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  • El cine mexicano en el Centenario.

    El 6 de agosto de 1896 siendo testigo el presidente en turno, el general Porfirio Dí­az se presentó por primera vez en México el cinematógrafo de los hermanos Lumiere, su representante fue Gabriel Viere y el evento se llevó a cabo en el Castillo de Chapultepec.

    Después de la exitosa presentación, Viere y sus operadores filmaron y proyectaron los que pueden considerarse como los primeros cortos de cine Mexicano: Escena en los baños de Pane, Alumnos del colegio militar, Doña Carmen Romero Rubio de Dí­az en carruaje, Duelo a pistóla en el bosque de Chapultepec, por nombrar sólo algunas.

    Un año después el mismo Viere abrió en nuestro paí­s la primera sala de exhibición en el edificio de la Droguerí­a Plateros causando gran impacto en los mexicanos. Un año después Ignacio Aguirre compró el invento y se convirtió en el primer exhibidor mexicano fortaleciéndose en poco tiempo como una industria que redituaba grandes beneficios económicos, aunque es importante recalcar que su desarrollo fue más lento, en comparación con otros paí­ses, pero con el tiempo se hizo parte de la cotidianeidad del mexicano.

    Ente la gente de vital importancia para el fortalecimiento del cine destacan Salvador Toscano y Enrique Rosas. Toscano abrió en 1898 la sala de exhibición llamada El Cinematógrafo Lumiere. Ese mismo año se inició el rodaje de Don Juan Tenorio, una de las primeras cintas mexicanas. Rosas fue uno de los camarógrafos pioneros con un estilo particular que se consagró en El automóvil gris (1919).

    Un año determinante en la historia del cine es 1931, cuando uno de los padres del lenguaje cinematográfico Sergei Mijailovich Eisenstein viaja a México después de ser rechazado en Hollywood, e inicia el inconcluso proyecto ¡Que viva México! Cuando llevaba rodados más de 50.000 metros, se ordenó parar la producción, por lo que el director volvió Moscú. La figura y estilo de montaje de Einsestein, tuvo una decisiva influencia sobre el cine mexicano de la década de los cuarenta. El filme en cuatro episodios, más un prólogo y un epí­logo. El prólogo presenta imágenes alegóricas al México prehispánico. El episodio «Sandunga» recrea los preparativos de una boda indí­gena en Tehuantepec. «Fiesta» desarrolla el ritual de la fiesta brava, mientras que «Maguey» escenifica la tragedia de un campesino victimado por rebelarse en contra de su patrón. «Soldadera» (episodio no filmado) presentarí­a el sacrificio de una mujer revolucionaria. El epí­logo, también conocido como «Dí­a de muertos», se refiere al sincretismo de las distintas visiones que coexisten en México alrededor del tema de la muerte.

    Oficialmente el cine sonoro mexicano se inicia en 1931 con Santa, una adaptación de la novela de Federico Gamboa, fue dirigida por Antonio Moreno y hasta la fecha se han hecho tres versiones fí­lmicas. Dos años después se filma la legendaria Mujer del Puerto; ambas historias fuertes, de mujeres que enfrentan su triste realidad.

    Según algunos historiadores los verdaderos «años dorados» del cine mexicano van de 1939 a 1945 y con el apoyo norteamericano de la época pos-guerra, se dio un auge del cine nacional. Se considera como el inicio de la «í?poca de Oro» el estreno de la pelí­cula «Allá en el Rancho Grande» que inauguró el género de «comedia ranchera; el final llegó con la muerte del actor y cantante Pedro Infante en 1957.

    La importancia que poco a poco cobró el cine generó el surgimiento de una nueva generación de directores como Emilio Fernández, Julio Bracho, Roberto Gavaldón e Ismael Rodrí­guez , al igual que actores que pasarí­an a formar parte de las familias mexicanas: Marí­a Félix, Mario Moreno «Cantinflas», Pedro Armendáriz, Andrea Palma, Jorge Negrete, Sara Garcí­a, Fernando y Andrés Soler, Joaquí­n Pardavé, Arturo de Córdova y Dolores del Rí­o.

    Durante estos años el cine mexicano abarcó muchos temas y géneros: adaptaciones de obras literaria, comedias rancheras, pelí­culas policí­acas, comedias musicales y melodramas, forman parte del bagaje cinematográfico de esos años. Es importante considerar que al final de este periodo inicia un género cien por ciento mexicano: las pelí­culas de lucha libre. La producción nacional se posicionaba en las salas de cine de todos los paí­ses de habla hispana, desde Centroamérica hasta Argentina y España.

    Entre 1946 y 1950 sucesos importantes se desarrollaron a partir del cine, Emilio Fernández consolidó su fama mundial al obtener distintos premios internacionales, el director español Luis Buñuel inició la etapa mexicana de su filmografí­a y Pedro Infante se convirtió en el actor más popular de nuestro paí­s.

    Como cualquier industria, el cine nacional comenzó a verse afectado, las compañí­as productoras decidieron abaratar los costos de producción de las pelí­culas, así­ pues, comenzaron a surgir pelí­culas de bajo presupuesto, filmadas en poco tiempo y de mala calidad en general.

    Poco a poco las pelí­culas de rumberas y de arrabal que mostraban la vida de los barrios pobres de la ciudad, inundaban las salas. A finales de los cincuentas los estudios mexicanos decidieron hacer pelí­culas en color, con el sistema Eastmancolor, por ser más barato que el Technicolor y Metrocolor.

    En los años sesentas la producción cinematográfica era pobre, y se limitaba a dramas familiares y comedias ligeras que sirvieron de plataforma para algunos cantantes de Rock and Roll.

    Diez años después durante el periodo de Luis Echeverrí­a y José López Portillo, la producción se redujo a pelí­culas picarescas sin pretensiones. En contadas ocasiones alguna producción independiente se llevó a cabo pero, el gobierno no aceptó la proyección, además de censurarlas.

    Durante los años 1980 surgió el género conocido como cine de «ficheras» o «sexicomedias», se caracterizó por el uso del «albur» o el humor en doble sentido, muy popular en México. También se producen algunas pelí­culas sobre temas de migración, narcotráfico y temas urbanos. Las pelí­culas de acción no se quedaron atrás, pero siempre con el sello nacional Lola la trailera es un buen ejemplo de esto.

    En la década de 1990 surge el llamado «Nuevo Cine Mexicano», que buscó el cine de calidad. Es así­ que se filman: «Cronos» (1992) de Guillermo del Toro, «Sobrenatural» (1996) de Daniel Gruener, y «Angeluz» (1997) de Leopoldo Laborde.

    La primera década del nuevo siglo ha visto pelí­culas del género fantástico, obras realizadas a partir cuentos, leyendas y mitos transmitidos por la tradición oral pero trasladadas al México actual: «Las Lloronas», en 2004 pelí­cula de suspenso basada en el mito de La Llorona, «Kilómetro 31», en 2007 de Rigoberto Castañeda, una de las pelí­culas más taquilleras en la historia del Cine Mexicano, «Cañitas», basada en un popular libro de Carlos Trejo, «Hasta el Viento Tiene Miedo», un «remake» de la obra de Carlos Enrique Taboada.

    Encontramos también pelí­culas que abordan temas cotidianos como la violencia urbana, el existencialismo, la migración, las biografí­as e incluso el realismo mágico como es el caso de «Como agua para Chocolate».

    Los cineastas buscan hacer cine de calidad que sean capaces de competir mundialmente y generar de igual manera eventos como El Festival de Cine de Guadalajara que ha logrado consolidarse como el mejor Festival en México y la principal vitrina para el mundo del Cine Mexicano.

    Beatriz González Rubí­n

    http://www.e-mexico.gob.mx/wb2/eMex/eMex_Inicio_del_cine_de_Mexico http://www.correcamara.com.mx/index.php?mod=historia_detalle&id=43
    De los Reyes, Aurelio; Ramón, David; Amador, Marí­a Luisa; Rivera, Rodolfo. (1977) 80 años de cine en México. México: UNAM
    Sánchez Francisco. (2002). Luz en la oscuridad, crónica del cine mexicano 1896-2002. México: CONACULTA

  • Festival de cine mexicano, con Dolores del Rio

    La actriz Dolores del Rí­o, quien en sus inicios se convirtiera en una de las máximas estrellas del cine de Hollywood durante la era del cine mudo y principios del sonoro, será recordada a 27 años de su muerte, durante un festival de pelí­culas mexicanas.

    «El México de Emilio Fernández y Gabriel Figueroa», que se llevará a cabo en Yuma, Arizona, Estados Unidos, como parte del festejo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, exhibirá cinco de las pelí­culas más importantes de la í?poca de Oro del cine mexicano, en las que actúa Dolores del Rí­o.

    Las pelí­culas serán exhibidas del 6 de mayo al 3 de junio en el Centro de Artes de Yuma, al que se podrá ingresar de manera gratuita.

    Además de contar con una breve introducción de cada pelí­cula y subtí­tulos en inglés, el programa incluye:

    «Flor Silvestre» (6 de mayo), «Bugambilia» (13 de mayo) y «Las abandonadas» (20 de mayo), las tres estelarizadas por Dolores del Rí­o. Además, se exhibirán ‘La perla’ (27 de mayo) y ‘Pueblerina’ (3 de junio).

    Dolores Asúnsolo López Negrete, su nombre completo, nació en la ciudad de Durango, el 3 de agosto de 1904, aunque también se mencionan como fechas de su natalicio los años 1905 y 1906.

    Nacida en el seno de una familia acomodada, su padre Jesús Leonardo Asúnsolo, prominente ganadero y gerente bancario y su madre Antonia López Negrete distinguida dama de sociedad.

    El curso de su vida fue tranquilo hasta el estallido de la Revolución mexicana, suceso que vino a alterar el destino de la familia, dado la condición socio-económica de la misma, por lo que tuvo que disolverse para evitar la violenta persecución que se dio en aquellos años en contra de la gente de clase acomodada.

    El padre emigró a Estados Unidos y Dolores y su mamá emigraron a la Ciudad de México. Ya establecidas en la capital, Dolores estudió en el Colegio Francés de San Cosme.

    De facilidad para el estudio, desarrolló a la par una enorme afición al baile, siendo una gran admiradora de la bailarina rusa Anna Pavlova, convirtiéndose en discí­pula de la maestra Felipa López.

    A la edad de 15 años, durante un baile benéfico conoce a quien serí­a su primer esposo Don Jaime Martí­nez del Rí­o, prominente y culto caballero de sociedad, miembro de una de las familias más ricas del paí­s.

    Con quien contrae nupcias en 1921 en la Iglesia de la Inmaculada Concepción y dando la recepción en una de las propiedades de los Martí­nez del Rí­o, el Rancho «La Hormiga», hoy la Residencia Oficial de Los Pinos.

    Dolores toma de la familia Martí­nez del Rí­o su nombre artí­stico, Dolores del Rí­o. Ella y su esposo viajaron de luna de miel por Europa y a las islas de Hawai y, al regreso, se ocuparon de habitar el rancho algodonero de «Las Cruces».

    Es descubierta por Edwin Carewe, famoso productor de pelí­culas en una soireé organizada por Adolfo Best Maugard en la casa de Salvador Novo. Carewe invita al matrimonio Martí­nez del Rí­o a viajar a Hollywood.

    Rompiendo con todos los cánones de la sociedad mexicana de aquel entonces, contraviniendo la oposición de la familia Martí­nez del Rí­o y contando sólo con el apoyo de la madre de Dolores, la pareja emprendió el viaje, en tren, a Estados Unidos.

    Bajo la tutela de Carewe, la artista aprendió inglés y actuación, mientras que Jaime incursionaba como guionista sin resultado alguno.

    Sumergidos en el glamour y desengaño de Hollywood la pareja afronta serias dificultades, hasta que en 1925 Dolores consigue su primer papel en el filme «Joanna», tení­a 21 años.

    A pesar de que sus primeras pelí­culas en Hollywood no son un éxito, Carewe realiza una extensa campaña para promocionar su carrera, con el objetivo de convertirla en una versión femenina de Rodolfo Valentino.

    Su participación en el filme ‘What price Glory?’ en 1926, de Raoul Walsh, conseguirá darle el anhelado reconocimiento. A la par de su debut, comienza su fama al lado de figuras como Rodolfo Valentino, Lupe Vélez, Douglas Fairbanks, Marlene Dietrich, Ramón Novarro y Mary Pickford.

    Es declarada ganadora del premio WAMPA’S (Western Association of Motion Picture Advertisers) por ‘Baby stars » en 1926, junto con Joan Crawford, Mary Astor, Janet Gaynor y otras.

    El filme ‘Resurrection’ (1927) marcarí­a el inicio de su exitosa carrera por Hollywood.
    En 1928 filma ‘Ramona’, para la cual grabarí­a un tema musical con la RCA Ví­ctor, y que le reportó ganancias a la actriz por el resto de su vida. Pero justo en este gran momento de éxito, su esposo Jaime decide emigrar a Berlí­n, donde se suicida en 1929, mientras Dolores filmaba » Evangeline’.

    Hacia 1930 Carewe le propone matrimonio y rechaza la propuesta.

    Con el apoyo de la United Artists, Del Rí­o logra librarse de la tutela de Carewe, quién pretendí­a dominar su vida privada, ese mismo año conoce en una reunión, en el Castillo Hearst, al magnate de Hollywood Cedric Gibbons, Director Artí­stico de la Metro-Goldwyn Mayer.

    Contrae nupcias con él poco después y es quien contribuye a la consolidación de Dolores como estrella en Hollywood.

    En un principio rehúsa trabajar en el cine sonoro; los ejecutivos de Hollywood temí­an que su acento latino interfiriera con sus interpretaciones, pero después de grabar algunas canciones que se escuchaban antes de las proyecciones, decide protagonizar ‘The Bad One’, Paloma en 1931.

    En 1932 aparece en ‘Ave del paraí­so’, de King Vidor, donde escandaliza a los espectadores de la época al bañarse desnuda junto a Joel McCrea y en 1933 participa el musical ‘Volando a rí­o’, que respalda el lanzamiento de Fred Astaire y Ginger Rogers.

    El tránsito del cine mudo al sonoro no representó dificultad para la actriz, su desarrollo de starlette o aspirante a estrella a verdadera princesa de Hollywood vino a convertirla también en vanguardista en el mundo de la moda y favorita de los diseñadores de más renombre de aquel entonces.

    Sus posteriores años en Hollywood casi la encasillaron en comedias musicales, pues pese a no ser una gran bailarina y cantante, contaba con una gracia y fotogenia muy particular, durante 1934 y 1935 el coreógrafo Busby Berkeley la lució en los filmes ‘Wonder Bar’ y ‘In Caliente’, respectivamente.

    En 1936, fue considerada «la segunda mujer más bella de Hollywood» (según la revista ‘Photoplay’) , sólo superada por Greta Garbo.

    Pero la carrera de Dolores en Hollywood comenzó a experimentar un declive. Tras una serie de pelí­culas policiacas de escaso éxito filmadas con la Warner Bros., la mexicana es declarada «veneno de taquilla» , junto con otras estrellas como Marlene Dietrich, Joan Crawford y Katharine Hepburn, junto con otras actrices de la época.

    Hacia 1942, y luego de un proceso de desgaste de la relación, la artista se divorcia de Cedric Gibbons.

    Posteriormente, se vincularí­a sentimentalmente con el actor Orson Welles; con quien acepta participar en ‘Journey into Fear’ desempeñando sólo un pequeño papel, tiempo despues la relación detona el divorcio y Dolores desencadena un enorme escándalo; sin embargo, esto no afecta a Dolores del Rí­o quien opta por emigrar a México.

    Dolores regresó a México en 1942; a su llegada le es ofrecido el papel protagónico del filme ‘Flor Silvestre’, actuando al lado de Pedro Armendáriz, el cual se constituye en un clásico de la Epoca de Oro del cine mexicano, además de ser galardonado con el premio de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

    Posteriormente, se filmará el que es considerado como una de las obras maestras de Emilio Fernández, ‘Marí­a Candelaria’, filme que también contribuye a acrecentar el culto a Dolores como máxima diva del cine mexicano en 1943.

    Esta trayectoria iniciada en 1942 le redunda en una enorme popularidad y la cadena de éxitos se sucede de manera continua y aun cuando el giro de 180 grados la colocaba en condiciones muy diferentes a las de Hollywood, todaví­a seguí­a siendo considerada allá como primera figura del cine.

    Bajo la batuta del «Indio’ Fernández, la cámara de Gabriel Figueroa, la producción de Mauricio Magdaleno, y alternando con las grandes figuras, la imagen de Dolores adquiere alturas insospechadas como máxima actriz de la época de oro del cine mexicano, convirtiéndose Dolores en la imagen de México en el mundo entero.

    Pero la época dorada también conoció su declive y, sin duda, este comenzó con la desaparición fí­sica de muchos actores de renombre de la época y la constante variación de los gustos del público, aunando a ello la práctica de obligar a la producción de pelí­culas con presupuesto bajo, sacrificando calidad en busca de ganancias.

    En 1959, Ismael Rodrí­guez logra reunirla, en el filme ‘La Cucaracha’, con su » rival», Marí­a Félix, en un momento considerado como crepuscular en la época de oro del Cine Mexicano.
    Hacia el año de 1959 contrae nupcias con Lew Ryley, productor teatral estadounidense y antiguo miembro del Hollywood Canteen.

    Es llamada nuevamente a Hollywood en 1960 para amadrinar a Elvis Presley en ‘Estrella de Fuego’ y trabajar bajo la dirección de John Ford en el filme multiestelar ‘El Ocaso de los Cheyenne’.

    También participa el en filme italo-americano More than a Miracle de 1967 junto a Sophia Loren.
    Para ese entonces Dolores, consciente de su declive, participa en teatro en la puesta en escena de las obras, ‘Anastasia’ de 1956, en Broadway, ‘El Abanico de Lady Windermere’ de 1958 y ‘Camino a Roma’ en 1959.

    En el año de 1962 Dolores pierde a su madre, a pesar de ello no suspendió la temporada de ‘Espectros’ e incluso trabajó el mismo dí­a, después del sepelio, afirmando que ‘el show debe continuar’.

    La última pelí­cula protagonizada por Dolores es ‘Los Hijos de Sánchez’, en la que trabajó con Anthony Quinn y Lucí­a Méndez, entre otros; durante este tiempo se mantiene como miembro honorario de la ANDA, participando activamente en labores de beneficencia y apoyo a los actores.

    En 1983 comenzó a experimentar problemas de salud derivados de complicaciones hepáticas; es trasladada a la ciudad de Newport Beach, California, donde muere a la edad de 79 años.

    Sus restos fueron trasladados, en 2006, a la Rotonda de las Personas Ilustres, como reconocimiento por su contribución cultural a México.

    Posee una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en el 1620 de la Vine Street, por sus contribuciones a la industria cinematográfica.

    En 2005, gracias a su trayectoria, la actriz fue objeto de un homenaje organizado por la Asociación Nacional de Actores (ANDA) , en el que recordaron sus más grandes actuaciones en cine mediante una exposición alusiva a su trayectoria que incluyó fotografí­as y poemas