En punto de las 09:00 horas el cuerpo del papa emérito Benedicto XVI fue sacado de la Santa Sede del Vaticano en Roma donde permaneció durante tres días para ser trasladado a la Basílica de San Pedro.
La misa solemne tuvo una duración de dos horas y fue pronunciada en los idiomas latín, inglés, italiano y español.
Según conteos de la policía asistieron a darle el último adiós al papa alrededor de 200 mil personas, una quinta parte de las que recibió el papa Juan Pablo II en 2005.
Al funeral llegó en silla de ruedas el papa Francisco quien dedicó una oración a su predecesor, además de las delegaciones oficiales de Italia y de Alemania, el rey y la reina de Bélgica, la reina de España y 13 jefes de estado.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, aseguró hoy que no puede excluir la presencia del Papa emérito Benedicto XVI en la ceremonia en la cual será declarado santo Juan Pablo II.
«No tengo ningún motivo ni para prometerlo ni para excluirlo, Benedicto XVI es una persona a la cual todos queremos mucho», dijo el sacerdote jesuita a un grupo de periodistas al ser cuestionado sobre si Joseph Ratzinger asistiría a la canonización.
«No existe ningún motivo doctrinal o institucional por el cual no pueda participar a una ceremonia pública». Benedicto XVI en la canonización de Juan Pablo II
Un Papa en activo y un ex Papa se reunieron el sábado por primera vez en al menos 600 años, curioso extraño diferente vaya usted a saber cómo desea catalogarlo, lo cierto es que ambos Papas estuvieron juntos, uno sonriente y vivo, otro cansado alegre pero se muestra enfermo.
El papa Francisco viajó al sur de Roma para encontrarse con su predecesor, el «Papa emérito Benedicto XVI«, además de las imágenes que traemos a usted en Solo Opiniones sabemos que la reunión fue emotiva.
El Papa Francisco, que fue elegido el 13 de marzo, llegó en helicóptero a la residencia papal en Castel Gandolfo para encontrarse y almorzar con Benedicto XVI, que ha vivido allí desde que renunció al pontificado el 28 de febrero.
Benedicto XVI y Francisco se abrazaron cuando el helicóptero que transportó al actual Sumo Pontífice desde Roma aterrizó en la residencia.
Vea usted las imágenes de tal encuentro. El Papa Francisco fue a visitar al Papa Emerito Benedicto XVI El Papa Francisco lleva al Papa Emerito Benedicto XVI un presente El Papa Francisco orando con el Papa Emerito Benedicto XVI El Papa Francisco platica con el Papa Emerito Benedicto XVI
El Cardenal Canadiense Marc Ouellet oficia misa en Roma
Estamos a unas horas en que los cardenales de todo el mundo se reúnan a partir de hoy y por toda esta semana en un cónclave para elegir al nuevo papa tras la sorprendente renuncia de Benedicto XVI.
En el sigiloso mundo vaticano, no hay manera de saber quiénes son los postulantes y la historia ha dado numerosas sorpresas. Sin embargo, diversos nombres han surgido en varias ocasiones como fuertes candidatos al cargo.
Un vistazo rápido indica que de los más de 100 cardenales que hay en el Mundo con características de voto y ser votados, surgen un grupo de fuertes candidatos a suceder a Benedicto XVI y en Solo Opiniones les traemos los cómo y porque son ellos, favoritos para ser Papa en la Iglesia Católica:
CARDENAL ANGELO SCOLA: Scola es considerado como la mejor opción de Italia para recuperar el papado, que mantuvo durante siglos, después de dos pontífices consecutivos de otros países. Scola es uno de los principales nombres entre los contendientes. Scola, de 71 años, ha sido arzobispo de Milán y patriarca de Venecia, dos prestigiosos cargos eclesiásticos que en conjunto dieron al mundo cinco papas en el siglo XX. Su ascenso a la diócesis de Milán, la más grande y más influyente de Italia, es visto como el punto de inflexión para convertirlo en uno de los principales candidatos papales. Aunque es conocido como un conservador en materia doctrinaria, cita con desparpajo a escritores como Jack Kerouac y Cormac McCarthy.
CARDENAL ODILO SCHERER: Scherer es conocido como un prolífico comunicador por Twitter, por sus presentaciones en el programa más popular difundido a altas horas de la noche y porque batalla todas las mañanas entre la multitud para tomar el metro. Es el mejor candidato de Brasil a próximo pontífice y se le menciona cada vez más como uno de los principales contendientes. A la edad relativamente joven de 63 años, Scherer adopta con entusiasmo todas las alternativas modernas disponibles para llegar a los creyentes, al tiempo de que se mantiene firme en la línea conservadora de la doctrina católica romana y defiende posiciones radicales en asuntos sociales como el rechazo al matrimonio entre personas del mismo sexo. En 2011, Scherer se estrenó en Twitter y en su segundo mensaje por ese medio dijo: «Si Jesús predicara hoy el evangelio, también aprovecharía la prensa escrita, la radio, la televisión, internet y Twitter. ¡Denle la oportunidad!». Scherer es arzobispo de Sao Paulo desde 2007 y fue nombrado cardenal meses después.
CARDENAL MARC OUELLET: El canadiense Ouellet, de 68 años, afirmó alguna vez que ser papa «sería una pesadilla». Sabe lo que dice porque tuvo la confianza de dos pontífices como autoridad de alto rango con acceso a información privilegiada en el Vaticano. La notoriedad de su cargo como jefe de la oficina vaticana para los obispos, sus tendencias conservadoras, sus años en América Latina y su trabajo en Roma como presidente de la importante comisión para América Latina todo esto lo hacen favorito para que sea el primer pontífice del continente americano. Sin embargo, las cualidades por las que es popular en América Latina -asiento de la población católica más grande del mundo- y entre los cardenales que elegirán al papa han contribuido a debilitar su imagen en su Quebec natal, donde irónicamente se le percibió cuando fue arzobispo como un intruso enviado por Roma para hacer que su provincia liberal regresara al redil conservador.
CARDINAL PETER ERDO: Erdo es hijo de una pareja profundamente religiosa que desafió la represión comunista en Hungría para practicar su fe. Si es elegido papa, Erdo, de 60 años, sería el segundo pontífice proveniente de Europa oriental, después del difunto Juan Pablo II, cuyo gran legado incluye haber contribuido al derrumbe del comunismo. Cardenal desde 2003, Erdo es experto en derecho canónico y un distinguido teólogo universitario que procura estrechar vínculos con los creyentes en las parroquias. Ha mejorado su imagen como un candidato de consenso en caso de que los cardenales no puedan conjuntar apoyo en torno a algunas de las figuras más destacadas como Scola o Scherer.
CARDENAL GIANFRANCO RAVASI: Ravasi, ministro de cultura del Vaticano, es un académico erudito con un toque de modernidad, justamente la combinación que algunos creyentes consideran ideal para resucitar una iglesia a la que afecta el escándalo y una contracción de su rebaño. Ravasi, de 70 años, también es uno de los favoritos entre los católicos que desean ver el regreso de la tradición de los papas italianos. Es políglota y un erudito en temas bíblicos que salpica sus discursos con referencias que van desde Aristóteles hasta la cantante británica Amy Winehouse. Las facultades poliglotas de Ravasi recuerdan las del fallecido papa trotamundos Juan Pablo II. Escribe mensajes por Twitter en inglés, conversa en italiano y ha impresionado a sus auditorios cuando cambia a hebreo y árabe en algunos de sus discursos.
CARDENAL PETER TURKSON: A menudo mencionado como la conciencia social de la iglesia, Turkson, de Ghana, es visto por muchos como el principal candidato africano para el cargo de pontífice. A Turkson, de 64 años, jefe de la oficina para la paz y la justicia del Vaticano, se le atribuye haber evitado la violencia después de las disputadas elecciones en su país. Ha combatido con firmeza la pobreza en Africa pero ha desencantado a muchos por apegarse a la línea conservadora de la iglesia sobre el uso del condón en medio de la epidemia del SIDA que azota el continente. La reputación de Turkson como un hombre de paz fue mellada recientemente cuando exhibió un video virulentamente anti-islámico, acción que no se considera haya perjudicado sus perspectivas papales. Observadores afirman que sus perspectivas se hundieron aún más cuando rompió el tabú de proponerse públicamente al papado. Al día siguiente de que Benedicto XVI anunciara su renuncia, Turkson dijo que él era apto para el cargo «si es la voluntad de Dios».
CARDENAL TIMOTHY DOLAN: Dolan, de 63 años y arzobispo de Nueva York, es un defensor afable y alegre de la ortodoxia católica, y una figura religiosa bien conocida en Estados Unidos. Ocupa el puesto que el papa Juan Pablo II alguna vez describió como «el arzobispo de la capital del mundo». Los colegas de Dolan rompieron con el protocolo en 2010 y lo convirtieron en presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en lugar de elevar al cargo al actual vicepresidente como se preveía. Durante los comicios presidenciales de 2012, republicanos y demócratas se disputaron la bendición de Dolan para sus respectivas convenciones nacionales. Dolan optó por bendecir ambas. Sin embargo, los expertos dudan que tenga el carisma y la experiencia suficientes para merecer una oportunidad verdadera y suceder a Benedicto XVI.
CARDENAL JORGE MARIO BERGOGLIO: Bergoglio, de 76 años, ha pasado casi toda su carrera en su Argentina natal, donde supervisa iglesias y párrocos. El arzobispo de Buenos Aires obtuvo el segunda mayor votación después de Joseph Ratzinger en la elección papal de 2005, y se ha especializado por mucho tiempo en el tipo de trabajo pastoral que algunos afirman es una de las habilidades esenciales que debe tener el próximo papa. Bergoglio ha dedicado su vida a la enseñanza y ha dirigido sacerdotes en América Latina, región que tiene la proporción de católicos más alta del mundo. Ha exhibido una aguda sensibilidad política así como el tipo de humildad y modestia que sus colegas cardenales valoran altamente. Bergolgio es conocido por modernizar una iglesia argentina que había estado entre las más conservadoras en América Latina.
CARDENAL LEONARDO SANDRI: Leonardo Sandri, de 69 años, es uno de los funcionarios vaticanos que dirige el funcionamiento diario de la casta burocracia de la iglesia global y ha recorrido el mundo como diplomático papal. Dejó su Argentina natal para ir a Roma a los 27 años y jamás regresó a su patria. Formado inicialmente como abogado canónico, Sandri alcanzó el tercer máximo puesto en la jerarquía eclesiástica durante el papado de Juan Pablo II, el punto más alto de una larga carrera en el servicio diplomático vaticano en la que ocupó puestos en Africa, México y Washington. Como secretario de Estado suplente durante siete años, Sandri esencialmente fungió como jefe de gabinete del papa. El diplomático jovial ha sido condecorado en una decena de países, y la iglesia a la que está vinculado como cardenal es la de San Carlo ai Catinari en Roma.
CARDENAL ANDRES RODRIGUEZ MARADIAGA: Para muchos, Maradiaga encarna el ala activista de la Iglesia Católica Romana como un extrovertido defensor de los derechos humanos, un vigilante contra el cambio climático además de que propugna la reducción de la deuda externa a las naciones pobres. Otros, sin embargo, consideran al hondureño de 70 años un reaccionario en la dirección contraria: Se dice que simpatizó con un golpe de estado en su país y suscito acusaciones de antisemitismo por sus declaraciones de que algunos creen que presuntos intereses judíos alentaron la excesiva atención mediática a los escándalos de pederastia en la iglesia. Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, figura entre el grupo reducido de prelados latinoamericanos a los que se considera con credenciales para ejercer el papado
El Papa emerito Benedicto XVI ha entregado ya el anillo del Pescador para que sea anulado, lo que significa que el proceso rumbo a la sucesión en el tono de San Pedro sigue y avanza conforme lo acordado.
De hecho Benedicto XVI sabe perfectamente que el proceso guarda una serie de eventos protocolarios que deben cumplirse y por lo mismota destrucción dl anillo del pescador es uno de ellos, aunque en el Vaticano han dicho que solamente era anulado y no destruido, de hecho Federico Lombardi precisó que el anillo del Pescador, fueron entregados a la Secretaría de Estado, que a su vez los entregó a la Cámara Apostólica.
Sigamos con atención los eventos que en el Vaticano se vienen dando en esta sucesión papal. Benedict XVI y los cardenales en la Sala Clementina
La clave en el Vaticano la reverencia y obediencia incondicionales de Benedicto XVI
Aunque lo dijo al final de su discurso, casi como una ocurrencia tardía, fue muy significativo.
Al prometer «reverencia y obediencia incondicionales» al próximo papa, Benedicto XVI dio un paso decisivo para asegurar que su decisión de romper con 600 años de tradición y retirarse como papa no crease ningún cisma dentro de la Iglesia católica.
Fue también una manifestación muy personal en confirmación de uno de los sostenes de la tradición cristiana que se remonta a la crucifixión de Jesús: la obediencia a una autoridad superior.
En las dos semanas desde que Benedicto XVI anunció su renuncia se han planteado interrogantes acerca de cuánta influencia seguiría ejerciendo sobre el nuevo papa.
Benedicto XVI seguirá viviendo dentro del Vaticano, usará la sotana blanca que utilizaba cuando era pontífice, será llamado «papa emérito» y «Su Santidad» e incluso mantendrá a su asistente personal, que también conservará su cargo en el Palacio Apostólico con el nuevo papa.
El Vaticano insiste en que no habrá ningún problema en tener simultáneamente a un papa en ejercicio y a otro retirado, que Benedicto XVI no tiene planes de interferir en el gobierno de la Iglesia y que, a partir de las 8 de la noche del jueves, dejó de ser papa.
Pero la verdadera preocupación no es tanto sobre las intenciones de Benedicto XVI sino por la manera en que otros podrían valerse de él para socavar la agenda o autoridad del nuevo pontífice.
«Existe el riesgo de que Benedicto XVI esté consciente de que algunas personas podrían en el futuro decir que prefieren ser leales a él en vez de al próximo papa», comentó el reverendo Robert Gahl, experto en teología moral en la Universidad Pontificia Santa Cruz en Roma. «Quiere prevenir toda división en la Iglesia».
Sólo basta echar un vistazo a lo que ocurrió la última vez que un papa renunció para comprender la magnitud de dicho riesgo, al menos en la historia eclesiástica: el papa Gregorio XII renunció en 1415 como parte de un acuerdo para poner fin al Gran Cisma de Occidente, cuando papas rivales se disputaban el trono petrino.
Gregorio y todos los cardenales que lo eligieron papa en 1406 prometieron abdicar si hacía lo mismo el papa rival Benedicto XIII en Avignon, Francia. Aunque la oferta no logró exactamente el resultado buscado, Gregorio renunció y el cisma se zanjó.
La conmoción provocada por ese cisma «ciertamente influyó en la mentalidad colectiva de la Iglesia de Roma» y contribuyó a la tradición de que los pontífices reinaran hasta la muerte, dijo el historiador eclesiástico Giovanni Maria Vian, director del periódico del Vaticano L’Osservatore Romano.
En la actualidad, la Iglesia católica tiene grupos marginales que no comulgan completamente con Roma, como la ultratradicionalista Sociedad de San Pío X, con la que Benedicto XVI tomó medidas extraordinarias durante sus ocho años de papado para que se reconciliara.
Si el próximo papa suprime algunas de las aproximaciones de Benedicto XVI hacia ese grupo, que incluyeron permitir un mayor uso de la misa en latín, algunos de sus miembros podrían tratar de presionar al nuevo pontífice diciéndole; «deseamos estar en plena comunión, pero solamente si Benedicto XVI nos acepta», observó Gahl.
Al prometer obediencia al nuevo papa, Benedicto XVI ha eliminado dicha posibilidad.
El también tomó medidas para garantizar que la elección de su sucesor esté libre de toda posible afirmación de ilegitimidad, en otro intento de impedir que lo sigan considerando papa. Emitió un documento legal que da al Colegio de Cardenales el derecho a adelantar la fecha del cónclave.
Los cardenales podrían haber interpretado que las reglas anteriores les concedían ese derecho, pero Benedicto XVI quiso dejarlo bien claro para evitar toda insinuación de que la elección no fue válida.
En ese mismo documento, Benedicto XVI también se aseguró de que sucesor sea considerado como el único papa legítimo al requerir que los cardenales que lo elijan hagan públicamente su voto de obediencia durante una de sus primeras misas como papa. Según las reglas anteriores, los cardenales sólo lo hacían en privado en la Capina Sixtina inmediatamente después de la elección del pontífice.
«Representan a toda la Iglesia, la iglesia universal», afirmó Gahl sobre los cardenales, y agregó que esa demostración pública de obediencia al nuevo pontífice es un mensaje poderoso a todos los creyentes.
Estamos a unas horas para ver que Benedicto XVI salga del Vaticano y deje vacío el trono del mismo con lo cual se hace efectiva su renuncia.
Uno de los trámites que se deben hacer es la anulación del anillo de Benedicto XVI.
La tradición dicta que el anillo del Papa debe ser destruido, pero en esta ocasión como no ha fallecido Benedicto XVI será anulado en vez de destruirlo.
Si usted se pregunta ¿cómo es o que tiene o que tiene de especial dicho anillo? Permítame decirle que la joya es de oro macizo, fue realizada en 2005 para Benedicto XVI, contiene una imagen del apóstol Pedro que arroja las redes de pesca en un lugar indicado por Cristo y en sus bordes tiene tallado en latín el nombre del líder católico: Benedictus XVI. Así que listos ya que en un rato sabremos que Benedicto XVI deja el papado abandonando el Vaticano. Se anulará el anillo de Benedicto XVI en lugar de destruirlo
La gente aprendió a querer al erudito Benedicto XVI, de voz suave Benedicto XVI, que el jueves inicia su jubilación para convertirse en papa emérito, deja atrás una Iglesia en crisis, asediada por el escándalo sexual, las divisiones internas y una grey menguante, pero también entrega un legado sólido: Si bien la renuncia misma fue su acción más importante, Benedicto XVI también puso discretamente a la Iglesia de nuevo en un camino conservador y tradicional.
El pontífice emérito, de 85 años, tenía la firme convicción de que muchos de los males que afligen a la Iglesia tenían su origen en una lectura errónea de las reformas logradas en el II Concilio del Vaticano.
Insistía en que las sesiones de 1962-1965 que llevaron a la Iglesia a una era moderna no constituyeron una ruptura radical con el pasado, tal como pretendían demostrar muchos liberales, sino más bien una continuación de las mejores tradiciones de la milenaria Iglesia. Benedicto XVI fue el papa maestro, un catedrático de teología que convirtió sus audiencias generales de los miércoles en clases magistrales sobre la fe católica y la historia, sobre santos y pecadores que contribuyeron a ella.
Entre sus enseñanzas, trató volver a la esencia misma de la cristiandad. No produjo volúmenes de encíclicas como su predecesor, sólo tres: sobre la caridad, la esperanza y el amor.
Ha sido considerado por muchos como el más grande teólogo de los últimos tiempos, habiendo escrito más de 65 libros, desde el clásico «Introducción al Cristianismo» de 1968 hasta el último volumen de su tríptico «Jesús de Nazaret», del año pasado.
Pasó muchos años en las aulas, como estudiante y después como maestro de dogma y teólogo fundamental en las universidades de Bonn, Muenster, Tuebingen y Regensburg, Alemania. Benedicto XVI nunca aspiró al papado y no adoptó con facilidad los rigores del cargo. Fue elegido el 19 de abril del 2005 después de uno de los cónclaves de menor duración en la historia. A los 78 años, se convirtió en el pontífice de mayor edad en 275 años y el primer alemán en casi un milenio.
Inicialmente era muy rígido.
Giovanni Maria Vian, director editorial del diario del Vaticano L’Osservatore Romano, recordó que, en sus primeros días, Benedicto XVI solía saludar a las masas con un incómodo gesto victorioso «como si fuese un atleta».
«Alguien le aconsejó que ese no era un gesto papal», dijo Vian. Benedicto XVI cambió de gesto, optando por una postura más abierta y con un movimiento de dedos casi afeminado como una manera de conectarse con la multitud.
«Nadie nace siendo papa», agregó Vian. Benedicto XVI aprendió lentamente.
La gente, que se acostumbró a un cuarto de siglo con el superastro Juan Pablo II, aprendió a querer al erudito Benedicto XVI, de voz suave.
Viajó mucho menos que su predecesor, el papa viajero, y ofició misas cargadas de latín y cantos gregorianos, con vestimentas de seda brocada que se usaban antes del segundo concilio vaticano.
A Benedicto XVI le sorprendió la cálida recepción que tuvo al igual que la dura crítica que provocó toda vez que las cosas no fueron bien, como cuando levantó la excomunión a un obispo que llegó a negar que el holocausto judío hubiera existido.
Para alguien como él, un teólogo que durante décadas trabajó hacia la reconciliación entre católicos y judíos, la indignación fue virulenta y dolorosa.
El papa también se sintió abrumado por lo que calificó de «inmundicia» de la iglesia: los pecados y los delitos de sus sacerdotes.
En su calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI vio de primera mano el abuso sexual desde la década de 1980, cuando trató infructuosamente de persuadir al departamento legal del Vaticano que permitiera destituir rápidamente a los sacerdotes abusivos.
Sin embargo, fue finalmente en 2001 cuando logró ordenar que todos los casos de abusos fuesen enviados a su oficina para revisarlos.
«Solíamos hablar sobre los casos los viernes, que él llamaba el viernes de penitencia», comentó el obispo Charles Scicluna, que trabajó con Ratzinger antes de que se convirtiera en el papa Benedicto XVI y fue el fiscal para delitos sexuales desde el 2002 hasta el 2012. Durante su papado, Benedicto XVI nunca sancionó a un solo obispo por encubrir los abusos sexuales.
«Desafortunadamente, el legado del papa Benedicto XVI es uno de énfasis erróneo, oportunidades perdidas y gestos laterales en vez de cambios desde el centro», destacó Terrence McKiernan, que dirige el sitio BishopAccountability.org, una fuente cibernética que documenta el abuso.
Benedicto XVI también se retira con malas notas de los católicos liberales, que se sintieron abandonados por un papa que parecía revertir las reformas modernizadoras del Vaticano II y sancionó a las monjas del Vaticano que parecían haberse descarriado de su doctrina ortodoxa.
Algunos sacerdotes actualmente viven en rebelión abierta con la enseñanza eclesiástica, instando a un cambio de pensamiento sobre toda clase de tópicos, desde la homosexualidad y la ordenación de mujeres hasta el celibato sacerdotal.
Benedicto XVI ya no estará en el Vaticano para contarlo. Su trabajo ha terminado.
El papa saliente dijo a las 150.000 personas que acudieron a escuchar su último discurso: «Amar a la Iglesia significa tomar decisiones difíciles y dolorosas, tengan siempre en mente el bienestar de la Iglesia, no de uno mismo«.
La renuncia del pontífice, la primera la de Celestino V en 1294, abre la vía a la celebración del cónclave para elegir a un nuevo papa, que podría empezar en la segunda semana de marzo si todos los cardenales están ya en Roma.
Entre los nombres que más suenan figuran el de los cardenales brasileños Claudio Hummes o Joao Braz de Aviz, así como el del filipino Luis Antonio Tagle o el del canadiense Marc Ouellet, un gran conocedor de América latina.
La decisión de Benedicto XVI marca un precedente en la historia de la Iglesia Católica, que cuenta con 1.100 millones de fieles en todo el mundo.
Entre los temas que el próximo Papa tendrá sobre la mesa figuran la difusión del mensaje católico más allá de la congregación de fieles, la modernización de la institución y la respuesta a las acusaciones de corrupción y de encubrimiento de curas pedófilos.
La renuncia papal dio paso a cuestionamientos hasta ayer inimaginables.
El jefe de la Iglesia Católica australiana, el cardenal George Pell, que participará en el cónclave, afirmó que Benedicto XVI es un «profesor brillante», aunque consideró que «el gobierno no era su fuerte», en declaraciones difundidas este jueves. Benedicto XVI se despidió el miércoles de los fieles en una multitudinaria audiencia en la plaza de San Pedro, donde confesó haber vivido días agitados durante su papado, aunque dijo que la iglesia sigue «viva» y que Dios no la dejará «hundirse».
Durante esta inédita despedida papal transmitida en directo por televisión, el jefe de la Iglesia católica explicó que «no abandona la cruz», una respuesta al desconcierto y a las críticas que ha suscitado su gesto entre algunos católicos. Lo histórico de la renuncia de Benedicto XVI