Desencadenar otra guerra civil, como la que en el siglo XIX enfrentó al Norte y al Sur de Estados Unidos por la cuestión esclavista, era lo que pretendía Dylann Roof cuando el miércoles por la noche mató a nueve afroamericanos en Charleston (Carolina del Sur), en una de las iglesias más emblemáticas de la comunidad negra estadounidense. Amigos del joven, de 21 años, detenido por la Policía horas después de la masacre, aseguran que en los últimos meses Roof se había radicalizado en sus opiniones raciales.
«Iba diciendo que las razas deben estar segregadas, que los blancos deben estar con los blancos», ha contado a la prensa Joseph Meek, un amigo de juventud que recientemente había recuperado el contacto con Roof. A Meek le sorprendieron las ideas racistas que había desarrollado su amigo. Aunque en un principio no dio importancia a las aseveraciones de Roof de que quería «hacer daño a mucha gente», su alarma creció cuando en abril el asesino racista tuvo una pistola como regalo de cumpleaños. Meek se la sustrajo y la escondió, pero luego decidió devolvérsela.
Otro amigo, Dalton Tyler, confirma el deseo de Roof de desencadenar una guerra racial. Asegura que se veía a sí mismo como la chispa que daría lugar a esa rebelión de los blancos contra los negros, y que pensaba suicidarse tras su actuación.
Roof llevaba en la matrícula de su coche la bandera de la Confederación (los estados sureños esclavistas de EE.UU. que se enfrentaron al norte en la guerra civil de 1861-1865). También apareció en una foto de Facebook llevando una cazadora negra con la bandera de Suráfrica durante el apartheid y la del desaparecido régimen segregacionista blanco de Rodesia. Lo curioso es que muchos de sus 88 amigos en Facebook son negros.
Roof podría haber estado planeando una matanza desde febrero. Entonces la Policía le interrogó por merodear por un centro comercial haciendo preguntas extrañas en las tiendas sobre cuántos empleados tenían y a qué hora salían de su trabajo. Alegó que estaba buscando empleo, presionado por sus padres, pues desde que en 2010 colgó sus estudios secundarios no tenía una ocupación. Pero en ninguna tienda pidió formularios de empleo.
En esa ocasión la Policía le encontró un medicamento normalmente usado para combatir la adicción a la heroína. Dos meses más tarde, en abril, la Policía le arrestó por volver al mismo centro comercial, al que estaba obligado a no acercarse. Lo que pudo llevarle a cambiar de objetivo y planear el ataque contra el emblemático templo de la Emanuel Church de Charleston.
El dolor por las víctimas de la masacre de Charleston ha sido compartido por los familiares de Dylann Roof. Carson Cowles, un tío suyo, asegura estar dispuesto a aplicarle la inyección letal en caso de una condena a muerte. «Seré el que apriete el botón. Si es culpable, el botón lo apretaré yo mismo», afirmó. Su hermana, que iba a casarse este domingo, se puso en contacto con la Policía para identificar a Roof nada más ver las fotos que de él se difundieron tras los disparos. Por el temor a un linchamiento, el joven es mantenido separado del resto de reclusos.
El presidente Barack Obama, por su parte, afirmó ayer que la bandera confederada –identificada por muchos como un símbolo racista– debe «ondear en museos, no en los mástiles de edificios oficiales». Era una clara alusión al Congreso de Carolina del Sur, donde a pesar de ser jornada de luto oficial seguía ondeando ayer.
Etiqueta: Charleston
-
Familiares de Dylann Roof hablan de su ataque
-
El juicio a Dylann Roof reaviva el debate de posesión de armas
Tras la masacre de nueve personas en una iglesia de Carolina del Norte, las perspectivas de que el Congreso apruebe imponer límites a la posesión de armas siguen siendo las mismas que hace años: remotas por ahora, según legisladores y activistas de ambos lados de la polémica.
Al reconocer que una medida del Congreso era improbable por ahora, el presidente Barack Obama dijo que los legisladores ajustarán las restricciones federales a la posesión de armas cuando crean que la gente lo exija.
«No me resigno», dijo Obama a la Conferencia de Alcaldes reunida en San Francisco el viernes. «Tengo fe de que con el tiempo haremos lo correcto».
Otros dijeron que había escasos indicios de que la matanza de nueve feligreses negros -presuntamente por el pistolero blanco Dylann Storm Roof- impulsará al Congreso a tomar medidas, en vista de la historia reciente.
«Soy escéptico de que cambie la manera de pensar de gente que no se convenció con Newtown», dijo el senador demócrata por Connecticut Chris Murphy, aludiendo al intento fallido del Senado por reforzar los controles de antecedentes a los compradores de armas tras la masacre de 26 niños y maestros en la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, en 2012.
En todo caso, las probabilidades de una medida legislativa parecen menores que antes, dado que las dos cámaras están dominadas por el Partido Republicano, tradicionalmente menos proclive a limitar la posesión de armas. Cuando el Senado rechazó los controles de armamentos en 2013, después de Sandy Hook, los demócratas tenían la mayoría.
«No pudo conseguirlo después de Sandy Hook con el control demócrata» del Senado, dijo Erich Pratt, vocero de Gun Owners of America (Dueños de Armas de Estados Unidos), que defiende el derecho a portar armas. «No lo conseguirá con el control republicano».
Los investigadores empezaban a recolectar información sobre la matanza del miércoles en una histórica iglesia negra en Charleston, Carolina del Sur. Roof, de 21 años, deberá responder a nueve cargos de homicidio y el Departamento de Justicia dijo que estudia si clasificar el ataque como crimen de intolerancia o incluso terrorismo interno.
«El problema sigue siendo cómo impedimos que las armas lleguen a manos de quienes no deben tenerlas sin violar los derechos constitucionales de los estadounidenses respetuosos de las leyes», dijo el presidente de la Comisión Judicial del Senado, el republicano Chuck Grassley. «Hay tiempo de sobra para aprender más sobre lo que sucedió y debatir los medios para prevenir estos actos insensatos».
Murphy y otros atribuyen la renuencia del Congreso al poder de la NRA, la organización estadounidense que defiende los derechos de compra y tenencia de armas.
«El Congreso es incapaz de actuar porque está lleno de perritos falderos del cabildo armamentista», dijo Dan Gross, presidente de la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con armas.
El Congressional Record, con las actas de las sesiones, revela que si bien varios legisladores de ambas cámaras tomaron la palabra el jueves para expresar su tristeza por la matanza en Charleston y ofrecer condolencias, ninguno pidió que se tomen medidas para controlar las armas. La palabra «arma» fue pronunciada siete veces, mientras que «control de antecedentes», «control de armas» y «armas de fuego» no aparecieron en absoluto. -
Atentado de Dylann Roof en Charleston evidencia la tensión que hay
Con un pasado oscuro y un presente complicado, las relaciones raciales han sido siempre un desafío en Charleston, la ciudad donde, a decir de la policía, un joven blanco asesinó a tiros a nueve personas negras en una histórica iglesia afroestadounidense. La ciudad, en la costa de Carolina del Sur, fue alguna vez un importante puerto de esclavos y el sitio donde se realizaron los primeros disparos de la Guerra Civil.
Un siglo después, Charleston también fue centro de movilizaciones de activistas de los derechos civiles que se reunían con frecuencia en la Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel.
El progreso en las últimas décadas ha incluido el aumento de la clase media negra, pero persisten zonas de pobreza mientras que el aburguesamiento ha resultado en la expulsión de habitantes negros a medida que la gente llega en grandes cantidades a barrios más modernos.
«Charleston da la impresión de ser una ciudad cosmopolita progresista, y hasta cierto punto es verdad», informó Bobby Donaldson, profesor adjunto de Historia en la Universidad de Carolina del Sur. «Sin embargo, los problemas persisten, quizá no a la vista, quizá no tan evidentes, pero son muy reales».
Los historiadores afirman que aunque Charleston tal vez no recibió la misma gran atención que otras ciudades del sur durante la era de la lucha de los derechos civiles tuvo una activa participación en ese movimiento.
El primer plantón de protesta en la ciudad tuvo lugar en 1960 ante la negativa de los restaurantes a ofrecer servicio de comida en la barra a personas de raza negra; hubo boicots económicos contra tiendas que no atendieran ni contrataran negros, dijo Jon Hale, historiador de los derechos civiles en College of Charleston.
«La movilización fue pacífica, no hubo ninguna iglesia incendiada ni se tuvo un Bull Connor», afirmó Hale en referencia al jefe policial segregacionista de Birmingham.
Charleston fue la primera ciudad de Carolina del Sur que eliminó la segregación en las escuelas por el fallo que emitió un juez en 1963. La ciudad fue destino frecuente del reverendo Martin Luther King Jr., que predicó en la iglesia Emanuel.
Septima Clark, dirigente a favor del registro de electores con la Conferencia de la Dirección Cristiana del Sur, vivió en Charleston y efectuó actividades en la región.
La mayor protesta relacionada con los derechos civiles sucedió cuando 400 trabajadores de hospitales, en su mayoría negros, abandonaron sus trabajos en demanda de un alza salarial y mejores condiciones de trabajo. La huelga, ocurrida en 1969, incluyó una marcha en la que participaron unas 5.000 personas.
Algunos habitantes afirman que han persistido las tensiones raciales.
«Es grandioso que todos nos hayamos unido y que intentemos un cambio como uno solo, blancos, negros, hombres y mujeres, pero sigue habiendo mucha tensión», declaró afuera de la iglesia Dorothy Nicole Marshall, ex militar negra de la Fuerza Aérea.
En el siglo XIX, la violencia racial se ha entrelazado con la historia de la iglesia Emanuel. Un fundador de la iglesia, Denmark Vesey, fue colgado porque intentó organizar una revuelta de esclavos en 1822, y terratenientes blancos incendiaron la iglesia en venganza; la congregación de creyentes negros tuvo que efectuar sus actos de adoración religiosa en la clandestinidad incluso hasta después de la Guerra Civil.
El estado construyó un puesto militar para impedir futuras rebeliones y con el tiempo ese lugar se convirtió en el colegio militar Citadel, dijo Hale.
Los defensores de los derechos civiles afirman que un obstáculo al progreso ha sido que continúe ondeando la bandera de guerra confederada en los terrenos de la sede del gobierno estatal.
Las críticas se han desplazado nuevamente hacia esa práctica debido a la insignia confederada que el presunto joven armado exhibía en su vehículo.
La zona también saltó a los titulares de la prensa internacional a principios de año cuando un hombre negro desarmado fue muerto a tiros por un policía blanco después de que le ordenara detener el vehículo en la localidad vecina de North Charleston. El hoy ex policía Michael Slager fue acusado de homicidio.
La complicada relación en la ciudad es puesta en relieve por el hecho de que la Universidad de Charleston, donde estaba prevista una vigilia de oración para el viernes en la noche, es dirigida por Glen McConnel, un entusiasta y recreador de la Guerra Civil.
McConnel, oriundo de Charleston, con su marcado acento sureño y lento, fue quizá el más ferviente defensor de que ondeara la bandera confederada durante su periodo en el Senado estatal.
McConnel dijo alguna vez que arriar la bandera de la sede del gobierno estatal equivalía a un «genocidio cultural».
Carolina del Sur fue el último estado que ondeó la bandera de batalla confederada en su Capitolio hasta que en 2000 la cambió de lugar, a un asta de nueve metros (30 pies) de alto frente al inmueble principal.
Pat Sullivan, profesor de Historia en la Universidad de Carolina del Sur, dijo que la bandera se encuentra en un lugar prominente en la ciudad cerca de donde vivía el sospechoso Dylann Roof.
La bandera fue izada sobre la sede del gobierno estatal en 1962 en el momento de mayor intensidad del movimiento de los derechos civiles.
«La bandera ondea en terreno de la sede del gobierno estatal, que es un lugar de honor», declaró Sullivan. «En la década de 1960 ondeó en ese espacio en defensa de la segregación».
Entre quienes han exigido el retiro de la bandera figura el alcalde de Charleston, Joseph P. Riley Jr., que participó en 2000 en el Capitolio en una marcha de unas 50.000 personas en demanda de que arriaran ese símbolo.
El viernes, Riley dijo que en sus 40 años como funcionario ha intentado al máximo la mejora de las relaciones raciales en la ciudad.
Señaló que Charleston construye el Museo Internacional Africano Americano cerca de las aguas donde muchos esclavos dieron sus primeros pasos en suelo de Estados Unidos y de donde fueron llevados a pie hasta el mercado en el que serían vendidos.
«Será un lugar de sanación», declaró Riley.