Ashraf Ghani, un economista respetado en todo el mundo y decidido a sacar a Afganistán de la pobreza, no es favorito en la elección presidencial del jueves, pero se impuso como uno de los principales rivales del presidente saliente, Hamid Karzai.
La campaña de este universitario de 60 años, que renunció a su nacionalidad estadounidense para poder presentarse en los comicios, promete a los afganos «un nuevo comienzo».
Ghani presenta un programa para los próximos 20 años, destinado a reactivar la economía de uno de los países más pobres del mundo y a sacar a su juventud de las guerras que lo devastaron a lo largo de las últimas tres décadas.
El primer objetivo de Ghani: que «de aquí a dos años, el 60% de la población diga que las cosas van en la buena dirección», explica a la AFP en su casa, al pie de una colina del oeste de Kabul.
Ashraf Ghani se impuso como uno de los principales rivales de Karzai para estos comicios presidenciales, los segundos en la historia del país después de los de 2004.
El economista va a contracorriente de la estrategia impulsada por Estados Unidos de militarizar todo y defiende una posición que combina «20% de fuerza y 80% de política y de desarrollo», para hacer retroceder la miseria y la violencia de los islamistas talibanes.
No es un ex jefe de guerra ni un político de carrera, sino un ex ejecutivo del Banco Mundial, doctor de la prestigiosa universidad neoyorquina de Columbia, ministro de Finanzas de Karzai de 2002 a 2004.
Ghani adquirió una sólida reputación internacional de eficacia y seriedad, pero en su propio país es poco conocido. Karzai, instalado en el Gobierno tras la intervención militar liderada por Estados Unidos a fines de 2001, no lo conservó en su gabinete después de la elección presidencial de 2004.
Su credo: luchar contra la desocupación, a la considera como «un motor esencial» de la rebelión. Para muchos afganos, un «talibán» es ante todo «un joven desocupado», subraya.
Su plan: «dividir al país en siete zonas económicas» y concentrar el desarrollo en «ocho provincias modelo» antes de extender el esquema a las otras 26 provincias. Y construir «un millón de nuevas viviendas», crear «un millón de empleos», «desarrollar la agricultura», etc.
El dinero no es un problema, subraya, porque Afganistán está «inundado por centenares de millones de dólares» de ayuda internacional. El problema depende más bien de la gestión de los fondos, 70% de los cuales es derrochado por problemas de corrupción e ineficacia, explica.
De su crítica no se salva el presidente saliente, favorito en las elecciones a pesar de un balance considerado mitigado, por no decir desastroso.
Y su sentencia es clara: Karzai comprende tan poco los problemas de su país, que resulta «irrisorio», dice.
«En ningún caso el presidente mostró su capacidad para gobernar. No ha hecho nada que pueda justificar su permanencia cinco años más», afirma.
Tampoco se salvan de las críticas los que apoyan a Karzai o sus compañeros de lista, entre ellos algunos ex jefes de guerra muy controvertidos, principalmente por su implicación en la sangrienta guerra civil de la década de los noventa.
De etnia pashtún como Karzai, Ashraf Ghani eligió, como él, a compañeros de lista de las minorías tayik o hazara, pero menos conocidos. «Por supuesto, ¡ya que nunca conocieron ningún crimen de lesa humanidad!», se burla Ghani.
Ante un Gobierno símbolo «de corrupción, de violación de los derechos humanos, de perpetuación de la violencia y de derroche de los fondos públicos», Ghani quiere ser portavoz de los «nuevos afganos», aquellos que no tienen sangre en las manos y cuyas «esperanzas» fueron «profundamente defraudadas» por Karzai
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Ashraf Ghani en las elecciones de Afganistan
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Elecciones en afganistan, Hamid Karzai
El presidente afgano Hamid Karzai, instalado por Occidente en 2001 y elegido en 2004, volvió a demostrar su habilidad política manteniéndose como favorito para un nuevo mandato en los comicios del jueves, pese al pobre balance de su gestión en materia de seguridad y de lucha anticorrupción.
El mandatario saliente prometió, en un mitin ante unos 15.000 partidarios a principios de agosto en el estadio de Kabul, «una vida mejor que hoy en día» para los afganos, en caso de ser reelecto.
Conocido por su cortesía y elegancia, con su caftán verde y violeta y su bonete de astracán, Karzai, de 52 años, nació en una familia de poder. Y fue el hombre que Estados Unidos colocó al frente del país tras la intervención militar internacional que derrocó al régimen islamista talibán a fines de 2001.
Fue también el candidato apoyado oficiosamente por Washington en los primeros comicios del país en 2004, que la población vio como la promesa de una nueva era y en los que participó con entusiasmo.
Pero su estrella se ha apagado bastante desde entonces. En Washington, la nueva administración de Barack Obama no le ha ahorrado críticas al principio, antes de atenuarlas por falta de alternativa.
Y la cólera cunde entre la población por su fracaso a la hora de atajar la violencia, en su nivel más alto desde 2001, y de combatir el crimen y la corrupción.
Karzai puede atribuirse, en cambio, varios éxitos, en materia de sanidad y educación sobre todo.
Y sigue siendo el gran favorito de las elecciones. Las maniobras entre bastidores desde hace meses parecen garantizarle los apoyos necesarios para imponerse a sus 40 contrincantes.
Pastún del clan de los Popalzai, nacido el 24 de diciembre de 1957 en el pueblo de Karz, cerca de Kandahar, la gran ciudad del sur cuna de los islamistas talibanes, estudió en Kabul y luego en la India, donde se especializó en ciencias políticas.
Casado con Zenat, médica de presencia muy discreta, tuvo un hijo en 2007.
Entre 1982 y 1994, pasa la mayor parte del tiempo exiliado, sobre todo en Pakistán, excepto un efímero paso como viceministro de Relaciones Exteriores por el Gobierno muyaidín en 1992.
En 1994, de regreso en Kandahar, cultiva relaciones con los talibanes pero rompe definitivamente con ellos cuando su padre muere en 1999 en Quetta (Pakistán) en un atentado atribuido a los estudiantes de religión.
Regresa clandestinamente a Afganistán en octubre de 2001 y, después del derrocamiento de los talibanes por una coalición militar internacional dirigida por Estados Unidos, es designado presidente en diciembre de 2001, en la conferencia de Bonn, encargada de constituir un Gobierno «interino».
Confirmado en junio de 2002 por una Loya Jirga (gran consejo tribal), gana a finales de 2004 la primera presidencial por sufragio universal directo de la historia afgana, con un 55% de los sufragios.
Hamid Karzai ha sobrevivido al menos a cuatro intentos de asesinato, el último durante un desfile militar en abril en Kabul.
Sólo ha participado en algunos mítines de campaña, bajo alta protección, y ha anunciado dos prioridades: duplicar los efectivos policiales y militares de aquí a cinco años y abrir negociaciones con los talibanes, una propuesta recurrente que los rebeldes han rechazado siempre.
También se ha negado a participar en un debate televisado con sus principales rivales, que ponen en duda su competencia para dirigir el país.
Su decisión de designar como candidato a la vicepresidencia a Mohammad Qasim Fahim, un ex jefe de guerra tayiko acusado de crímenes de guerra, ha horripilado a la comunidad internacional, pero debería aportar al presidente pastún los votos de la influyente minoría tayika.
También líderes de las comunidades uzbeka y hazara han anunciado su apoyo al presidente saliente. Sus rivales han fracasado a la hora de formar un frente unido -
LA OTAN en Afganistan y las elecciones presidenciales
Al comienzo fueron 5.500. En febrero del año pasado ya eran 43.000. Ahora son 64.500. Y en otoño serán 68.000. El número de soldados de la OTAN en Afganistán se ha multiplicado por más de diez en los últimos seis años.
De cara a las elecciones presidenciales del 20 de agosto la cifra es mayor que nunca, debido también a los refuerzos adicionales. Aun así, no hay una victoria a la vista de las tropas internacionales de la ISAF sobre los islamistas radicales talibanes.
Por lo contrario, en los últimos meses y semanas previos a los comicios, los soldados de la OTAN fueron más que nunca blanco del fuego talibán, pese a llevar a cabo una ofensiva propia. Se produjeron hasta 400 ataques semanales. Desde 2001 fueron abatidos más de 1.000 soldados de la OTAN.
Anders Fogh Rasmussen, de 56 años, nuevo secretario general de la OTAN desde el 1 de agosto, en su quinto día en el cargo ya viajó a Afganistán. El danés dice lo que siempre había afirmado su antecesor, Jaap de Hoop Scheffer: «Respaldaremos al pueblo afgano el tiempo que haga falta». Y subrayó: «Repito, el tiempo que haga falta».
«No soy partidario de fijar una fecha», continuó Rasmussen. «Un éxito sería poder traspasar a los propios afganos la responsabilidad de su seguridad». La reconstrucción civil, bajo protección de los militares, debería avanzar con mayor rapidez, sostuvo.
Las elecciones presidenciales son para la OTAN tan importantes porque la alianza necesita una dirección política legitimada, estructuras democráticas y sobre todo fuerzas de seguridad eficaces en Afganistán para poder calificar de éxito la misión de la ISAF y poder retirarse así con la cabeza erguida.
La OTAN quiere relegarse a un plano secundario durante los comicios, para no despertar la impresión de que lleva la voz cantante. Cuando se trata de cuestiones de seguridad durante las elecciones, la policía afgana se sitúa en primer plano, señala un portavoz de la OTAN. En un segundo plano el Ejército afgano, que ya cuenta con más de 92.000 de los 134.000 efectivos previstos.
La ISAF se queda en un tercer lugar. Aunque ha recibido alrededor de 3.000 soldados adicionales (no hay cifras exactas de la OTAN), exclusivamente para asegurar la cita con las urnas, por motivos políticos quiere dar preferencia a los afganos en las operaciones.
La Unión Europea (UE) gastó 35 millones de euros (49,2 millones de dólares) en la organización de los comicios y mandó 120 observadores electorales a Afganistán. Porque, según un portavoz de la UE, «las elecciones son decisivas para el futuro de Afganistán».
Estos observadores recibirán protección de la ISAF. El grupo liderado por la OTAN se encargará del transporte y la atención médica a los observadores en el país, y «en caso necesario los respaldará». De acuerdo con un portavoz de la OTAN, eso significa que «si tienen problemas, nosotros estaremos ahí». Aunque no quiso concretar más.
Militares de la OTAN esperan que la actividad de los talibanes disminuya después de las elecciones presidenciales. Aunque no quieren confiarse. Por eso la alianza prepara para el otoño (boreal) nuevas ofensivas, para evitar la presencia duradera talibán sobre todo en el sur y este del país.
También en el norte, donde están estacionados soldados alemanes y que en su día era considerada una zona tranquila, han aumentado los ataques peligrosos. Pese al considerable refuerzo del compromiso estadounidense con Afganistán, impulsado por el presidente Barack Obama, la presión de Washington sobre sus aliados europeos para que también aumenten su implicación en la zona sólo remitió de cara al público.
Tras bambalinas, el secretario de Defensa Robert Gates llamó recientemente a sus socios de la OTAN a poner en práctica sus promesas de solidaridad
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Cuenta regresiva para Afganistan
Las elecciones presidenciales y provinciales en Afganistán entraron el lunes en su recta final, con los últimos mítines y bajo la amenaza de atentados talibanes.
Pocas horas antes de los comicios, el presidente estadounidense, Barack Obama, advirtió que la victoria contra los insurgentes no sería «rápida» ni «sencilla».
«La insurgencia en Afganistán no surgió de la noche a la mañana. No la derrotaremos de la noche a la mañana. Esto no será rápido. Esto no será sencillo», dijo Obama, tres días antes de las elecciones del jueves en Afganistán, amenazadas por la violencia de los talibanes y el aumento de muertes entre las tropas estadounidenses y aliadas.
El favorito en los sondeos es el presidente saliente, Hamid Karzai, llevado al poder por la coalición internacional liderada por Estados Unidos que a fines de 2001 derrocó al régimen talibán, y elegido en los primeros comicios del país en 2004.
Pero sus principales rivales, empezando por su ministro de Relaciones Exteriores Abdulá Abdulá, realizaron dinámicas campañas que podrían forzar una segunda vuelta, según analistas.
Abdulá cerró su campaña el lunes por la mañana con un espectacular mitin en el estadio de Kabul, ante más de 10.000 personas con gorras azules que enarbolaban la bandera de su partido y coreaban su nombre.
Hasta un helicóptero sobrevoló el estadio y lanzó miles de panfletos con la foto de Abdulá y papeletas con el nombre del candidato marcado para ayudar a una gran mayoría de votantes analfabetos.
«¡Compatriotas!, Despertad, es hora del gran cambio», rezaba el panfleto, escrito en los tres idiomas mayoritarios en el país.
En su primer debate televisado el domingo por la noche, Karzai fue criticado por su controvertida estrategia de alianzas con los jefes de guerra para asegurarse el voto de esas comunidades, aunque él se justificó en nombre del interés nacional y la paz.
Las denuncias más duras procedieron de dos candidatos que ocuparon bajo su mandato cargos ministeriales desde los cuales destacaron en la lucha contra la corrupción: los ex titulares de las carteras de Finanzas, Ashraf Ghani, y de Planificación, Ramazan Bashardost.
La embajada estadounidense en Kabul expresó su preocupación este lunes tras la entrada en la alianza de Karzai del señor de la guerra Abdul Rashid Dostmun.
Ghani, que basó su campaña en una lucha contra la corrupción y en un plan para fomentar el empleo y el desarrollo económico, pronunció este lunes un discurso final ante unos 5.000 seguidores en la provincia de Nangarhar (este) y llamó a sustituir «un gobierno corrupto por otro legítimo».
Unos 17 millones de afganos están llamados a las urnas para elegir a su presidente por segunda vez en la historia del país, así como a los 420 consejeros de las 34 provincias.
Ambas votaciones se llevarán a cabo en un contexto de persistente inseguridad ante las amenazas de atentados, lo que podría fomentar la abstención en unas elecciones marcadas también por las amenazas de fraude.
Los talibanes anunciaron el domingo por primera vez su intención de atacar las oficinas de voto el día de los comicios y reiteraron sus llamamientos a la población a boicotear las elecciones y a empuñar las armas contra los «invasores» extranjeros.
Todas las fuerzas de seguridad disponibles -200.000 afganos y 100.000 soldados extranjeros, dos tercios de ellos estadounidenses- estarán movilizadas en la jornada electoral del jueves.
Las bajas de las tropas internacionales -sobre todo estadounidenses y británicas- han alcanzado cifras récord desde julio, tras la puesta en marcha de operaciones para incrementar la seguridad en el sur afgano, bastión de los insurgentes
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Se busca compromiso Taliban para elecciones en Afganistan
Los principales candidatos afganos recorrían el país el viernes en campaña para las elecciones del 20 de agosto, mientras las autoridades indicaron que intentaban obtener de los talibanes un compromiso que evite riesgos a los votantes. El hermano del presidente Hamid Karzai, candidato a la reelección y favorito en los sondeos, declaró el viernes a la AFP que se desarrollaban conversaciones con jefes talibanes del sur del país para que no realicen ataques que pongan en riesgo la seguridad de los votantes el próximo jueves.
Los talibanes desmintieron tajantemente que tuvieran lugar esas negociaciones, según indicó uno de sus portavoces a la AFP. La Comisión Europea informó el viernes en Bruselas que un grupo de 67 observadores europeos llegó a Afganistán para supervisar las elecciones, pero indicó que «se desplegarán en los lugares que las condiciones lo permitan».
El presidente Karzai voló este viernes a la ciudad de Herat (oeste), donde tiene previsto pronunciar un discurso ante miles de partidarios. Su principal rival, Abdula Abdula, se reunirá con varios miles de personas en la provincia central de Dai Kundi, mientras que el ex ministro de Finanzas, Ashraf Ghani, también participará en un mitin en Zabul (sur). Estos tres candidatos lideran la carrera presidencial, en las segundas elecciones afganas desde que los talibanes fueron expulsados del poder por una coalición internacional liderada por Estados Unidos en 2001.
En las papeletas aparecerán 41 nombres, aunque al menos cinco candidatos anunciaron a la prensa que habían dejado su lugar a otros, de los cuales solamente uno informó de su decisión a las autoridades. Según un sondeo publicado este viernes, el 44% de las personas interrogadas a finales de julio dijo que votaría por Karzai, y el 26% por Abdula, lo que requeriría una segunda vuelta, dado que el presidente no alcanzaría el 50% necesario para ser electo en la primera.
El 10% dijo que votaría por el candidato independiente Ramazan Bashardost, y el 6% por Ghani, según el sondeo realizado por una organización basada en Estados Unidos, el Instituto Republicano Internacional (IRI), que entrevistó a 2.400 personas a mediados de julio. El hermano del presidente, Ahmed Wali Karzai, jefe del consejo provincial de la sureña provincia de Kandahar, dijeron fuentes que «las comunidades han empezado conversaciones con algunos grupos talibanes, algunos comandantes talibanes, para tratar de convencerlos de que ese día no creen problemas», aunque negó que se haya alcanzado un acuerdo de momento.
Todavía «no se firmó ningún acuerdo con los talibanes», afirmó Karzai, que trabaja en la campaña de su hermano. Pero un portavoz de los talibanes negó a las agencias noticiosas cualquier negociación. «No hemos hablado con nadie», afirmó Yusuf Ahmadi. «Ni nuestros comandantes locales ni nuestros jefes han hablado con nadie y no lo harán», precisó el vocero talibán. El diario británico The Guardian indicó que Ahmed Wali Karzai acordó secretamente un alto el fuego con los talibanes del sur para que se retiren y permitan que las fuerzas de seguridad protejan los colegios electorales.
Los talibanes juraron que perturbarían las elecciones que consideran «una farsa orquestada por los estadounidenses» y llamaron a los afganos a boicotearlas y a tomar las armas contra los «invasores» extranjeros. La Comisión Electoral Independiente Afgana (IEC) dijo el jueves que más del 10% de los 7.000 colegios electorales podrían permanecer cerrados, debido a las amenazas de actos de violencia.
Los talibanes se negaron reiteradamente a participar en los diálogos de paz propuestas en los últimos años por el presidennte Hamid Karzai, planteando como condición previa la retirada de las tropas extranjeras del país.Más de 100.000 efectivos extranjeros están desplegados en Afganistán bajo mando estadounidense y de la OTAN. La oficina de Karzai anunció en julio que se había acordado un alto el fuego con los talibanes en la provincia de Badghis (noroeste) y que se trabajaba para conseguir lo mismo en otras provincias
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Hamid Karzai gana posiciones en Afganistan
Las intenciones de voto aumentaron para el presidente Hamid Karzai, favorito de las elecciones presidenciales del próximo jueves en Afganistán, pero podría verse forzado a disputar una segunda vuelta frente a Abdulá Abdulá, indica un sondeo estadounidense publicado el viernes. Según el estudio del Instituto Republicano Internacional, con sede en Estados Unidos, un 44% de los afganos interrogados dicen querer votar por Karzai en las que serán las segundas elecciones presidenciales de la historia de Afganistán.
Un sondeo anterior, realizado en mayo, le atribuía un 31% en intención de voto. Según los resultados del sondeo será necesaria una segunda vuelta, a menos que Karzai alcance el 50% más uno de los votos requeridos para ser declarado vencedor en la primera vuelta. El ex ministro de Asuntos Exteriores, Abdulá Abdulá, gana en este sondeo siete puntos en relación al de mayo, y se sitúa en el 26%.
El candidato independiente Ramazan Bashardost se sitúa en tercera posición, con el 10% de intención de voto (tres puntos más que en mayo), seguido por el antiguo ministro de Finanzas, Ashraf Ghani, que duplica su registro hasta el 6%. La comunidad internacional teme que las amenazas de los talibanes disuadan a la población (17 millones de inscritos) de ir a votar, lo cual restaría credibilidad a los comicios, si bien el sondeo revela que el 90% de los afganos dijo que ejercería el voto.
El sondeo se realizó entre 2.400 hombres y mujeres afganas, del 16 al 26 de julio
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Elecciones en Afganistan, 20 de agosto
Los afganos están convocados a votar el 20 de agosto para participar en la segunda elección presidencial de su historia, en un contexto de miedo por las amenazas de ataques de los rebeldes talibanes, que pueden disuadir a muchos electores. El presidente saliente, Hamid Karzai, es el favorito pero la dinámica campaña del ex ministro de Relaciones Exteriores Abdula Abdula podría conducir a una segunda vuelta, según los analistas.
Además de la violencia, muchos observadores temen fraudes, sobre todo en las regiones recónditas. Unos 17 millones de afganos están inscritos en los 7.000 colegios electorales, donde se dirimen simultáneamente las elecciones provinciales, protegidos por 300.000 policías y soldados afganos y extranjeros.
Los insurgentes «no tienen ninguna posibilidad de realizar un ataque de envergadura», asegura el portavoz del ministerio de Defensa, general Mohammad Zahir Azimi. Pero los rebeldes han ganado terreno en tres años y ejercen una influencia mayor o menor en cerca de la mitad del país, según los observadores, y la violencia alcanza actualmente niveles récord desde que las tropas internacionales echaron del poder a los talibanes, a finales de 2001.
Los insurgentes preconizan el boicot de las elecciones, «una patraña orquestada por los norteamericanos» según ellos, y afirman que no atacarán directamente a los colegios electorales. Pero un enésimo ataque, el lunes pasado, contra edificios gubernamentales cerca de Kabul reavivó la inquietud sobre el riesgo de fuerte abstención provocada por la violencia, que desacreditaría estos comicios que Occidente considera cruciales.
«Si el Gobierno no puede con la violencia de los talibanes, no votaré», afirma Nasratulá, de 20 años, un habitante de Kandahar, la gran ciudad del sur. Hamid Karzai ha hecho mucho por el país, estima este vendedor de burqas, «pero ha fracasado en el tema de la inseguridad, que lo eclipsa todo y lo desacredita. Y esto empeora cada día que pasa». El mandatario saliente ganó la primera elección presidencial «democrática» en 2004 con 55,4% de votos en la primera vuelta.
A pesar de unos sondeos a la baja debido a la explosión de la violencia y del desempleo (alrededor del 40%), Karzai sigue siendo el favorito, estima el analista afgano Harun Mir, «porque los otros candidatos principales no fueron capaces de ofrecer una alternativa de verdad».
En total 41 candidatos, incluidas dos mujeres, aspiran a desempeñar la función suprema. Desde 2001 se han registrado progresos, pero muchos afganos se sienten frustrados: a pesar de los miles de millones de dólares de ayuda internacional, la mayoría sigue sin electricidad, las carreteras están en pésimo estado, escasea el trabajo y la corrupción es un mal endémico.Para los observadores, si sale reelegido Karzai será gracias a los acuerdos con dirigentes étnicos y religiosos y hombres fuertes locales, que le darán millones de votos. El presidente saliente también cuenta con el apoyo de jefes de guerra de dudosa reputación, como el tayik (segunda etnia del país) Mohamad Qasim Fahim, acusado de crímenes de guerra, al que prometió una vicepresidencia en caso de victoria, o como el temible dirigente uzbeko Abdul Rashid Dostam.
Las contrapartidas siguen siendo una incógnita, pero se evocan cargos ministeriales y escaños de gobernadores provinciales, en un país todavía muy feudal a veces, conservador y dominado por los grupos armados y las alianzas tribales. «Negociar así no es democracia», critica Wadir Safi, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de Kabul, y subraya otro reto, además de la inseguridad: conseguir que voten unos electores mayormente iletrados, pobres y en un 80% rurales.
«No comprenden las implicaciones del voto», dice el docente y afirma que algunos venden sus votos por 10 ó 20 dólares
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No abrira un buen numero de colegios electorales en Afganistan
En lugar de abrir los 7.000 colegios electorales previstos en todo el país, sólo podría haber 6.200 en funcionamiento porque no se puede garantizar la seguridad de los electores en todos ellos, declaró a la AFP uno de los responsables de la Comisión, Zekria Barakzai.
«La cantidad de (colegios electorales) será entre 6.200 y 7.000. No lo sabremos antes del día de las elecciones», precisó.
Los actos de violencia en Afganistán alcanzaron niveles inéditos en las últimas semanas, desde la llegada de las fuerzas internacionales en 2001 que expulsaron a los talibanes en el poder.
Los rebeldes talibanes juraron que boicotearán las elecciones atacando a los «invasores» y pidieron a los afganos no concurrir a las urnas
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Talibanes comprometen las elecciones en Afganistan
La amenaza de ataques sangrientos de los rebeldes talibanes se cierne como nunca sobre las elecciones presidenciales y provinciales del 20 de agosto en Afganistán, lo que hace temer una abstención masiva del electorado en las urnas y por lo tanto unos resultados poco creíbles. Ocho años después del comienzo de la intervención militar internacional que los expulsó del poder, y pese a la presencia de 100.000 soldados extranjeros, los talibanes ganan terreno en el país, reconoció el lunes el comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, general Stanley McChrystal.
Los episodios violentos batieron en los últimos meses récords absolutos desde 2001, un hecho que pone en duda la celebración de elecciones en una parte de los 7.000 centros de votación, principalmente en los bastiones rebeldes del sur y del este.
Los expertos están convencidos de que los talibanes tienen mayor capacidad que en 2004 y 2005 para obstruir estas elecciones, como ya anunciaron que harían. «Bastará sólo con unos kamikazes en una gran ciudad el día de la votación para que la gente se quede en casa», estima el analista afgano Harun Mir.A pesar de los 300.000 policías y soldados afganos e internacionales que estarán desplegados para intentar garantizar la seguridad, si los insurgentes deciden actuar «será casi imposible detenerlos» porque «un kamikaze siempre puede infiltrarse», advierte Mir. Los talibanes llamaron a los afganos a boicotear estas elecciones, que consideran una impostura orquestada por Estados Unidos, y a alzarse en armas contra los «invasores».
«No atacaremos a los civiles en los colegios electorales. Pero impediremos a la gente que vaya a ellos», declaró uno de sus portavoces, Zabihulá Mujahed. La amenaza de ataques y la intimidación de los electores ponen en peligro la credibilidad de los comicios, según los observadores.
Teniendo en cuenta que la seguridad es una condición indispensable para elecciones libres y justas, la situación actual «podría afectar a la libertad de movimiento de algunos electores», sostiene Nader Nadery, presidente de una ONG. El mensaje de los talibanes ha calado en la opinión pública.
«No creo que las elecciones se desarrollen bien, no hay seguridad (…)», opina Hamidulá, un habitante de Kandahar (sur), la capital bajo el régimen de los talibanes (1996-2001). Frente al aumento de la violencia, algunos países occidentales han pedido la apertura de negociaciones con insurgentes «moderados», una idea que el presidente afgano Hamid Karzai defiende desde hace años.
Karzai, favorito para las presidenciales, se ha comprometido a organizar un encuentro con los rebeldes bajo la égida del rey Abdalá de Arabia Saudí para entablar negociaciones, en el caso de que sea reelegido. Pero los talibanes han rechazado en varias ocasiones las propuestas de Karzai, poniendo como condición la retirada de las tropas extranjeras.
A pesar de que el derramamiento de sangre es un hecho cotidiano, el portavoz del ministerio de Defensa, Mohammad Zahir Azimi, asegura que «la amenaza no es tan grande». Pero para el afgano de a pie, como el ingeniero Mohammad Akram, «la amenaza sigue presente», con o sin elecciones. El votará, pero se pregunta: «¿Quién puede garantizar que no moriré en un ataque de los talibanes antes o después de las elecciones?»
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Recuento de Irak y Afganistan
Mucho ha sido la publicación de temas electorales en México, que la influenza AH1N1 y hasta el golpe de estado en Honduras, pero ¿que ha ocurrido en Afganistán e Irak?
Bueno, pues tropas norteamericanas han iniciado una ofensiva contra un bastión de los Talibán (talib es singular, talibán ya es plural), ha dejado en sus primeras horas de acción, al menos 12 insurgentes y un soldado aliado del ejército de EU muertos.
Sucede que estas personas que fallecieron durante la iniciativa militar de ayer en Afganistán, son las primeras que este proyecto que intenta derrocar a un destacamento talibán dentro del país Afgano, ya es sin la ayuda de muchas naciones aliadas en dicha lucha contra el terrorismo y, el apoyo pakistaní de la nueva era sin Pervez Musharraf.
No se antoja nada fácil, ya que si bien la serie de ataques vienen con tropas norteamericanas de combate para montaña, los talibán están ahí desde los tiempos de la invasión rusa a Afganistán y conocen las montañas de una forma poco común, amén de que han creado refugios en cuevas, pasadizos entre montañas que, muchos son como dicen escapo Osama Bin Laden, etc. así que habrá que ver de que forma se obtiene una victoria de Ya, puesto que la economía norteamericana no esta esperando alargar mucho dicho frente de guerra.
Aunque… dicen analistas de seguridad, Estados Unidos esta seriamente pensando dejar mas de 40 mil efectivos en aquella zona ante la virulencia que esta mostrando el gobierno de Pyongyang y la inestabilidad social de Irán.
Así que al menos Afganistán hay para rato.