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  • Abraham Gonzalez, revolucionario mexicano

    Agricultor y revolucionario, oriundo de Ciudad Guerrero, Chihuahua. Militó en la oposición desde el porfiriato. Fue delegado a la Convención Antirreeleccionista de la capital en 1910. Jefe de la revolución maderista en su estado natal, ostentó el grado de coronel y recibió el nombramiento de gobernador provisional, después interino y, en 1911, constitucional.

    Ocupó la Secretaría de Gobernación en el gabinete de Francisco I. Madero, entre noviembre de 1911 y febrero de 1912. Regresó a Chihuahua para hacerse cargo de su gobierno, y estuvo a punto de perder la vida durante la rebelión orozquista.El general Rábago lo depuso como jefe del Ejecutivo estatal el 23 de febrero de 1913.

    Fue asesinado en Mápula el mes siguiente.

  • Miguel Hidalgo y Costillas

    Padre de la Patria, iniciador de la Independencia de México. Fue el segundo hijo de Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Doña Ana Marí­a de Gallaga. Nació el 8 de mayo en la hacienda de Corralejo, jurisdicción de Pénjamo, Guanajuato.

    Sus primeros años los pasó en la misma hacienda de Corralejo, de la cual era su padre administrador y en seguida pasó a estudiar a Valladolid (Morelia), en el Colegio de San Nicolás.

    En ese mismo colegio, al crecer, dio cursos de filosofí­a y teologí­a; llegó a ser rector del establecimiento en 1791. Por su talento, los colegiales le pusieron por apodo el «Zorro». Recibió el grado de bachiller en teologí­a en la ciudad de México, en 1773, y se ordenó sacerdote en 1778. Sirvió en varios curatos, y a la muerte de Joaquí­n, su hermano mayor, se le dio el del pueblo de Dolores. Traductor del francés, se aficionó a la lectura de obras de artes y de ciencias, y tomó con empeño el fomento de varios ramos agrí­colas e industriales en su curato.

    La fracasada conspiración de Valladolid, ocurrida en 1809, solapada, se refugió en Querétaro y allí­ cobró fuerzas; la protegí­a el corregidor Don Miguel Domí­nguez, y en 1810 reclutaba partidarios mientras llegaba la hora de mostrarse abiertamente. Se ignora cuándo se unió Hidalgo a los conspiradores, pero él reconoció después que trataba con Allende, «con quien habí­a tenido anticipadamente varias conversaciones acerca de la independencia, sin otro objeto por su parte que el de un puro discurso; pues sin embargo de que estaba persuadido que serí­a útil al reino. Nunca pensó entrar en proyecto algunoâ?.

    Hidalgo, pues, sabí­a de la conjura, pero no se afiliaba. y así­ corrió el tiempo hasta que, a principios de septiembre de 1810, por instancias de Allende, Hidalgo se decidió y comenzó a trabajar en el logro de la empresa. Entretanto, la conspiración fue descubierta a las autoridades, y los conjurados fueron reducidos a prisión. Hidalgo supo vagamente de la denuncia hacia el 12 o 13 de septiembre pero sólo hasta la madrugada del dí­a 16 supo del curso de los acontecimientos.

    Era domingo, y más temprano de lo acostumbrado, se llamó a misa en la parroquia; comenzaba la lucha por la Independencia. El mismo dí­a 16 salieron Hidalgo y los suyos de Dolores. Marcharon a San Miguel el Grande, y al anochecer entraron en la población. Allí­ se les unió el Regimiento de la Reina, y en el camino se les unió una multitud de gente del campo, principalmente indios, armados con flechas, palos, hondas e instrumentos de labranza.

    Al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, la hizo suspender del asta de una lanza, y aquel fue el estandarte del ejército. El 22 de septiembre, con asistencia del Ayuntamiento de Celaya, fue nombrado Hidalgo general y quedó investido del mando supremo del ejército, que ya sumaba 50 mil hombres.

    Con aquellas fuerzas se avanzó sobre Guanajuato, y el 28 cayó en sus manos la ciudad. El obispo electo de Michoacán, Abad y Queipo, declaró excomulgados a Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Hidalgo, para defenderse, escribió tiempo después un manifiesto, donde también proponí­a la reunión de los representantes de las ciudades, villas y lugares, formando unas Cortes que dieran leyes sabias y apropiadas a las necesidades de los pueblos.

    En Acámbaro el capitán general fue declarado generalí­simo, con mayores facultades y distinciones. El ejército siguió para Maravatí­o, Tepetongo, Hacienda de la Jornada, Ixtlahuaca y Toluca, y el 30 de octubre desbarató en el monte de las Cruces las fuerzas de Torcuato Trujillo, mandadas por el virrey Venegas para contenerlo. Con esta victoria quedó abierto el camino de la capital; Allende era de la opinión de que se avanzara sobre ella aventurando un golpe decisivo; Hidalgo se opuso alegando la falta de municiones, la pérdida sufrida en la batalla, que habí­a infundido gran terror en la gente bisoña, la aproximación de las tropas realistas al mando de Calleja y de Flon, y el éxito dudoso de un combate contra la guarnición de la ciudad.

    Sin hacer nada se estuvieron a las puertas de México hasta el 1 de noviembre, y el 2 comenzaron a retroceder por donde habí­an venido. A consecuencia de ello, perdieron la mitad de la gente por la deserción. Los insurgentes ignoraban el rumbo que traí­a el ejército realista y las operaciones que habí­a ejecutado. Al amanecer del 7 de noviembre, en Aculco, fueron atacados, y se dispersaron completamente sin combatir, dejando en el campo sus equipajes y útiles de guerra.

    Allende se retiró para Guanajuato, Hidalgo entró con cinco o seis personas en Valladolid, habiendo disminuido las numerosas fuerzas reunidas poco antes. La separación de los dos jefes tuvo por objeto poner en estado de defensa a Guanajuato, mientras la insurgencia se reorganizaba. Hidalgo resolvió marchar a Guadalajara con más de siete mil hombres.

    Guanajuato se perdió el 25 de noviembre de 1810. Allende marchó a Zacatecas y de ahí­ a Guadalajara. Allí­ se intentó crear un gobierno del que Hidalgo era cabeza, con dos ministros, uno de «Gracia y Justicia» y otro denominado «Secretarí­a de Estado y del Despacho». Hidalgo legislaba como suprema autoridad. Ordenó la publicación de El Despertador Americano y expidió, el 6 de diciembre, un decreto para abolir la esclavitud y los tributos.

    Las fuerzas realistas llegaron a las cercaní­as de Guadalajara. En Puente de Calderón se enfrentaron a los insurgentes y los derrotaron. El ejército se desbandó. Hidalgo salió para Aguascalientes, y de ahí­ a Zacatecas. Lo alcanzó Allende en la hacienda del Pabellón, y el 25 de enero, en compañí­a de Arias y de otros jefes, depusieron al generalí­simo del mando, reduciéndolo a un papel insignificante en realidad, aunque su destitución no se hizo pública y en apariencia conservaba su autoridad.

    En Saltillo se determinó que los jefes principales, con la mejor tropa y el dinero, partiesen para Estados Unidos y, en el camino, fueron hechos prisioneros por los realistas el 21 de marzo, en las Norias del Baján.

    Hidalgo fue llevado a Monclova, de allí­ salió el 26 de marzo por el ílamo y Mapimí­, y el 23 de abril entró en Chihuahua. Se le formó proceso, que fue más lento que el de sus compañeros a causa de su condición de religioso. La sentencia de degradación sacerdotal se pronunció el 27 de julio y el 29 se ejecutó en el Hospital Real donde Hidalgo estaba preso.

    El Consejo de Guerra condenó al reo a ser pasado por las armas, no en un paraje público como sus compañeros, y tirándole al pecho y no a la espalda, conservándose así­ la cabeza. Su cabeza, con las de Allende, Aldama y Jiménez, se pusieron en jaulas de hierro en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato. El cuerpo tuvo sepultura en la tercera Orden de San Francisco de Chihuahua, y en 1824 fueron traí­dos el tronco y la cabeza a México, para enterrarlos con gran solemnidad. En la actualidad, sus restos descansan en la Columna de la Independencia de la ciudad de México.

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  • Adolfo de la Huerta

    Presidente de la República en 1920. Nació en Guaymas, Sonora. Hizo la primaria en ese puerto y la preparatoria en la ciudad de México.

    Estudió contabilidad y música. Contador de la Agencia del Banco Nacional de México y gerente de la Tenería San Germán. Desde 1908 estuvo en contacto con Miguel Alemán, Pino Suárez, Carvajal y otros que más tarde se levantaron en armas.

    Antes del triunfo de la Revolución participó en la agitación política y en la inconformidad con respecto al régimen porfiriano, tanto en el campo como en el periodismo.

    En octubre de 1913, el jefe del Ejército Constitucionalista le nombró oficial mayor de la Secretaría de Gobernación; encargado del despacho en 1915, hasta abril de 1916, cuando se le nombró gobernador provisional de Sonora: exigió manifestaciones de bienes a los empleados, se estableció la Cámara Obrera; se restituyeron los ejidos de Álamos; se restableció el Supremo Tribunal de Justicia; y promulgó la Constitución Federal de Querétaro, de 1917.

    Entregó el poder el 30 de junio de ese año. Volvió a fungir como Oficial Mayor de Gobernación; fue senador por Sonora y luego se le nombró cónsul general de México en Nueva York. Dejó el cargo para figurar como candidato a gobernador constitucional de Sonora. Ocupó el puesto el 1 de septiembre de 1919.

    En 1920, distanciado de Carranza, apoyó el Plan de Agua Prieta. Al caer Carranza se le nombró presidente provisional a partir del 1 de junio; entregó el poder a Álvaro Obregón el 1 de diciembre del mismo año. En esta fecha lo nombraron ministro de Hacienda. Reorganizó las finanzas nacionales.

    Precandidato al gobierno del país, y en pugna con Obregón y Calles, a fines de 1923 desconoció al gobierno de Obregón; le proclamó presidente provisional el general Guadalupe Sánchez. El movimiento fracasó y De la Huerta se exilió en Los Ángeles, California. Fue después visitador general de consulados y director general de Pensiones Civiles. Murió en la ciudad de México.

  • Biografia de Ignacio Allende

    Nació en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), en Guanajuato. Hijo de españoles, heredero de regular fortuna, abrazó la carrera de las armas. Ganó sus primeros ascensos en Texas a las órdenes de Félix María Calleja, cuando en 1801 batieron a Nolland, un aventurero estadounidense. En 1806, ya era capitán. Empezó desde entonces a mostrarse partidario de la independencia.

    En San Miguel estaba al mando del Regimiento de Dragones de la Reina. Acogió con entusiasmo los proyectos de los conspiradores de Valladolid, y a pesar de ser éstos aprehendidos, siguió conspirando. De acuerdo con Miguel Hidalgo, se fijó el 1 de octubre de 1810 el inicio de la Guerra de Independencia.

    Sospechoso ante el intendente de Guanajuato, se giraron órdenes para arrestarlo al mismo tiempo que se descubría la conspiración. Hidalgo le hizo marchar de San Miguel a Dolores. La denuncia de Querétaro los retuvo dos días en Dolores, hasta que Hidalgo resolvió lanzarse a la lucha. Allende no puso objeciones y fue a sublevar el Regimiento de la Reina. La circunstancia de que el padre Hidalgo fuera el más resuelto, determinó que la jefatura recayera en su persona, y no en Allende, que parecía el caudillo más lógico. Entraron los insurgentes a San Miguel y luego a Celaya. En esa ciudad Allende empezó a organizar su ejército, que ya pasaba de 40 mil hombres.

    El 22 de septiembre se le nombró teniente general; Hidalgo ostentaba el título de capitán general. La indisciplina en las filas insurgentes le hizo marchar sobre Guanajuato, y no sobre Querétaro, ya fortificado. En el camino hacia la Ciudad de México, al pasar por Acámbaro, Hidalgo, fue proclamado generalísimo y Allende capitán general, por un ejército de ochenta mil hombres.

    Allende hizo retroceder al realista Torcuato Trujillo hacia el Monte de Las Cruces, batalla en que triunfaron los insurgentes. Sostuvo Allende la necesidad de marchar sobre México, dado el indudable prestigio que su ocupación ocasionaría, además de la fuga o prisión del virrey y la desorganización del gobierno de la capital. Prevaleció la opinión de Hidalgo y los insurgentes retrocedieron cuando se encontraban a pocos kilómetros de la ciudad de México. La dispersión que esto ocasionó se agravó con la derrota de Aculco donde se impuso el brigadier Félix María Calleja.

    Allende se separó de Hidalgo y regresó a Guanajuato. Puso a la ciudad en estado de defensa y mostró sus cualidades de organizador: fundió cañones, barrenó peñascos; fabricó armas y pólvora y solicitó auxilios de Hidalgo, quien se hallaba en Valladolid; de Torres, dueño de Guadalajara, y de Iriarte en San Luis Potosí; este último intentó auxiliarle, pero el rápido movimiento de los realistas lo impidió.

    Al llegar Calleja a Guanajuato y tomar las principales posesiones, Allende tuvo que abandonar la ciudad y marchó a Guadalajara. Las diferencias con Hidalgo le hicieron apartarse del gobierno civil, dedicándose sólo a la organización del ejército.

    En la batalla de Puente de Calderón, Allende mostró una vez más sus dotes militares, secundado por Aldama y Abasolo. Tres veces fueron rechazados los realistas a las órdenes de Manuel Flon, y en dos ocasiones volvieron la espalda las tropas de Calleja cuya pericia, unida a la explosión de un carro lleno de municiones en el lado insurgente, inclinaron la victoria por los ejércitos virreinales.

    Allende, perdida toda esperanza, marchó rumbo a Zacatecas para unirse allí con Hidalgo. Las discordias entre los insurgentes aumentaron. Hidalgo dimitió verbalmente del mando y Allende fue reconocido generalísimo. Ordenó que la retirada se hiciera hasta Saltillo. Antes se adelantó a Matehuala para imponer respeto a los realistas.

    En una junta del 16 de marzo de 1811 se nombró jefe a Ignacio Rayón y se acordó marchar hacia Estados Unidos. El 21 de marzo fueron hechos prisioneros por Ignacio Elizondo en Acatita de Baján: Allende fue el único que hizo resistencia y vio morir a su hijo en la refriega. Se les condujo a Monclova y luego a Chihuahua, donde se les procesó desde el 6 de mayo.

    Luego de ser sometido a un proceso, fue sentenciado a muerte y se le pasó por las armas el 26 de junio de 1811, en unión de Jiménez, Juan Aldama y Manuel Santamaría. Su cabeza fue colgada en uno de los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas, hasta marzo de 1821, cuando el general Anastasio Bustamante la hizo quitar. Sus restos reposan en la cripta de la Columna de la Independencia, del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México

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  • Francisco Ignacio Madero, revolucion mexicana

    Presidente de la República. Nació en la hacienda de El Rosario, Parras de la Fuente, Coahuila. Perteneció a una acaudalada familia de agricultores.

    Estudió la carrera de comercio, primero en Baltimore, Estados Unidos; después en el Liceo de Versalles, Francia; viajó por Europa e ingresó, finalmente, a la Universidad de San Francisco, California.

    A los veinte años de edad se radicó en San Pedro de las Colonias, para administrar las propiedades que tení­a su padre en la región de La Laguna. Se entregó plenamente a las faenas agrí­colas e implantó modernos sistemas de cultivo. En 1900 publicó sobre el tema un folleto en que propuso la construcción de una represa en previsión de la sequí­a. Por ese folleto recibió una carta de felicitación del presidente Dí­az.

    Fue afecto a los estudios filosóficos y espiritistas, siendo el primer comentador mexicano del libro Baghavad Gita. Al mismo tiempo que tecnificaba la agricultura, desarrollaba una tarea social entre los campesinos: construyó habitaciones higiénicas para sus obreros; aficionado a la medicina homeopática, se dedicaba a curar a los peones.

    Protegió y educó a numerosos jóvenes, a los que mandaba a estudiar a diversos lugares del paí­s. Fundó, con su dinero, la Escuela Comercial de San Pedro; procuró fomentar la instrucción por todos los medios. Entre su familia gozaba de fama de poco práctico.

    En 1906 figuró como delegado por el Centro de Estudios Psicológicos de San Pedro de las Colonias en el Primer Congreso Nacional Espiritista. Fue un comentador entusiasta de El libro de los Espí­ritus de Allan Kardec.

    Desde 1904 interviene en las cuestiones polí­ticas de Coahuila. Se le nombra presidente de un club democrático que lucha por la gubernatura de ese Estado. Colabora en el órgano de ese centro, El Demócrata, en el que escribe artí­culos polí­ticos, en los que difunde sus ideas sobre los derechos humanos, el voto, la libertad. Además, desarrolla una gran tarea proselitista entre los hacendados. Comienza a destacar en la oratoria popular.

    En 1908 publica su libro â??La sucesión presidencial en 1910â?, en el que expone las principales cuestiones que se plantean al paí­s. Alcanza éxito, pues está al alcance de todos. Más tarde lucha en el Partido Antirreeleccionista, que lo lanza como candidato a la Presidencia de la República.

    Desarrolló una valerosa campaña intensa en toda la República, que le atrajo numerosos partidarios. Cuando se declara que el presidente Dí­az ha sido nuevamente reelecto, Madero se lanza a la Revolución con el Plan de San Luis, del 6 de octubre de 1910.

    Se le encarceló primero en Monterrey y luego se le llevó a San Luis de donde se fugó y lanzó el plan del mismo nombre. En él excitaba al pueblo mexicano a levantarse en armas el 20 de noviembre.

    Marchó a Estados Unidos y pronto la rebelión maderista comenzó a crecer; primero poco a poco, con la lucha iniciada en Puebla por Aquiles Serdán; después con gran í­mpetu, con Pascual Orozco y Francisco Villa.

    Madero penetró a territorio mexicano y asistió a varios combates, entre otros el de Casas Grandes, donde resultó herido. Después asistió a la toma de Ciudad Juárez, a cuya caí­da el gobierno de Porfirio Dí­az inició negociaciones que terminaron con la renuncia del Presidente. Madero esperó el interinato de Francisco León de la Barra para lanzar nuevamente su candidatura presidencial; primero lo hizo con el doctor Vázquez Gómez contra Dí­az; y luego con José Marí­a Pino Suárez, a quien auspició el propio Madero.

    El triunfo fue arrollador, y el 6 de noviembre de 1911, tomó posesión como presidente de la República. Su gobierno no mostró gran solidez. Ya el interinato habí­a minado su fuerza. Si antes de tomar la Presidencia trató de resolver el conflicto provocado por las cuestiones de tierras, al frente del cual se encontraba Zapata, pronto tuvo que luchar contra el mismo caudillo, que lanzó el Plan de Ayala.

    Como algunos de los principales elementos que intervinieron en la lucha contra la dictadura no fueron compensados, apareció el descontento. Pascual Orozco se lanzó a la rebelión en 1912. La disolución que hizo del Partido Antirreeleccionista, también le atrajo adversarios. Su propio gabinete estaba integrado con elementos no adictos a la Revolución, pues los fines conciliatorios de Madero propiciaban esa combinación, que al final produjo resultados adversos.

    Fracasada la rebelión de Orozco, apareció en octubre la de Félix Dí­az, que también fracasó. Por otro lado, su polí­tica digna en materia internacional, le suscitó la aversión del embajador de Estados Unidos. Henry Lane Wilson, que se convirtió en su principal adversario y en protector de los rebeldes al régimen. También habí­a tenido que vencer, por cierto fácilmente, la revuelta del general Bernardo Reyes.

    Su administración no tuvo momento de reposo y el 9 de febrero de 1913 estalló el cuartelazo de la Ciudadela, en el que los distintos grupos, vencieron al régimen. Madero confí­ó el mando de las tropas del gobierno a Victoriano Huerta, quien lo traiciona. Primero fue encarcelado y obligado a presentar su renuncia a la Presidencia de la República; después, fue asesinado la noche del 22 de febrero de 1913.

  • Carlos Maria de Bustamante, independencia de Mexico

    Nació en Antequera, antiguo nombre de la ciudad de Oaxaca. Su padre, José Antonio Sánchez de Bustamante, español, fue casado cuatro veces siendo Bustamante el primogénito de su segundo matrimonio.

    Después de estudiar gramática latina, cursó filosofía en el Seminario de Oaxaca, y en la ciudad de México se graduó de bachiller en artes, y al regresar a su ciudad natal, en teología, en 1800. Empezó en 1796 la carrera de jurisprudencia en la Ciudad de México. Pasó a Guanajuato y después a Guadalajara en cuya Audiencia se recibió de abogado, y de la que fue relator. Cuando le mandaron extender una sentencia de muerte, renunció el mismo día y se volvió a la capital del país. En 1805, con Jacobo de Villaurrutia, fundó el Diario de México.

    Desde 1808, pese a compartir el entusiasmo que despertó en México el levantamiento de España contra los franceses, cambió de ideas con la prisión del virrey Iturrigaray y del licenciado Verdad, su amigo y protector, y se inclinó por quienes iniciaban la emancipación política de México.

    En 1812, promulgada la Constitución de Cádiz, fue Bustamante uno de los primeros en hacer uso de la libertad de imprenta, publicando El Juguetillo que el virrey suspendió, y temiendo Bustamante por su seguridad personal, marchó para Zacatlán, lugar ocupado por Osorno, jefe insurgente. Pasó después a Oaxaca, y fue nombrado, por órdenes de Morelos, brigadier e inspector general de caballería, y reorganiza el cuerpo de esa arma, llamado de Valles. Redacta en Oaxaca el periódico El Correo del Sur.

    Instalado el Congreso de Chilpancingo, dejó Bustamante las actividades militares para asistir a dicha asamblea como representante de México. Escribió el discurso con que Morelos abrió las sesiones. Al cambiarse el Congreso de Chilpancingo a Oaxaca, se adelantó Bustamante para preparar su establecimiento, pero las circunstancias que concurrieron a su llegada hicieron que se trasladara a Tehuacán, donde la actitud hostil de Juan Nepomuceno Rosains le obligó a salir para Zacatlán, ocupado por Osorno, que fue sorprendido por los realistas. Bustamante apenas logró escapar.

    Refugiado en la hacienda de Alzayanga con el guerrillero Arroyo, fue comisionado a Estados Unidos como enviado por Rayón para pedir auxilios, debiendo embarcar en la barra de Nautla. En el curso de su viaje fue atacado por el guerrillero Anzures, quien le mató a uno de sus criados y lo despojó de cuanto llevaba, dejándole pasar sin embargo para volverle a sorprender la misma noche y llevarle preso a Huatusco.

    Pasando mil peripecias logró llegar a Tehuacán, y allí lo aprehendieron al día siguiente. Pudo escaparse y se refugió en el rancho de Acatlán. La deposición y prisión de Rosains por el general Terán permitió a don Carlos regresar a Tehuacán, para enterarse, a su llegada, de la derrota y prisión de Morelos y de la sumisión de los territorios cercanos a los españoles.

    Intentó por segunda vez embarcarse en Nautla, pero ya había caído en poder de los realistas. No le quedó otro recurso que solicitar el indulto. Conducido a Veracruz, proyectó su fuga ayudado por amigos españoles que lograron embarcarlo en un bergantín de la marina de guerra inglesa, de donde le sacó preso el capitán del puerto, Ramón Gil.

    Antes tuvo tiempo de entregar a unos marinos ingleses cinco cuadernos en que tenía escrita la historia de la revolución, y que recomendó fueran puestos en manos del almirante de Jamaica, para que Europa conociera los sucesos de México. Trasladado al castillo de San Juan de Ulúa, permaneció preso trece meses en precarias condiciones.

    El 2 de febrero de 1819, le sacaron del castillo y le dieron por cárcel la ciudad de Veracruz. Proclamada en Iguala la Independencia, a lo que contribuyó aconsejando por carta a Vicente Guerrero hiciese un acuerdo con Iturbide, se unió en Jalapa a las tropas de Santa Anna.

    Formó parte en 1822 del Congreso, cuya presidencia ocupó por aclamación, mientras se hacía la elección de titular. En pugna con Iturbide desde antes de que el Ejército Trigarante entrara a la ciudad de México, sus críticas, expresadas en el semanario La avispa de Chilpancingo, y sostenidas en el mismo Congreso, le valieron ser aprisionado en el convento de San Francisco junto con los demás diputados, a quienes se acusaba de participar en una supuesta conspiración contra Iturbide. Recobró la libertad en marzo de 1823, con motivo de la reinstalación del Congreso, y a la caída del Imperio fue electo de nuevo para el Congreso que formó la Constitución Federal.

    En 1827 se le nombró Auditor de Guerra cesante, para que percibiese la pensión correspondiente. Desde ese año hasta 1833, sufrió diversas persecuciones por sus actividades políticas y su espíritu inquieto. El 21 de noviembre de 1837 integró el Supremo Poder Conservador como uno de sus cinco miembros. Ocupó este lugar hasta 1841. Rechazó el cargo de consejero de estado que le ofreció Santa Anna en 1843.

    Desde 1824 y hasta su muerte, Bustamante pasó su vida en el Congreso, en el que casi siempre estuvo como diputado por Oaxaca, y en la continua ocupación de escribir y publicar tanto sus obras como de diversos autores, que desde entonces dio a las prensas. En agosto de 1846 falleció su esposa. Afectado por la Intervención Norteamericana de 1847, enfermo del alma y del cuerpo, murió en la capital el 21 de septiembre de1848.

    La condición de polígrafo de Bustamante, sus dotes de periodista y editor incansable, le convierten en un caso, quizá único, en los anales de la cultura en México. Su bibliografía comprende 107 títulos.

    Fueron sus principales obras: Cuadro Histórico de la Revolución de la América mejicana, Continuación del Cuadro Histórico, Apuntes para la historia del gobierno del general don Antonio López de Santa-Anna,..; El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, o sea la historia de la invasión de los anglo-americanos en Méjico, Viaje a Toluca en 1834. Su empresa editorial más notable fue dar a conocer una obra precursora: Historia General de las Cosas de la Nueva España por fray Bernardino de Sahagún… publicada entre 1829 y 1830, edición que por más de un siglo fue la única asequible a los estudiosos de la historia antigua de México

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  • Gustavo A. Madero, revolucion mexicana

    Originario de Parras de la Fuente, Coahuila, Gustavo Adolfo Madero fue hermano de Francisco Ignacio Madero. Empresario y polí­tico, apoyó la lucha antirreeleccionista desde 1909.

    Al estallar la revolución mexicana el 20 de noviembre de 1910, fue comisionado para negociar empréstitos en Estados Unidos con la intención de financiar el movimiento armado. Apoyó a la revolución con 600 mil dólares de su peculio.

    Una vez derrocado Porfirio Dí­az, Gustavo se encargó de la organización del Partido Constitucional Progresista, que sustituyó al Partido Antirreeleccionista, el cual llevó a la presidencia de la República a Francisco I. Madero en noviembre de 1911. Gustavo fue elegido diputado para la XXVI Legislatura y encabezó la oposición contra la vieja guardia porfirista dentro del Congreso.

    Durante el régimen maderista (1911-1913) fundó el periódico Nueva Era para contrarrestar los ataques que la vieja prensa porfirista lanzaba contra la presidencia de Madero. Por entonces, se hizo famosa su frase: â??muerden la mano que les quitó el bozalâ?, refiriéndose a los periodistas que durante la dictadura recibí­an dinero para escribir a favor del gobierno porfirista, las cuales canceló la nueva administración. La mayor parte de los encarnizados ataques de la prensa se dirigieron contra su persona y fue apodado â??Ojo paradoâ?, debido a que durante su infancia, habí­a perdido un ojo que sustituyó con uno de vidrio.

    Gustavo Madero fue un crí­tico del régimen de su hermano, a quien recomendó retirar del gabinete a varios ministros que obstaculizaban las reformas revolucionarias, entre ellos se encontraban su tí­o Ernesto Madero y su primo Rafael Hernández.

    Debido al encono que provocó su cercaní­a con el gobierno de su hermano, el presidente Madero decidió enviarlo como embajador de México en Japón a principios de 1913. Sin embargo, el inicio de la Decena Trágica lo impidió. Fue testigo de la rebelión armada contra el gobierno de Francisco I. Madero por parte de los generales Manuel Mondragón, Félix Dí­az y Bernardo Reyes.

    A pesar de las continuas advertencias que Gustavo le hizo al presidente Madero sobre la traición de Huerta, don Francisco nunca le prestó atención y la tarde del 18 de febrero los dos hermanos Madero, José Marí­a Pino Suárez y el general Felipe íngeles fueron aprehendidos en distintos lugares de la ciudad de México. Esa noche, Gustavo fue trasladado a la Ciudadela y ahí­ fue brutalmente asesinado.

  • Miguel Dominguez, el Correjidor de Qro

    Corregidor de Querétaro, nacido en la ciudad de México. Estudió en el Colegio de San Nicolás de Valladolid (Morelia) y en el Colegio de San Ildefonso; fue abogado de la Audiencia y Oficial Mayor del despacho del Supremo Gobierno de la Nueva España.

    El virrey Marquina le nombró corregidor de Querétaro en 1802. Reprimió los abusos de los dueños de los obrajes, mejoró el ramo de policía y las condiciones de la ciudad. Se opuso en 1805 a la consolidación de los capitales piadosos, y por ello el virrey Iturrigaray le suspendió. Volvió a su cargo por órdenes de la Corte.

    En 1808 invitó al Ayuntamiento de México para que se uniese al de Querétaro, con la idea de formar la Junta General de Gobierno del Virreinato, con vistas a su emancipación política, de la cual era partidario.

    En su misma casa tuvieron lugar juntas con Allende y otros conspiradores, y su situación ante las autoridades oficiales llegó a ser comprometida. Permaneció en su puesto hasta 1813, y cuando su esposa, doña Josefa Ortiz, fue detenida y procesada, marchó a México para ser su defensor.

    Aunque no se le repuso en su cargo de corregidor, siguió cobrando su sueldo hasta que fue cesado en 1820. Tres años después formó parte del Poder Ejecutivo, pero por su edad avanzada no tuvo influencia en él.

    Fue designado magistrado y presidente de la Suprema Corte de Justicia en 1824, cargo que conservó hasta su muerte ocurrida en la Ciudad de México. Escribió: Manifiesto del derecho que asiste al Conde de Regla, al Marqués de San Cristóbal en la demanda que les han puesto los Señores Fiscales México, 1795

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  • Revolucionario Otilio Montaño

    Maestro de profesión, nació en el estado de Morelos. Cuando estalló el movimiento revolucionario de 1910, impartía clases en Cuautla, Morelos. Se unió al movimiento zapatista contra el gobierno de Porfirio Díaz. Se le considera el redactor del Plan de Ayala.

    Dirigió al grupo que representó al Ejército Liberador del Sur en la Convención de Aguascalientes, una enfermedad le impidió participar. En junio de 1915 el encargado del Poder Ejecutivo, emanado de la Convención, Francisco Lagos Cházaro, le nombró ministro de Instrucción Pública.

    Acusado de promover la deserción de zapatistas en favor de Venustiano Carranza, fue juzgado por un tribunal militar a cuyo frente estaba Manuel Palafox. Declarado culpable, se le fusiló, en Tlaltizapán, Morelos

  • Hermenegildo Galeana; independentista

    Caudillo de la insurgencia. Nació en Tecpan, en el actual estado de Guerrero, un 13 de abril. Se le conoció por el apodo de «Tata Gildo». Según parece, descendía de un marino inglés que naufragó en la Costa Grande, al sur de Acapulco. Durante mucho tiempo Galeana trabajó, quizá como administrador, en la hacienda del Zanjón, que era propiedad de un primo suyo, Juan José Galeana.

    A la llegada de José María Morelos a Tecpan, el 7 de noviembre de 1810, se le unieron Juan José, Antonio y Pablo Galeana pero no Hermenegildo, quien se unió a las fuerzas insurgentes a principios de enero de 1811, en la Sabana. Se destacó en el ataque que Nicolás de Cosío dio a ese lugar el 4 de abril siguiente. El 3 de mayo, Morelos, quien se hallaba en la hacienda de la Brea, nombró a Galeana su lugarteniente.

    Este rompió a poco el sitio de la Sabana, combatió a los realistas en el arroyo de Zoyolapa y se dirigió a Texca. A los pocos días fue enviado por Morelos a la hacienda de Chichihualco, propiedad de la familia Bravo en busca de recursos. Llegó a Chichihualco el 17 de ese mes, y consiguió, además de hombres y armas, que los Bravo se unieran a la causa.

    En compañía de Morelos y otros jefes insurgentes, entró en Cuautla el 9 de febrero. Se distinguió en el sitio que Félix María Calleja puso a esta población, con diversas acciones para conseguir agua, víveres y auxilio. El 30 de abril, Félix María Calleja envió a Morelos, Galeana y Miguel Bravo un indulto, pero no lo aceptaron. El sitio fue roto por los insurgentes la madrugada del 2 de mayo y Galeana se dirigió a Tecajaque y de ahí a Chilapa. Morelos lo nombró mariscal el 12 de septiembre en Tehuacán.

    Al regresar a esta ciudad con Morelos, fueron ambos derrotados por Porlier y Luis del Águila en Ojo de Agua el 18 de octubre. Galeana participó en la toma de Orizaba el 28 de ese mes, y el 1 de noviembre nuevamente fue derrotado, junto con Morelos, en las cumbres de Acultzingo, y estuvo a punto de perder la vida al caer muerto su caballo.

    De Tehuacán pasó con Morelos y otros jefes insurgentes a atacar Oaxaca, ciudad que tomaron el 25 de noviembre. En febrero de 1813, Galeana salió de Oaxaca hacia Acapulco, al igual que Morelos, pero por rutas distintas. A fines de marzo Galeana se situó en la Sabana, y el 6 de abril participó en el ataque a Acapulco. El día 13 de ese mes ocupó Hornos, pero tuvo que retirarse. Tomó la plaza hasta el 17 de mayo.

    Galeana participó muy activamente en el largo asedio al castillo de San Diego, y se ocupó de organizar la toma de la Roqueta y de la goleta «Guadalupe», llevadas a cabo por Pablo Galeana la noche del 8 de junio. El 20 de agosto Galeana, tras negociar la capitulación, recibió el castillo. Después recorrió la Costa Chica, y a principios de diciembre siguiente, se reunió con Morelos en Cutzamala.

    Tomó parte en el ataque a Valladolid el 23 de ese mes, donde atacó la Garita del Zapote. Después de esta derrota, Galeana pasó con los demás insurgentes a Puruarán, donde de nuevo fueron derrotados el 5 de enero de 1814. De allí se dirigieron al sur, a Zirándaro y Coyuca. Refugiado en su hacienda del Zanjón, Galeana fue atacado por Avilés, pero logró rechazarlo. Puesto bajo el mando de Juan Nepomuceno Rosáins fue derrotado con los Bravo y con Guadalupe Victoria en Chichihualco, el 19 de febrero.

    A disgusto por estar bajo el mando de Rosáins, Galeana pensó en dejar el movimiento. Morelos le encargó la defensa de El Heladero, y a fines de marzo fue sitiado allí por los realistas, y desalojado el 6 de mayo. Se dirigió entonces a Cacahuatepec. Pasó por Texca y Tixtlancingo, y a fines de mes logró rechazar a Avilés en Cacalutla. El 25 de junio llegó de nuevo a la hacienda de Zanjón. De allí se dirigió a Coyuca, pero sufrió un nuevo ataque de Avilés el día 27, y murió en el lugar llamado El Salitral a manos de Joaquín León.

    La cabeza de Hermenegildo Galeana fue expuesta en la plaza de Coyuca, pero Avilés la rescató y la colocó en la puerta de la iglesia para después sepultarla. Su cuerpo se perdió. Al saber de su muerte, Morelos exclamó: «¡Acabaron mis dos brazos: ya no soy nada!», refiriéndose también a la muerte de Mariano Matamoros.

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