En torno a la casa más antigua de Saltillo que continúa en pie, La casa de Santos Rojo, giran muchas leyendas, entre ellas que ahí vivió el general Francisco Villa, uno de los jefes de la Revolución Mexicana, cuya actuación fue decisiva para la derrocar al presidente Victoriano Huerta
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La casa de Santos Rojo
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Festival Vive la Villa
Con el objetivo de fomentar el arte y la cultura en esta ciudad fronteriza, será realizado el festival Vive la Villa el 17 de noviembre en la colonia Francisco Villa, que contará, en el ámbito musical, con la Sonora Dinamita, informó en conferencia de prensa, la diputada Mónica Hernández.
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Toma de Zacatecas (Historia)
â??Espero que esta pelea la ganen sus cañonesâ? â??le dijo Pancho Villa a Felipe íngeles mientras se preparaban para marchar con toda la División del Norte sobre Zacatecas. La vieja ciudad colonial era el último bastión del huertismo y su caída significaba el paso franco a la ciudad de México.
En la madrugada del 17 de junio de 1914, desde Torreón, el general íngeles comenzó a montar el grueso de su artillería en cinco trenes. A las 8 de la mañana la primera locomotora anunció su partida rumbo a Zacatecas, y con intervalos de 15 minutos salieron las demás. El viaje fue por demás lento y húmedo. La lluvia no dejó de caer sobre la División del Norte pero los villistas iban muy animados: tras varios meses de intensos combates nadie dudaba ya de su poderío. Villa y íngeles deseaban, por encima de cualquier otra cosa, darle el tiro de gracia al régimen del usurpador Victoriano Huerta.
íngeles y su gente llegaron a Calera â??a 25 kilómetros de Zacatecas- el día 19 por la mañana. Desembarcado el equipo militar, el general tomó su caballo y con una escolta salió a reconocer el terreno, necesitaba establecer posiciones y ubicar los sitios más adecuados para sus piezas de artillería. Se le veía tranquilo cabalgando de un lugar a otro, daba órdenes, tomaba sus binoculares para observar la ciudad de piedra, se detenía un momento y respiraba satisfecho.
El enorme reflector colocado en el punto más alto del cerro de la Bufa iluminaba la ciudad de Zacatecas. La gente comentaba que el general huertista Luis Medina Barrón â??oficial a cargo de la defensa de la plaza- lo había mandado traer de Veracruz, para lo cual había sido necesario desmontarlo del faro que se levantaba en el puerto. Los federales lo hacían girar toda la noche tratando de ubicar las posiciones rebeldes y las piezas de artillería de íngeles. Los desesperados esfuerzos de las tropas de Huerta para defender la plaza no le quitaban el sueño al general. Nada podía ya detener la marcha de la División del Norte
Villa se presentó en las inmediaciones de Zacatecas, por la tarde del 22 de junio de y determinó que la batalla comenzaría a las 10 de la mañana del día siguiente. â??Juntas se moverán todas las fuerzas a esa hora. Nadie entrará un minuto antes ni un minuto despuésâ? â??ordenó el Centauro. La señal para iniciar sería era el disparo de un cañón.
Amaneció radiante el día 23 de junio de 1914. El cielo no podía ser más azul. Atrás habían quedado las amenazas de lluvia de la noche anterior. íngeles despertó pasadas las siete de la mañana; se afeitó con calma, tomó su baño, desayunó con su estado mayor y montó su caballo. Eran las nueve de la mañana.
En la víspera, el general hizo un movimiento que dejó perplejo al enemigo: retiró las piezas de artillería de sus posiciones originales y las emplazó en sitios imperceptibles y muy cerca de las líneas defensivas de los federales. Los últimos tres días convenció a los huertistas que ya tenía definidas sus posiciones.
El disparo de un cañón a las diez de la mañana en punto anunció el inició de la batalla. Los villistas avanzaron por los cuatro puntos cardinales intentando arrebatar a los federales sus posiciones en la Bufa, el Grillo, la Sierpe, Loreto y el cerro de La Tierra Negra. Cuarenta cañones â??28 por el norte y 12 por el sur- entraron en acción al mismo tiempo para apoyar el despliegue de la infantería que ascendía presurosa por los cerros que rodeaban la ciudad.
Los veintidós mil hombres de la División del Norte se movían en completa armonía bajo la dirección de íngeles. El general había logrado la perfecta conjunción entre las brigadas del ejército villista. â??La artillería obrando en masa â??escribió íngeles- y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba conquistar la infantería y ésta marchando resueltamente sobre la posición en donde la neutralización se realizaba. ¡Qué satisfacción la de haber conseguido esta liga de las armas!â?
íngeles estaba enardecido; parecía encontrarse en una dimensión diferente al resto de los hombres, en un sitio privilegiado, exclusivo para el guerrero. Las granadas estallaban encima de su punto de observación o lo rebasaban por completo. Con sus binoculares alcanzaba a divisar al abanderado que corría al frente de su brigada avanzando sin parar. Entonces calibraba nuevamente los cañones y alargaba el tiro para apoyar el asalto final de la infantería sobre alguna posición.
En medio del fuego de la fusilería, íngeles tomó su caballo para cerciorarse del estado que guardaban otros puntos de la batalla. En camino a Loreto encontró a Villa. Ambos generales con sus estados mayores, cabalgaron juntos mientras escuchaban â??alegrementeâ? los disparos de la artillería villista. Los cañones federales intentaban pegarle al numeroso grupo; sus tiros, sin embargo, quedaban cortos.
Una granada explotó a escasos tres metros de donde se hallaban íngeles y Villa observando el combate. El humo cubrió por algunos instantes a los dos jefes y a sus hombres. Cuando el humo desapareció había varios cadáveres mutilados. Para mala fortuna no había sido disparado por del enemigo. El proyectil era villista, explotó en manos de un artillero que preparaba su lanzamiento. Para evitar que los soldados entraran en pánico o pensaran en el riesgo que corrían al manejar las bombas, íngeles gritó: â??No ha pasado nada, hay que continuar sin descanso; algunos se tienen que morir, y para que no nos muramos nosotros es necesario matar al enemigo. â??¡Fuego sin interrupción!â?.
Hacia las 5. 40 de la tarde, el triunfo de la División del Norte estaba cerca. El enemigo abandonaba sus posiciones y huía de manera desorganizada. â??No los veíamos caer, pero lo adivinábamos â??escribió íngeles-. Lo confieso sin rubor, los veía aniquilar en el colmo del regocijo; porque miraba las cosas bajo el punto de vista artístico, del éxito de la labor hecha, de la obra maestra terminada. Y mandé decir al General Villa: ¡Ya ganamos, mi general! Y efectivamente, ya la batalla podía darse por terminada, aunque faltaran muchos tiros por dispararseâ?.
Unos minutos después, las tropas villistas tomaban posesión de la Bufa y del Grillo y avanzaban sobre la ciudad. Las calles de Zacatecas presenciaron una de las peores matanzas de la revolución. Los revolucionarios acabaron con todos los soldados federales que encontraron a su paso. Saquearon casas, edificios y oficinas. En algunos casos arremetieron incluso contra la población civil. Los siete kilómetros que mediaban entre Zacatecas y la población de Guadalupe terminaron tapizados de cadáveres impidiendo el tránsito de carruajes.
En uno de los edificios del centro de la ciudad se encontraba un joven oficial del ejército de Huerta. Su misión era defender el parque y las armas que se encontraban almacenadas ahí. Cuando los villistas entraron a la ciudad, el oficial supo que no tenía escapatoria. Esperó a que llegaran los revolucionarios y cuando intentaron entrar hizo volar el edificio. Decenas de víctimas de ambos bandos quedaron entre los escombros de la vieja construcción.
Cinco mil muertos entre las tropas federales. Cerca de tres mil lamentó la División del Norte. En los días siguientes surgiría nuevamente el humanista. Decenas de prisioneros salvaron la vida gracias a la intercesión de íngeles. La sangre sólo debía correr en la batalla. Los muertos eran parte del ritual de la guerra.
Frente a la noche y sumido en sus reflexiones, íngeles respiró satisfecho por el éxito de la batalla. La venganza sobre Huerta se había consumado. â??Y bajo el encanto de la obra clásica de ese día feliz, me hundí plácidamente en un sueño reparador y sin aprensionesâ?
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Francisco Villa, 1878-1923
Su verdadero nombre era Doroteo Arango. Nacido en la hacienda de Río Grande, jurisdicción de S. Juan del Río, Durango, era hijo de Agustín Arango y de Micaela Quiñones Arámbula.
Dedicado desde la infancia a las labores del campo, pronto fue excelente caballista. Huérfano todavía adolescente, jefe de familia, defendió a una hermana ofendida por uno de los dueños de la hacienda en cuyas tierras trabajaba, y que abandonó para rehuir la persecución de una justicia parcial. Cambió entonces su nombre por el que se hizo famoso no sólo en la historia de la Revolución Mexicana, sino en todo el mundo, que le conocerá por Pancho Villa.
Los hechos de los años anteriores a su adhesión a la campaña de Madero, señalan las fallas del hombre rudo e impulsivo dependiente de una sociedad que le tolera, o que le acosa cuando le considera fuera de su propia ley.
Villa se unió a la campaña maderista en 1909, bajo la influencia de Abraham González, gobernador a la sazón del estado de Chihuahua. Aunque Villa no tuvo educación escolar, sus actividades comerciales le habían hecho aprender a leer y escribir. Su compromiso de levantarse en armas contra la dictadura de Porfirio Díaz, lo cumplió el 17 de noviembre de 1910, al atacar la hacienda de Cavaría, en Chihuahua, al que le siguieron los encuentros de San Andrés, Las Escobas y Ciudad Camargo.
Desde un principio se destacaron sus dotes como combatiente y organizador, ayudado por el exacto conocimiento del terreno que pisaba. Conoció a Francisco I. Madero, en la hacienda de Bustillos, ante el cual se presentó con regular número de tropa, disciplinada y bien pertrechada. Recibió entonces el grado de coronel. Es significativo que ya figurara entre militares de mayor historia, entre los que concurrieron a la junta convocada por Madero el 1 de mayo de 1911, frente a Ciudad Juárez, para concertar la paz.
De acuerdo con Pascual Orozco, Villa atacó Ciudad Juárez y obtuvo uno de los primeros y más señalados triunfos de la revolución incipiente. Al triunfo de la lucha armada, Villa se dedicó al comercio.
Radicado en la ciudad de Chihuahua, fue introductor de ganado y dueño de varias carnicerías. Su nueva etapa en los campos de batalla se inició al producirse la rebelión de Pascual Orozco. Combatió en territorios de Chihuahua y de Durango, en donde engrosó sus filas. En Torreón se incorporó a las tropas de Victoriano Huerta, encargado por el gobierno de Madero para someter a los orozquistas.
Por su lealtad y méritos en campaña ascendió a general brigadier honorario. Triunfó en Conejos y en la importante acción de Rellano. El recelo de Victoriano Huerta le provocó dificultades, y estuvo a punto de ser fusilado. Remitido preso a la ciudad de México, se fugó de la cárcel Militar en 1912, y pasando por Guadalajara y Manzanillo, marchó a Estados Unidos.
Regresó al país a la muerte de Madero; se internó por Chihuahua con sólo ocho hombres, a los que se unieron pronto miles de soldados que le siguieron en sus acciones de guerra. Fue auxiliado con dinero por el gobernador de Sonora, José María Maytorena. Combatió contra los generales Salvador R. Mercado y Félix Terrazas. A este último le hizo 237 prisioneros, que fusila en cumplimiento de la Ley de 25 de enero de 1862.
En Ciudad Jiménez, en septiembre de 1913, se constituyó la famosa División del Norte, poco antes del ataque a Torreón, y que su origen comandó Villa. Las dos batallas que precedieron a la toma de Torreón, ocurridas el 30 de septiembre de 1913 y abril de 1914, son consideradas dignas de figurar en tratados en materia bélica.
De vuelta a Chihuahua, atacó a la capital, y con la rapidez que desconcertaba a sus adversarios, marchó sobre Ciudad Juárez que ocupó el 15 de noviembre de 1913. Dio después la batalla de Tierra Blanca, en la que desarrolló su intuición militar. Toda una división federal fue derrotada, apoderándose de parque e implementos. Ganó al poco tiempo la batalla de Ojinaga, y el 8 de diciembre de 1913 entró a la ciudad de Chihuahua, donde asumió el cargo de gobernador provisional.
Demostró capacidad administrativa; restableció el orden, abarató los artículos de primera necesidad, abrió el Instituto Científico y Literario; condonó contribuciones atrasadas, y emitió papel moneda. Aunque dejó el gobierno el 8 de enero de 1914 en la práctica, ejerció el poder varios meses más. En marzo combatió en Gómez Palacio, ya incorporados a la División del Norte los generales Felipe íngeles, José Isabel Robles y Raúl Madero.
Desde sus primeros triunfos se suscitaron hondas diferencias con Venustiano Carranza. í?ste le ordenó tomar la ciudad de Saltillo, regateándole por otra parte pertrechos necesarios para llevarlo a cabo, mientras que, al mismo tiempo, se fraguaban maniobras políticas entre los elementos villistas y las autoridades civiles de Chihuahua. Sin embargo, obedeció Villa las órdenes de Carranza y tomó a sangre y fuego la plaza de Zacatecas el 23 de junio de 1914. Esta victoria decidió el triunfo de las armas revolucionarias y la caída de Victoriano Huerta. Ahondada la división con Carranza, interviene el general ílvaro Obregón cerca de Villa, que estuvo a punto de fusilar al enviado de México.
Inaugurada la Convención el 1 de octubre, se trasladó el 10 a Aguascalientes Ahí se unieron zapatistas y villistas en contra de los afectos a Carranza. La Convención cesó a Villa y a Carranza de sus cargos pero bajo la presidencia del general Eulalio Gutiérrez, Villa fue designado jefe de Operaciones de la Convención. Entró a la ciudad de México con Emiliano Zapata el 6 de diciembre de 1914.
La controversia política se desplazó a los campos de batalla; Villa fue derrotado en la zona del Bajío: Celaya, León y Trinidad. Se vio obligado a regresar a su punto de partida, al norte, donde siguió combatiendo hasta 1915. Fracasó en una incursión sobre Sonora. Atacó Columbus, lugar fronterizo de Estados Unidos, y provocó la llamada Expedición Punitiva. Sus tropas se redujeron y aunque tuvo fuerzas para amedrentar a los congresistas de Querétaro (1916-1917), Villa había perdido su categoría de jefe de ejércitos para volver a su condición de temido guerrillero, y entrar en la leyenda.
Nombrado presidente interino Adolfo de la Huerta en 1920, se efectuó en mayo de 1920 una entrevista cerca del pueblo de Allende, Chihuahua, entre los generales Francisco Villa e Ignacio C. Enríquez, con el objeto de que el primero reconociera al gobierno surgido del Plan de Agua Prieta, y de que depusiera las armas, ya que Venustiano Carranza, contra quien luchaba, había sido muerto. Antes de concluir las entrevistas y como las tropas de Enríquez planeaban aprehender a Villa, éste esquivó estas tropas y se retiró.
Por fin Villa se amnistió gracias a los buenos oficios de su amigo Elías Torres, firmándose los Convenios de Sabinas. Se le reconoció el grado de general de división con haberes completos, y recibió en propiedad el Rancho de Canutillo de 25 mil hectáreas, cercano a Hidalgo del Parral, Chihuahua, que explotó con sus antiguos compañeros de la División del Norte, los Dorados.
El 20 de julio de 1923, Villa, en compañía de su fiel compañero de armas, el coronel Miguel Trillo, cae asesinado víctima de una emboscada que le tiende Jesús Salas Barraza en las entradas de la ciudad de Parral.
Sus restos fueron profanados en febrero de 1926, cuando un estadounidense viola la tumba en donde descansaban y se llevó a su país la cabeza del Centauro del Norte. En 1967 se colocó su nombre, con letras de oro, en el recinto de la Cámara de Diputados, y el 20 de noviembre de 1969 se inauguró una estatua ecuestre con la efigie de Villa en la ciudad de México.
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Explosivo en Leon Guanajuato, desactivado
Elementos de la policía municipal, estatal y el Ejército aseguraron un artefacto hallado en el interior de la tienda departamental Chedraui en León, Guanajuato.
Hallado al interior del almacén, ubicado en las avenidas López Mateos y Francisco Villa, los empleados llevaron al estacionamiento la caja de cartón con el aparato, que contenía dos objetos con aspecto de cartuchos, unidos con cables a un aparente detonador.
Con éstos, había un mensaje que decía «Aquí les dejó este aparatito. Explotará a las Doce. Su amigo el Zeta».
La Secretaría de la Defensa Nacional consignó el artefacto para analizarlo y dejar las investigaciones en manos del Ministerio Público Federal.
La movilización policíaca y el acordonamiento de la zona no interrumpieron el flujo vehicular en las avenidas López Mateos y Francisco Villa, en las que se localiza el supermercado afectado. Las actividades del supermercado, de un hotel y restaurante cercanos, no fueron interrumpidas por el incidente
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La revolucion; Emiliano zapata
Símbolo del agrarismo, nació en Anenecuilco, cerca de Villa de Ayala. Morelos. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofas. Desde la infancia fue campesino, donde tuvo oportunidad de conocer los arduos problemas del campo. Le impartió escasa instrucción el profesor Emilio Vara.
Ya en 1906 asistió a una junta en Cuautla, en la que se discutió la manera de defender las tierras del pueblo. En diversas ocasiones salió a otras haciendas para trabajar. Por sus primeras rebeldías se le incorporó al noveno Regimiento en 1908 y se le destinó a Cuernavaca.
Sus dotes de caballista hicieron que sólo permaneciera seis meses como soldado, pues Ignacio de la Torre se lo llevó para ocuparlo como caballerango en la ciudad de México.
El 12 de septiembre de 1909 se reunió la Junta de Defensa de las Tierras, en Anenecuilco, de la cual Emiliano Zapata fue electo presidente. En ese cargo estudió los documentos que acreditaban los derechos de su pueblo a las tierras. Al iniciar sus gestiones, estuvo en contacto con Ricardo Flores Magón y con el periodista revolucionario Paulino Martínez; también con el profesor Otilio Montaño. Su primera intervención política ocurrió en la elección para gobernador de Morelos, en la que estuvo afiliado al candidato oposicionista Patricio Leyva.
El triunfo del candidato oficial, Pablo Escandón, trajo represalias para Anenecuilco, que perdió más tierras. En mayo de 1910 recuperó por la fuerza las tierras que se habían entregado a los campesinos de Villa de Ayala, repartiendo parcelas para su cultivo. En esa ocasión fueron protegidos por el jefe político, José A. Vivanco.
Al producirse la rebelión maderista cuyo Plan de San Luis contenía un párrafo agrarista, Zapata envió a Pablo Torres Burgos a entrevistarse con Madero. En 1911 se lanzó a la lucha revolucionaria, con la recuperación de la tierra como principio. En desacuerdo con Madero en lo que se refería a la cuestión agraria, se levantó en armas con el Plan de Ayala, el 25 de noviembre de 1911.
Combatió contra el gobierno maderista, que mandó a militares de carrera para batirlo, sin éxito. Unido al orozquismo, también luchó contra el gobierno de Victoriano Huerta, en acuerdo con Francisco Villa.
Mandó sus representantes a la Convención de Aguascalientes. Al producirse la división entre Carranza y Villa, siguió con este último, con el que entró a la ciudad de México en noviembre de 1914. Sus tropas se denominaban Ejército Libertador del Sur. En 1914, en la Convención de Aguascalientes, ésta hizo suyos los postulados del Plan de Ayala.
El Ejército del Norte aceptó el Plan de Ayala. Las relaciones con Don Venustiano Carranza quedaron rotas. Después de la toma de la capital de la República por los constitucionalistas, Carranza encargó la campaña del Sur en contra de Zapata al general Pablo González, y el 2 de mayo de 1916 dicho general ocupaba la Plaza de Cuernavaca, que vuelve a manos de las fuerzas zapatistas para ser ocupada definitivamente por el general González el 8 de diciembre.
Para eliminar a Emiliano Zapata, el general. Pablo González y el preboste del ejército licenciado Luis Patiño fraguaron un plan para hacerle creer que el coronel Jesús Guajardo había desconocido al gobierno de Don Venustiano Carranza.
Un sonado escándalo público, una correspondencia doble por parte de Guajardo y sincera por la de Zapata, ofrecimientos y falsedades hicieron que, poco a poco, cobrara confianza el general suriano y creyera en la buena fe de Guajardo, quien finalmente lo traicionó y asesinó.
El cadáver de Emiliano Zapata fue llevado a Anenecuilco, y sus restos reposan actualmente en Cuautla, al pie de la estatua que le fue erigida