Chilangueando: los «artistas» que faltan en Coyoacán, sobran en el Museo Soumaya (sí tú, ajá)

comicos de plazuela artistas callejeros

Cuando uno vive en el Distrito Federal, sueñas con poder ir a playita cada que hay vacaciones o puente largo. Ahora que radico en provincia, venir a la capital significa visitar a mi familia, así­ que no necesito más que ganar la loterí­a para ser feliz. Luego de meses fuera, sin aguantar embotellamientos ni quejarme de MarcelObras Ebrard, de veras que la ciudad hasta se ve bonita.

El primer lugar que recorrimos fue Coyoacán: pero qué diferencia tener la plaza libre, llena de gente que pasea y come helado, pero sin los â??artistasâ? y sus puestos que nomás estorban, como si uno pensara en hacerse tatuajes de henna o peinarse con rastas postizas cada que paseas por el hogar de Diego y Frida. Claro que no faltan los payasos y los mimos que reúnen gente a su alrededor, pero nada que ver con los empujones de antes porque los que van adelante se detuvieron a comprar velitas aromáticas o filtros de amor.

Al dí­a siguiente, Viernes Santo, querí­amos ir a Teotihuacán pero así­ de ña, nada más para cruzar Indios Verdes tardaremos medio dí­a, ¿qué otra opción? Mi mamá lo sugirió: Carlos Slim, el reconocidí­simo filántropo mexicano, abrió el nuevo Museo Soumaya cerca de Polanco para compartir con el pueblo, con la raza, las innumerables obras de arte que ha costeado gracias a quienes pagamos teléfono móvil y/o fijo… ¡vamos, puesn! Apenas llegar y, no, no nos sorprendió la rarí­sima forma del edificio cubierto con células solares que quién sabe si eran reales o de imitación: la enooorme fila para entrar nos hizo pensar que igual y nos equivocamos pero de paí­s porque, ¿de cuándo acá al mexicano le interesa empaparse de cultura, así­ sea de a gratis? Como era tempranito, primero fuimos a zamparnos unos caldos de gallina que resultaron más caros que un pastel de Sanborns pero bueno, ya con renovadas juerzas nos formamos bajo el bello sol del atardecer a esperar… y esperar… y zzz… Total que ya pasamos y, vaya que más que un museo parecí­a que estábamos en el parque: no sólo habí­a montones y montones de niños (se nota que a las niñeras sí­ les alcanzó para irse a Acapulco) corriendo por todas partes, sino que hombres y mujeres chocaban los unos con los otros y amén porque nomás NO hay indicaciones sobre qué sentido se debe seguir en cada sala para ver en orden las obras de arte… ¿â??Obras de arteâ?, dije?, pues algo así­: en una misma galerí­a puedes admirar monedas del año del caldo, bonos de acciones de compañí­as desconocidas, y cajitas de metal de bombones y galletas (?) de mediados del siglo veinte; mientras en el piso de arriba encuentras vestidos de baile de la Colonia junto con un Oscar de la Renta, o sea: naaada que ver. Luego de recorrer tres o cuatro pisos, el consenso general fue: ¿acaso esto es un â??museoâ??, ¡NO!, simplemente, el señor Carlos Slim compró -o encargó que le compraran- cuanta â??obra de arteâ? le pusieron enfrente, y como ya no tení­a dónde guardar su colección pues decidió hacer un museo para presumir su megalomaní­a, al fin él puede darse el lujo. La única sala que de verdad resultó interesante fue el de las esculturas… pero estaba hasta el último piso y sho ya me habí­a cansado, así­ que nomás le eché un ojo a los supuestos Dalí­. Qué divertido escuchar a mi abuela criticar a tooodos los que posaban junto a las reproducciones como si se tomaran la foto frente a la Torre Eiffel, pero pues con algo hay que llenar los álbumes de imágenes del Facebook, ¿no creen?

Jéssica de la Portilla Montaño AKA *Gina Halliwell*,
www.TodoMePasa.com
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Comentarios

  1. Avatar de Aku
    Aku

    Se te olvido mencionar que hay obras de valor incalculable de artistas como DaVinci, Picasso, Auguste Rodin, Van gogh, Rivera, entre otros.
    Criticar medio museo no es una buena crítica.
    Y menos cuando antes de entrar ya odias al dueño 😉

  2. Avatar de Jéssica de la Portilla Montaño.

    De hecho, esas obras de «valor incalculable» son reproducciones, la prueba es que El pensador, de Rodin, la encuentras tanto en el primer piso como en el último.

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