La OPINION de Diódoro Carrasco Altamirano

Como lo han señalado algunos observadores, la actual campaña en favor de anular el voto se monta sobre una tendencia electoral histórica: el creciente abstencionismo en las elecciones intermedias, y la constante de importantes volúmenes de votos nulos o anulados en las mismas. Lejos de cualquier teorí­a conspirativa, creo que el origen de la campaña anulacionista es básicamente espontáneo, si bien ha sido alentada por intereses lastimados con la reforma electoral del 2007. Es una ola que empezó tí­midamente en algunos sitios de Internet y que ahora se ha convertido en uno de los rasgos principales que caracterizan este proceso y que, paradójicamente, puede redundar en un aumento de la votación.

¿Cuál es el secreto del éxito de la táctica del voto nulo? Que es la forma más fácil y barata, digamos, de expresar la insatisfacción contra el actual sistema de partidos o â??partidocraciaâ?. Una rápida excursión a los blogs donde se expresan los â??anulacionistasâ? más radicales exhibe la preponderancia de sentimientos tales como el rencor, el desprecio, el coraje y la frustración, que normalmente se manifiestan en insultos y procacidades contra los integrantes de la llamada â??clase polí­ticaâ?.

Más allá del hecho probado de que la desesperación no es argumento, ¿puede la táctica del voto nulo provocar el derrumbe del sistema o el cambio del régimen polí­tico? No parece probable, pues es una táctica sin estrategia, que se agota en sí­ misma, que tiene fecha de caducidad (5 de julio) y, en el futuro próximo, lo más seguro es que quede reducida a una cuestión anecdótica en la medida en que el paí­s se vaya adentrando en la gran confrontación polí­tica del año 2012.

Lo anterior no anula el hecho de que la insatisfacción y el malestar que están detrás del voto nulo tienen razones reales y profundas. Hoy más que nunca es evidente la distancia que existe entre partidos y electores (o ciudadanos). No existen vasos comunicantes suficientes y sistemáticos ni tampoco espacios exigibles para que los polí­ticos de todos los partidos rindan cuentas de su actuación a sus electores y éstos puedan premiar o castigar.

Algunos de los aspectos cuestionados de la reciente reforma electoral aluden, por ejemplo, a una sobreprotección de los partidos y/o candidatos en detrimento de determinadas libertades constitucionales, como la libertad de expresión.

Lo más importante, en esta perspectiva, es darle salida a la frustración, rescatar que algunas de las reformas hoy señaladas como banderas, como la reelección de legisladores, las candidaturas independientes, la reducción numérica del Congreso o las figuras de democracia directa, sí­ fueron planteadas en los proyectos de reforma que discutió el Congreso de la Unión, pero no hubo consenso en ese momento para procesarlas. Son, por ello, temas pendientes de la reforma.

Si bien en un principio la campaña por el voto nulo fue rechazada y hasta ridiculizada por instituciones, partidos y opinantes, hoy es evidente un cambio de actitud, donde lo que prevalece es la búsqueda del núcleo racional que subyace bajo la forma por momentos visceral de la protesta. Ello no implica hacerse partí­cipe de las connotaciones apocalí­pticas que implica la campaña, sino alertar oí­dos y sensibilidades para que, una vez pasadas las elecciones, la protesta pueda ser polí­tica y socialmente útil, productiva.

De hecho, ya hay reacciones positivas, como la de Alejandro Martí­, quien convoca a los candidatos de los diversos partidos a que, si quieren obtener el voto de los ciudadanos que representa, se comprometan, públicamente y frente a un notario público, a cumplir con determinadas demandas y compromisos, mayormente relacionados con la lucha por la seguridad y en defensa de las libertades constitucionales. Sigue siendo paradójico que se llame a anular el voto para después exigirle a los partidos (o a los legisladores) que procesen tales o cuales reformas legislativas.

Otro impacto de la campaña por el voto nulo se refleja ya en el mismo Congreso de la Unión, en particular en el Senado, cuando los dirigentes de los tres grupos parlamentarios más importantes realizan una conferencia de prensa para expresar sensibilidad y simpatí­a ante el reclamo social que expresa el llamado a votar en blanco, y de alguna manera se comprometen a tomar en cuenta estos reclamos en el próximo periodo legislativo.

Así­, el hecho polí­tico a destacar es que, sobre las agendas polí­tico-partidarias, se superpone una agenda que nace en el subsuelo social, que crece entre jóvenes y adultos y se difunde por Internet, y no parece prudente desdeñarla, tomando en cuenta el panorama crí­tico del paí­s. Puede ser un principio de agenda compartida en la próxima Legislatura

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