios y otros suministros. O sea, lo que más o menos le aplicaron algunos países a la Honduras de Michelet. Así lo hizo saber, otra casualidad, el canciller de Venezuela quien oportunamente se encuentra en Quito para mostrar el respaldo de Chávez, quien ya sufrió otro golpe igual años atrás, a su colega ecuatoriano. Bueno, hasta el gobierno de Obama se sumó a la condena del deplorable golpe. No fuera que lo acabasen acusando de estar detrás de los golpistas. Rodríguez, presidente de España y, no poca cosa, de la Comunidad Europea, también se solidarizó. ¡Ah!, y Calderón, Ebrard, Peña y otros. Vamos: todos.

    Sin embargo, nuevamente se apresuraron. La velocidad de la globalización los acaba. No les da tiempo para pensar. Decía Perícles Namorado, que la distancia entre la lengua y el cerebro la pusieron para no decir estupideces. Es decir, lo primero que se ocurra. Hoy parece que esa distancia ha desaparecido, pues la lengua ha crecido, multiplicando su alcance gracias a la facilidad y velocidad para hacerse ver o escuchar; manjar de todo político que se precie de serlo.

    Lo de Ecuador no fue, ni remotamente, un golpe de Estado. Para serlo se requiere que quienes lo realizan pretendan adueñarse del poder político, lo que no fue nunca la intención de los participantes. Todo el tiempo se pronunciaron por la derogación de la ley que recorta sus beneficios económicos: nada más. Es más, el propio jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Ecuador, Ernesto González, al respaldar a Correa planteó la derogación de la ley. Y es que además, un golpe de Estado requiere de la participación activa de por lo menos un grupo militar o la neutralidad (complicidad pasiva) de todas las fuerzas armadas. Lo que tampoco ocurrió. 30,000 policías ecuatorianos con armamento convencional, que no fue el caso, contra 80,000 â??efectivos militaresâ? equipados para la guerra. Sólo en Costa Rica o cualquier otro estado pequeño, donde la única fuerza armada es la policía puede darse un golpe así. No, lo de Ecuador no fue eso. Fue muy distinto: un levantamiento o, de acuerdo a la doctrina española: un pronunciamiento. Es más, Correa acusó al expresidente Gutiérrez, quien se encuentra como observador electoral en Brasil, de respaldar el golpe; cuando Karina, la hija de éste, subteniente del ejército, participó en la liberación del propio Correa. Lo que realmente ocurrió parece una protesta de funcionaros del estado (policías) por futuros recortes a sus ingresos. Un asunto importante, sí; pero no un asunto de Estado. El mismo error que cometió Díaz Ordaz, un dos de octubre, hace más de cuarenta años: convertir a un asunto de tercera en uno de primera; comprometer su autoridad participando sin necesidad en algo que alguien menor debió resolver.

    No cabe duda que Rafael Correa, el presidente del país con menor estabilidad política del continente aprovechará los acontecimientos por él provocados, de los que derivaron cuatro muertes, para fortalecer su posición política, endureciendo su postura, tal como lo hizo Chávez en su momento. De eso no hay duda. Lo que deben aprovechar los demás es aprender a reaccionar. El asunto de la lengua y el cerebro. Información errónea siempre la ha habido y la habrá. Tanta como interesados existan. No obstante, la clave de la diplomacia preglobalización era la prudencia: se tomaban su tiempo para pensar y contestar. Es más, sin prudencia no hay diplomacia. Señores políticos: sean más diplomáticos, simplemente: sean prudentes.

    joseluis@camba.ws
    * El doctor José Luis Camba Arriola es egresado de la Universidad Complutense de Madrid, donde realizó estudios en Sociología y Ciencias Políticas, especializándose en Sociología Política (Sociología del Poder: redes y mecanismos formales e informales). Actualmente es consultor político y analista