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  • José Vasconcelos y Madero, una historia que debe saberse

    â??No se preocupe, triunfaremos, porque toda la razón está de nuestra parteâ?, comentó confiadamente el presidente Madero a José Vasconcelos, mientras esperaban recibir la noticia de que los sublevados, atrincherados en la Ciudadela, habí­an sido derrotados. La tensión recorrí­a los pasillos del viejo Palacio Nacional y un amargo olor a traición impregnaba los salones. Posiblemente en aquel difí­cil trance â??el peor de los que habí­a enfrentado el presidente durante su corta administración-, José Vasconcelos era la única persona que verdaderamente estaba con Madero. No por su poder, ni por el cargo o la investidura, sino por la breve pero muy firme amistad que ambos hombres habí­an iniciado apenas unos años antes, en 1909. Ese febrero de 1913, Francisco I. Madero, confiaba â??como siempre lo hizo- en el triunfo de la razón.

    Entre Madero y Vasconcelos mediaban casi nueve años de diferencia. Don Panchito â??como le decí­an cariñosamente- habí­a nacido en Parras el 30 de octubre de 1873.Vasconcelos vio la luz, en la colonial Oaxaca un 27 de febrero de 1882, pero la profesión de su papá â??agente aduanal del gobierno-, llevó a la familia a vivir por varios años en la población fronteriza de Piedras Negras, donde José pasó toda su infancia y parte de su juventud. Los separaban las edades y algunos cientos de kilómetros de distancia, y sin embargo, por origen y vecindad, ambos eran de Coahuila y conocieron el modo de vida, autónomo e independiente, de los hombres del norte.

    La historia reservó un lugar privilegiado para los dos hombres cuando el porfiriato comenzaba su derrumbe. Era el año de 1909 y Francisco I. Madero recorrí­a ciudades y pueblos invitando a la gente a recuperar sus derechos polí­ticos; fundaba clubes, daba discursos, ofrecí­a entrevistas y procuraba acercarse a personas que por sus prendas morales o intelectuales podí­an servir a la causa de la democracia. Era la primera campaña polí­tica de un hombre en toda la historia de México.

    Un dí­a de julio, Francisco I. Madero llegó a la capital de la República y se presentó en el despacho jurí­dico de las calles de Isabel la Católica, donde ejercí­a el abogado José Vasconcelos. Era el primer encuentro y fue suficiente, Vasconcelos se adhirió de inmediato al antirreeleccionismo. Su propia crí­tica a la dictadura no fue el único motor de su decisión; imperó en buena medida, la personalidad de Madero. Hombre sencillo, bondadoso y agradable al trato, Don Panchito contagiaba a todos con su confianza y convicción. El joven abogado vio en Madero una cualidad que siempre admirarí­a: tení­a fe.

    Era evidente que existí­a una mutua simpatí­a, posiblemente propiciada de manera natural por el bagaje espiritual que ambos hombres tení­an arraigado desde temprana edad. Vasconcelos habí­a crecido bajo la devoción y religiosidad de su madre. Madero habí­a encontrado en el espiritismo la fuente moral sobre la cual giraban todas las decisiones de su vida pública y privada. Mas allá de las creencias de ambos, la sensibilidad que desarrolla el hombre que por convicción cree en la existencia de un â??espí­ritu superiorâ?, se manifestó en Madero y Vasconcelos, a través de su respeto irrestricto por la vida humana y todo su poder creador. Por un momento, la religión de ambos fue tan sólo la religión de una patria regenerada que pudiera llevar a la sociedad a transitar hacia su propia evolución y desarrollo.

    A partir de entonces la actividad polí­tica fue sólo un pretexto para entablar una estrecha amistad. Cuando Madero viajaba a la capital, procuraba reunirse con Vasconcelos. En un primer momento le vio dotes de orador, pero poco después descubrió la verdadera vocación del joven abogado: era notable su manejo de la pluma y le encomendó la dirección del periódico El Antirreeleccionista. â??Dí­gale a Vasconcelos â??escribió Madero- que ya sabe que todo lo que él escribe me gusta por la serenidad y el reposo que revela. [Sus] artí­culos le honran a él y a nosostros nos prestigianâ?. El abogado oaxaqueño era, sin lugar a dudas, la gran carta intelectual del maderismo.

    En noviembre de 1909 sobrevino un momento de flaqueza. Vasconcelos renunció a la causa del antirreeleccionismo y decidió alejarse de toda actividad polí­tica. Lo habí­a amedrentado el violento cierre del periódico y la orden de aprehensión girada en su contra por el gobierno porfirista. Madero lo invitó a reflexionar y a serenarse, a tomar las cosas con calma y a tener fe en el triunfo. Vasconcelos desoyó sus consejos y su renuncia fue irrevocable. Seguramente, desde su casa en San Pedro de las Colonias, Coahuila, Madero lamentó la decisión de su amigo, pero la respetó.

    Vasconcelos regresó al redil de la lucha democrática al iniciar la revolución de 1910. Decidió correr la misma suerte que don Pancho Madero y fue comisionado como agente confidencial del gobierno revolucionario en Washington. En mayo de 1911, después de la caí­da Ciudad Juárez, Vasconcelos envió un telegrama de felicitación al jefe de la revolución triunfante, y acordaron reunirse nuevamente en la ciudad de México, como en los viejos tiempos y a la hora convenida meses atrás: la hora del triunfo.

    â??Madero entró a la capital â??escribió Vasconcelos-, el siete de junio de 1911, con la apoteosis de un vencedor despojado de ejércitos… Por primera vez, la vieja Anáhuac aclamaba a un héroe cuyo signo de victoria era la libertad, y su propósito no la venganza sino la uniónâ?.

    La figura de Madero tomó otra dimensión ante los ojos de Vasconcelos, cuando el jefe de la revolución renunció a ocupar la presidencia como caudillo vencedor y optó por llegar a ella a través del voto popular. El sentimiento fue recí­proco. Madero debió admirar en su amigo la decisión de no aceptar ningún cargo en el gobierno interino para no darle más argumentos a los enemigos de la revolución. Cada uno volvió a sus asuntos. Madero a la polí­tica y Vasconcelos a su despacho jurí­dico, pero se dio tiempo para colaborar en la dirección del Partido Constitucional Progresista, que a través del voto, llevó a Madero a ocupar la presidencia de la república el 6 de noviembre de 1911.

    Desde los primeros dí­as de la nueva administración comenzaron los ataques encarnizados de la prensa capitalina. Por su amistad con Madero, Vasconcelos también fue ví­ctima de la crí­tica sin razón. Irónicamente le llamaban el â??supermuchachoâ?; lo acusaban de hacer negocios con Gustavo Madero y beneficiarse de su amistad con el presidente. Invariablemente, los periodistas malinterpretaban las declaraciones del gobierno maderista y de todos sus adeptos. Vasconcelos, finalmente abogado, se defendí­a con habilidad y siempre tení­a alguna frase mordaz con la que iniciaba sus declaraciones: â??Miren ustedes, pongan mucha atención en lo que digo, no vaya a ser que un dí­a terminen acusándome del parto de sus mujeresâ?.

    Alejado del gobierno, Vasconcelos se convirtió en una especie de consejero del presidente Madero. Varios dí­as de la semana se les veí­a conversar mientras caminaban tranquilamente por las calles de la ciudad de México. En otras ocasiones, Vasconcelos acudí­a al Castillo de Chapultepec a desayunar con el presidente y su esposa, doña Sara Pérez. Luego de los alimentos se tomaban algunas horas para comentar las noticias del dí­a. No faltaban los paseos dominicales a caballo, donde Madero dejaba en claro que pese a vivir en la gran ciudad de México, no olvidaba las artes del buen jinete aprendidas en sus años de juventud en Parras y San Pedro de las Colonias.

    A los ojos de la sociedad mexicana â??acostumbrada al servilismo de la dictadura- Madero parecí­a todo, menos un presidente. No usaba escoltas ni hací­a ostentación de la investidura; no abusaba del poder, ni era autoritario, y sin embargo, â??toda una sociedad podrida -escribió tiempo después Vasconcelos- parecí­a resentir nuestro esfuerzo por regenerarla. Y en efecto ¿a dónde iban a parar cien años de historia sombrí­a si de repente un Madero, sin hazañas de sangre, levantaba el nivel nacional, iluminaba los bajos fondos de nuestro destino?â?

    Extrañaba ver al presidente asistiendo al teatro, a los museos, a la temporada de conciertos y conmoverse con la obertura 1812: â??él, que era un creyente del pueblo, un enamorado de sus entusiasmos y epopeyas, reconocí­a en aquella música la gloriosa aventura reciente del pueblo mexicanoâ? apuntó Vasconcelos. Al parecer no agradaba un â??hombre fuerte con generosidadâ?, ni un soñador y mucho menos un humanista, virtudes todas que reuní­a Madero. No pocos murmuraron que las lágrimas arrojadas por el presidente en los funerales de Justo Sierra en septiembre de 1912, eran contrarias a la dignidad de su cargo.

    Aquél 12 de febrero de 1913, en que esperaban la rendición de los sublevados, Vasconcelos se encontraba con Madero. El presidente le confió sus planes a futuro: â??luego que pase esto cambiaré el Gabinete. Sobre ustedes los jóvenes caerá ahora la responsabilidad. Esto se resuelve en unos dí­as, y en seguida reharemos el gobierno, tenemos que triunfar porque representamos el bienâ?. Fue la última vez que Vasconcelos vio a su amigo. El dí­a 18, Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos en Palacio Nacional. Bajo presión, presidente y vicepresidente renunciaron a sus cargos y el 22 de febrero se consumó el crimen: Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Victoriano Huerta confabulado con el embajador norteamericano Henry Lane Wilson.

    Al enterarse del magnicidio, Vasconcelos lloró amargamente. El resto de su vida lamentarí­a el sacrificio que la nación mexicana habí­a cometido y buscarí­a â??sin suerte- reivindicarlo en las diversas instancias del poder que llegó a ocupar. Años después, Vasconcelos escribió: â??México y todos sus hijos volví­amos a entrar en la noche… De la penumbra saldrí­a Madero, limpio y glorioso, cometa rutilante de la historia patria. Pero la nación caerí­a en abismos que todaví­a no sobrepasaâ?.

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  • Gustavo A. Madero

    Originario de Parras de la Fuente, Coahuila, Gustavo Adolfo Madero fue hermano de Francisco Ignacio Madero. Empresario y polí­tico, apoyó la lucha antirreeleccionista desde 1909.

    Al estallar la revolución mexicana el 20 de noviembre de 1910, fue comisionado para negociar empréstitos en Estados Unidos con la intención de financiar el movimiento armado. Apoyó a la revolución con 600 mil dólares de su peculio.

    Una vez derrocado Porfirio Dí­az, Gustavo se encargó de la organización del Partido Constitucional Progresista, que sustituyó al Partido Antirreeleccionista, el cual llevó a la presidencia de la República a Francisco I. Madero en noviembre de 1911. Gustavo fue elegido diputado para la XXVI Legislatura y encabezó la oposición contra la vieja guardia porfirista dentro del Congreso.

    Durante el régimen maderista (1911-1913) fundó el periódico Nueva Era para contrarrestar los ataques que la vieja prensa porfirista lanzaba contra la presidencia de Madero. Por entonces, se hizo famosa su frase: â??muerden la mano que les quitó el bozalâ?, refiriéndose a los periodistas que durante la dictadura recibí­an dinero para escribir a favor del gobierno porfirista, las cuales canceló la nueva administración. La mayor parte de los encarnizados ataques de la prensa se dirigieron contra su persona y fue apodado â??Ojo paradoâ?, debido a que durante su infancia, habí­a perdido un ojo que sustituyó con uno de vidrio.

    Gustavo Madero fue un crí­tico del régimen de su hermano, a quien recomendó retirar del gabinete a varios ministros que obstaculizaban las reformas revolucionarias, entre ellos se encontraban su tí­o Ernesto Madero y su primo Rafael Hernández.

    Debido al encono que provocó su cercaní­a con el gobierno de su hermano, el presidente Madero decidió enviarlo como embajador de México en Japón a principios de 1913. Sin embargo, el inicio de la Decena Trágica lo impidió. Fue testigo de la rebelión armada contra el gobierno de Francisco I. Madero por parte de los generales Manuel Mondragón, Félix Dí­az y Bernardo Reyes.

    A pesar de las continuas advertencias que Gustavo le hizo al presidente Madero sobre la traición de Huerta, don Francisco nunca le prestó atención y la tarde del 18 de febrero los dos hermanos Madero, José Marí­a Pino Suárez y el general Felipe íngeles fueron aprehendidos en distintos lugares de la ciudad de México. Esa noche, Gustavo fue trasladado a la Ciudadela y ahí­ fue brutalmente asesinado.

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  • La muerte me pela los dientes … Francisco Villa

    Según reza la leyenda, el Carretero de la Muerte es aquel individuo que habiendo fallecido en el último segundo del 31 de diciembre, tiene la misión de recorrer el mundo recogiendo -en su silenciosa carreta- las almas de todos aquellos seres que fallecen durante los 12 meses del año. Su paso es firme y exacto, marcado por cada segundo que transcurre para llegar con puntualidad a su cita: la muerte espera al final del camino.
    Podemos suponer que en México, el Carretero de la Muerte detiene momentáneamente su andar, el 1 y 2 de noviembre. Por una vieja tradición pagano-religiosa son dí­as de fiesta: el culto a los muertos se hace presente; florecen los altares alrededor de los retratos de los antepasados difuntos que parecen advertir: «Como te ves me ví­…».

    Pero es posible que la Muerte se detenga por otro motivo: la reflexión por el sino fatal, la vocación mortuoria, la tradición funeraria que envuelve a la historia de México. Indudablemente la Muerte está presente en todas las épocas y en todos los pasajes de la historia universal. Sin embargo, en México hay casos muy concretos que demuestran que la Muerte ronda en el aire con especial predilección sobre ciertos individuos y por momentos los ha cubierto con su manto, algunas veces rozándolos, otras, tocándolos en forma definitiva.

    LAS APROXIMACIONES

    ¿Qué factores influyen para que un hombre común se acerque tanto a la Muerte pero logre evadirla? La Muerte encuentra en la fortuna a una de sus principales rivales. El último minuto de vida tiene que llegar fatalmente. Pero en ocasiones la fortuna, para bien o para mal, le arrebata algo de tiempo:

    Una broma cruel jugó la fortuna, la muerte -y Juárez- a Maximiliano, Miramón y Mejí­a. Confirmada la pena capital para el 16 de junio de 1867, los reos fueron puestos en capilla; momentos antes de ser conducidos al lugar señalado para la ejecución, ésta se pospuso para tres dí­as después. El 19 de junio, fecha en que fueron fusilados ya estaban muertos. Murieron dos veces.

    Durante su vida el general Manuel González fue herido en 17 ocasiones -sable, bala, metralla-, perdió un brazo, le abrieron el muñón durante otro combate… fue un gran militar y llegó a ser presidente de México (1880-1884). Ninguna de sus 17 heridas lo llevó a la tumba. Falleció de causas naturales en su vieja hacienda de Chapingo.

    ¿Qué hubiera sido de la Revolución si Pancho Villa hubiera muerto en sus inicios? En 1912, por órdenes de Huerta, Villa fue colocado frente al pelotón del fusilamiento; en el último momento, cuando se disponí­a la ejecución, llegó el perdón de Madero a través de uno de sus hermanos.

    1915. Herido por una granada, Obregón cayó al suelo sin un brazo; retorciéndose de dolor, sacó su pistola, la colocó sobre su cabeza y jaló el gatillo… estaba descargada -un dí­a antes habí­a sido limpiada por su asistente. Cuando el teniente coronel Jesús M. Garza se dió cuenta de las intenciones del general, le arrebató la pistola y lo condujo ante el médico. Tiempo después y por otras circunstancias, Garza se suicidó.

    CUANDO EL ALMA DEL CUERPO SE DESPRENDE…

    Para aquellos estudiosos de las cuestiones parapsicológicas, la personalidad de ílvaro Obregón merece un acercamiento. Además de su frustrado intento de suicidio, otras experiencias de su vida muestran un contacto cercano, la clara presencia de la muerte, por lo menos en tres ocasiones.

    Obregón así­ lo percibí­a. En 1909 escribió un poema titulado Fuegos fatuos, cuyas primeras estrofas revelan la personalidad de un hombre desdeñoso del tránsito fí­sico, terrenal, pero -implí­citamente- convencido de la existencia de otra vida, marcada por el plano espiritual:

    «Cuando el alma del cuerpo se desprende / y en el espacio asciende, / las bóvedas celestes escalando, / las almas de otros mundos interroga/ y con ellas dialoga, / para volver al cuerpo sollozando/ sí­, sollozando al ver de la materia / la asquerosa miseria/con que la humanidad, en su quebranto,/ arrastra tanta vanidad sin fruto, / olvidando el tributo / que tiene que rendir al camposanto.»

    El espiritismo fue una doctrina que tuvo toda la formalidad y el impacto de una corriente filosófica en Estados Unidos y Europa durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En México, el espiritismo practicado por Francisco I. Madero fue el argumento utilizado por sus enemigos, para tildarlo de â??chifladoâ?. Convencido de las doctrinas básicas espí­ritas -contenidas en obras como El Evangelio según el espiritismo o El libro de los espiritus- y seguidor de su principal profeta -Allan Kardec-, Madero fue medium escribiente. Su comunicación con los espí­ritus y las bondades del espiritismo -justicia, fraternidad, libertad- influyeron en cierta medida en que abrazara la causa de la democracia.

    Más asombroso -pero menos conocido- que el espiritismo de Madero fue el espiritismo ortodoxo que Plutarco Elí­as Calles abrazó en los últimos años de su vida. Calles, el mismo hombre que habí­a tratado de â??extirpar la fe católica de Méxicoâ?, en el ocaso de su vida concurrí­a â??religiosamenteâ? al cí­rculo de investigaciones metapsí­quicas de México. Donde se comunicaba con almas que recorrí­an los diferentes planos metafí­sicos. Desde ese lugar, hizo la única profesión de fe de toda su existencia: creyó en otra vida. Ambos recurrí­an a la muerte… como fuente de vida.
    LOS RESTOS

    La Muerte ha de sonreí­r cuando piensa que el último instante de vida y el paso a otra, supone â??descansar en paz y eternamenteâ?. ¿Ya descansan en paz los restos mortales de los personajes de nuestra historia? Algunos solamente. Tan azarosa fue su vida como lo ha sido su muerte.

    El culto a los muertos y la mitificación de la historia -la idea de rendir honores a los personajes que han contribuido a formar la patria- han impedido que muchos de ellos finalmente descansen en paz. La fijación de hacer monumentos, crear urnas especiales, esculpir enormes estatuas con notorios pedestales para depositar los restos, han creado una especie de nomadaje mortuorio.

    El sentimiento antiespañol al grito de â??mueran los gachupinesâ?, enarbolado por algunos grupos radicales durante los primeros años del México independiente -que culminó con la expulsión de españoles-, propició una persecución sobre los restos de Cortés, sólo evitada gracias a la intervención de Lucas Alamán, quien pudo esconderlos y ponerlos a salvo de la turba enardecida.

    Los héroes de la Independencia no corrieron con mejor suerte. Al momento de morir fusilados, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron decapitados y sus cabezas expuestas públicamente durante 10 años. Al consumarse la Independencia pudieron reunirse los restos de los principales insurgentes, mismos que fueron cambiados de sitio en varias ocasiones. El peregrinar de los restos y las malas condiciones en que se encontraban propició una investigación (1911) para identificar de quién eran cráneos, fémures y demás huesos que se encontraban en la urna. La odisea terminó cuando fueron trasladados al íngel de la Independencia (1925), pero con una nueva baja entre las filas insurgentes: los restos de Morelos desaparecieron y hasta la fecha se desconoce su paradero.

    Con excepción de su pierna, Santa Anna podrí­a decirse que â??casiâ? descansa en paz -aunque para muchos no lo merezca. Perdida durante la guerra de los pasteles (1838) -unas veces honrada, otras vituperada al grado de ser arrastrada por las calles de la ciudad- su pierna se perdió en el convulsionado México del siglo XIX. Siendo ya un viejo, algunos charlatanes lo visitaban para ofrecerle su â??auténticaâ? pierna, misma que compró varias veces. Nunca la recuperó.

    La admiración por una persona puede rebasar los lí­mites de su vida y seguir hasta en la muerte. Tal fue la última voluntad del presidente Anastasio Bustamante: que su cuerpo fuera sepultado, pero su corazón, colocado en una urna, reposara junto a los restos de Agustí­n de Iturbide. Y así­ fue, en la capilla de San Felipe de Jesús de la Catedral Metropolitana, bajo el osario de Iturbide se encuentra la urna con el corazón de Bustamante.

    Si la admiración puede ser eterna, la rivalidad también. Durante los últimos meses del Imperio de Maximiliano, Miramón estuvo a unas cuadras de capturar a Juárez (Zacatecas, 1867); lo habrí­a fusilado. Juárez aprehendió a Miramón y fue ejecutado. El panteón de San Fernando recogió los restos de ambos, pero ni muertos podí­an estar juntos. Al regresar a México, Concha Lombardo de Miramón -esposa del general- se indignó de saber que su esposo yací­a a unos cuantos metros de Juárez. Exhumó el cuerpo de su marido, para llevarlo lejos del zapoteca; sus restos ya descansan en la Catedral de Puebla.

    A pesar de su violentí­sima muerte -asesinado con balas expansivas- Pancho Villa tuvo una cristiana sepultura y descansó en paz por algunos años. Una noche, desconocidos entraron al panteón donde fuera sepultado; su tumba fue violada. A la mañana siguiente, el cuerpo del Centauro apareció sin cabeza. Nadie sabe qué fue de ella. Las malas lenguas cuentan que fueron los gringos, quienes querí­an analizar su cerebro, para saber qué tení­a en la cabeza, aquel hombre que se atrevió a invadir su territorio.

    Hay un grupo de personajes, cuyos restos, evidientemente, no alcanzarán el descanso -al menos dentro de su fosa. Ellos son los jefes de la revolución. Paradójicas resultan la historia y la muerte; la primera se encargó de separarlos haciéndolos irreconciliables enemigos; la segunda se ha encargado de juntar sus restos -bromas de la vida ¿o de la muerte?

    Zapata fue intransigente; Carranza mandó matar a Zapata; Obregón mandó asesinar a Carranza y luego a Villa; antes Villa le habí­a hecho la vida «de cuadritos» a Carranza. Calles mandó asesinar a Obregón y Cárdenas expulsó del paí­s a Calles. Algún funcionario, hijo de la familia revolucionaria, tuvo la brillante idea de juntarlos, y todos -con excepción de Zapata – fueron trasladados al monumento de la Revolución. ¿Cómo podrí­an descansar sabiendo que los enemigos ocupan un lugar cercano?

    Muda testigo de la historia: La Muerte. Su manto va cubriendo todo y tras su estela fúnebre, se perciben fuegos fatuos que danzan entre los sauces y lápidas del cementerio: cuando cae la tarde:

    â??Allí­ donde el monarca y el mendigo / uno de otro es amigo; / donde se acaban vanidad y encono; / allí­ donde se junta al opulento/el haraposo hambriento / para dar a la tierrra el mismo abono…

    Allí­ todo es igual; ya en el calvario / es igual el osario; / y aunque distintos sus linajes sean, de hombres, mujeres, viejos y creaturas, / en las noches obscuras / los fuegos fatuos juntos se paseanâ?.

  • Hillary Clinton en Africa

    Desde que se supo que ella sería su secretaria de estado, Barack Obama tenía muy en claro que trabajo, tendría y mucho.

    La secretaria estadounidense de Estado, Hillary Clinton, ha dejado MUY EN CLARO a Eritrea que o cesa inmediatamente el apoyo a los rebeldes islamistas que actúan en Somalia, o habrá problemas.

    Desde inicios de la década de los 90s recuerdo perfectamente cuando los Hutus y Zulus comenzaron de forma étnica, una serie de conflictos añejos a los cuales se han inmiscuido muchísimos más grupos políticos, ideológicos y hasta terroristas para ver que sacan a su provecho.

    Y si es verdad que la secretaria Clinton, que el jueves por la noche voló de Nairobi a Sudáfrica, el segundo país de su actual gira africana, se refería a los shebab, los fundamentalistas islámicos inspirados en Al Qaida que actúan en Somalia, historia completa tiene de estos grupúsculos que ya tienen hasta el copete a todo el mundo fomentando solamente matanzas de las cuales en otra ocasión, prometo hablar.

    ¿Sera que Estados Unidos regrese a las misiones de paz en África?, digo, Hillary Clinton las llevara cuando fue que en el mandato de su marido, Bill Clinton, se dio el penosísimo caso que inspiro la película «la caída del Halcón negro»?

    Lo que si es que Somalia entera esta sin paz por diversos actores, desde casi dos décadas y las muertes, alguien ya perdió la cuenta pero se calculan en más de un millón.

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  • Tributo a soldados italianos

    Esto que vemos aquí, es el mausoleo en honor de los soldados italianos caídos en pro de la paz.

    No solamente aquellos soldados que han estado en misiones de paz de Naciones Unidas están aquí o, los que se cree cayeron dando su vida por una causa justa en alguna otra nación, sino también, aquellos que se negaron a servir en el ejercito italiano en la segunda guerra mundial.

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  • Dudas en el gobierno Israeli, preparacion para posibles nuevas guerras, a 40 años de la guerra de los 6 dias

    La guerra en Lí­bano sin duda ha dejado a más con preguntas que con respuestas.
    Por el momento, se esta buscando en un bajo perfil el ir socavando cada dí­a mas el poder y liderazgo de Edhud Olmert, primer ministro israelí­ junto con sus aliados para que se adelanten las elecciones y quizá con ello, se remueva al primer ministro.
    Poco mas de hace un año se llevaron acabo las elecciones ya que se supo que Ariel Sharon no regresarí­a a su cargo por los problemas cardiovasculares que sufrió y le llevaron a un coma profundo en el que sigue aun, hoy en dí­a.
    Olmert, que fue designado como suplente temporal lidero el partido que creara Sharon, Kadima, ganando.
    Creando alianzas en la kssenet, puso diversos actores polí­ticos en puestos para que la responsabilidad fuera compartida, así­ es como llego al cargo de ministro de defensa, Amir Peretzí? la guerra contra Lí­bano, sin duda los ha marcado para que estén en la situación actual.
    Bueno, siendo el reclamo de la ciudadaní­a el que durante la guerra se gastaran fuertemente recursos, hombres, tiempo, etc. para magros logros, pues la visión de que las fuerzas armadas que hace 40 años dieran a Israel motivo para cánticos de la victoria cuando de antemano, muchos derrotados ya se creí­an, pues es desoladora.
    ¿Porque cito la guerra de los 6 dí­as?
    Simple, se cumplieron 40 años de aquella incursión en la que Israel se enfrento a las fuerzas en el mundo árabes que desde semanas antes, ya clamaban la desaparición del estado judí­o.
    ¿Hacemos historia?, prometo no extenderme.
    5 de Junio de 1967, las largas jornadas que horas antes se habí­an desarrollado, de café y nervios no ayudaban de mucho para tratar de digerir la información militar que estaba llegando detrás de las lí­neas enemigas, informes de inteligencia militar en Egipto, Siria y Jordania confluí­an en una sola actitud, í­van contra todo judí­o en Israelí®.
    Así­ que la idea que se planteo horas antes, era la única que podí­a servir pero también quizá, costar la victoria y la vida en elloí? la guerra no puede ser en Israel o cerca de, que salgan blindados y fuerza aérea para combatir en el territorio de los enemigos, a como de lugar el frete de batalla debe estar lejos de niños, ancianos y mujeres, fuera de los niños, pedí­an estar considerados para lo que se ofreciera llegado el momento, no habí­a mas que dar que la vida en defensa de lo que se cree y lo poco que se tieneí? era eso lo que moví­a a ancianos supervivientes de la segunda guerra mundial.
    A las 7.10 am varios í­bugsí® incursionaban millas dentro del territorio egipcio para comenzar a barrer al enemigo y fuera más sencillo avanzar con un enemigo sorprendido rodeado en dos frentes y tomado con la guardia baja.
    Este fue el movimiento que le dio la victoria casi literalmente, la sorpresa y la contundencia con la que se actuó, el general encargado de las misiones militares, héroe de guerra ya fallecido Moshe Dayan estaba como un moderno y judí­o George Patton al frente de las operaciones no en una oficina sino a metros de las lí­neas de combateí? se combatió en seis dí­as y se capturo el desierto del Sinaí­, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán, Cisjordania y, en un acto de enorme importancia simbólica, Jerusalén Oriental, unificando su ciudad santa.
    Se acabo con el sueño de un estado árabe unificado y tuvo Nasser, residente egipcio, una herida de muerte desde lo mas profundo de su ego.
    Imaginen, no se contaba en las fuerzas armadas israelí­es, con lo ultimo de tecnologí­a militar estadounidense ya que en ese preciso momento, las relaciones con Estados Unidos estaban un tanto, frí­as, el máximo proveedor de armas de Israel era Franciaí? ahora, ¿podemos imaginar el dolor de la falla del ejercito israelí­ contra Hezbollah en Lí­bano?, mas de uno pide cabezas que rueden y quizá, rodaran, por lo mientras la reforma de las fuerzas armadas esta en proceso, nuevos diseños de planes y programas armados se están aplicando en practicas de guerra que están siendo secretas, pero no siempre se debe usar el ejercito, aunque claro, viviendo en el desierto, hay que tener la espada lista para cuando ataque la serpiente y el escorpión
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