Categoría: Historia

  • Gustavo A. Madero

    Originario de Parras de la Fuente, Coahuila, Gustavo Adolfo Madero fue hermano de Francisco Ignacio Madero. Empresario y polí­tico, apoyó la lucha antirreeleccionista desde 1909.

    Al estallar la revolución mexicana el 20 de noviembre de 1910, fue comisionado para negociar empréstitos en Estados Unidos con la intención de financiar el movimiento armado. Apoyó a la revolución con 600 mil dólares de su peculio.

    Una vez derrocado Porfirio Dí­az, Gustavo se encargó de la organización del Partido Constitucional Progresista, que sustituyó al Partido Antirreeleccionista, el cual llevó a la presidencia de la República a Francisco I. Madero en noviembre de 1911. Gustavo fue elegido diputado para la XXVI Legislatura y encabezó la oposición contra la vieja guardia porfirista dentro del Congreso.

    Durante el régimen maderista (1911-1913) fundó el periódico Nueva Era para contrarrestar los ataques que la vieja prensa porfirista lanzaba contra la presidencia de Madero. Por entonces, se hizo famosa su frase: â??muerden la mano que les quitó el bozalâ?, refiriéndose a los periodistas que durante la dictadura recibí­an dinero para escribir a favor del gobierno porfirista, las cuales canceló la nueva administración. La mayor parte de los encarnizados ataques de la prensa se dirigieron contra su persona y fue apodado â??Ojo paradoâ?, debido a que durante su infancia, habí­a perdido un ojo que sustituyó con uno de vidrio.

    Gustavo Madero fue un crí­tico del régimen de su hermano, a quien recomendó retirar del gabinete a varios ministros que obstaculizaban las reformas revolucionarias, entre ellos se encontraban su tí­o Ernesto Madero y su primo Rafael Hernández.

    Debido al encono que provocó su cercaní­a con el gobierno de su hermano, el presidente Madero decidió enviarlo como embajador de México en Japón a principios de 1913. Sin embargo, el inicio de la Decena Trágica lo impidió. Fue testigo de la rebelión armada contra el gobierno de Francisco I. Madero por parte de los generales Manuel Mondragón, Félix Dí­az y Bernardo Reyes.

    A pesar de las continuas advertencias que Gustavo le hizo al presidente Madero sobre la traición de Huerta, don Francisco nunca le prestó atención y la tarde del 18 de febrero los dos hermanos Madero, José Marí­a Pino Suárez y el general Felipe íngeles fueron aprehendidos en distintos lugares de la ciudad de México. Esa noche, Gustavo fue trasladado a la Ciudadela y ahí­ fue brutalmente asesinado.

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  • La muerte me pela los dientes … Francisco Villa

    Según reza la leyenda, el Carretero de la Muerte es aquel individuo que habiendo fallecido en el último segundo del 31 de diciembre, tiene la misión de recorrer el mundo recogiendo -en su silenciosa carreta- las almas de todos aquellos seres que fallecen durante los 12 meses del año. Su paso es firme y exacto, marcado por cada segundo que transcurre para llegar con puntualidad a su cita: la muerte espera al final del camino.
    Podemos suponer que en México, el Carretero de la Muerte detiene momentáneamente su andar, el 1 y 2 de noviembre. Por una vieja tradición pagano-religiosa son dí­as de fiesta: el culto a los muertos se hace presente; florecen los altares alrededor de los retratos de los antepasados difuntos que parecen advertir: «Como te ves me ví­…».

    Pero es posible que la Muerte se detenga por otro motivo: la reflexión por el sino fatal, la vocación mortuoria, la tradición funeraria que envuelve a la historia de México. Indudablemente la Muerte está presente en todas las épocas y en todos los pasajes de la historia universal. Sin embargo, en México hay casos muy concretos que demuestran que la Muerte ronda en el aire con especial predilección sobre ciertos individuos y por momentos los ha cubierto con su manto, algunas veces rozándolos, otras, tocándolos en forma definitiva.

    LAS APROXIMACIONES

    ¿Qué factores influyen para que un hombre común se acerque tanto a la Muerte pero logre evadirla? La Muerte encuentra en la fortuna a una de sus principales rivales. El último minuto de vida tiene que llegar fatalmente. Pero en ocasiones la fortuna, para bien o para mal, le arrebata algo de tiempo:

    Una broma cruel jugó la fortuna, la muerte -y Juárez- a Maximiliano, Miramón y Mejí­a. Confirmada la pena capital para el 16 de junio de 1867, los reos fueron puestos en capilla; momentos antes de ser conducidos al lugar señalado para la ejecución, ésta se pospuso para tres dí­as después. El 19 de junio, fecha en que fueron fusilados ya estaban muertos. Murieron dos veces.

    Durante su vida el general Manuel González fue herido en 17 ocasiones -sable, bala, metralla-, perdió un brazo, le abrieron el muñón durante otro combate… fue un gran militar y llegó a ser presidente de México (1880-1884). Ninguna de sus 17 heridas lo llevó a la tumba. Falleció de causas naturales en su vieja hacienda de Chapingo.

    ¿Qué hubiera sido de la Revolución si Pancho Villa hubiera muerto en sus inicios? En 1912, por órdenes de Huerta, Villa fue colocado frente al pelotón del fusilamiento; en el último momento, cuando se disponí­a la ejecución, llegó el perdón de Madero a través de uno de sus hermanos.

    1915. Herido por una granada, Obregón cayó al suelo sin un brazo; retorciéndose de dolor, sacó su pistola, la colocó sobre su cabeza y jaló el gatillo… estaba descargada -un dí­a antes habí­a sido limpiada por su asistente. Cuando el teniente coronel Jesús M. Garza se dió cuenta de las intenciones del general, le arrebató la pistola y lo condujo ante el médico. Tiempo después y por otras circunstancias, Garza se suicidó.

    CUANDO EL ALMA DEL CUERPO SE DESPRENDE…

    Para aquellos estudiosos de las cuestiones parapsicológicas, la personalidad de ílvaro Obregón merece un acercamiento. Además de su frustrado intento de suicidio, otras experiencias de su vida muestran un contacto cercano, la clara presencia de la muerte, por lo menos en tres ocasiones.

    Obregón así­ lo percibí­a. En 1909 escribió un poema titulado Fuegos fatuos, cuyas primeras estrofas revelan la personalidad de un hombre desdeñoso del tránsito fí­sico, terrenal, pero -implí­citamente- convencido de la existencia de otra vida, marcada por el plano espiritual:

    «Cuando el alma del cuerpo se desprende / y en el espacio asciende, / las bóvedas celestes escalando, / las almas de otros mundos interroga/ y con ellas dialoga, / para volver al cuerpo sollozando/ sí­, sollozando al ver de la materia / la asquerosa miseria/con que la humanidad, en su quebranto,/ arrastra tanta vanidad sin fruto, / olvidando el tributo / que tiene que rendir al camposanto.»

    El espiritismo fue una doctrina que tuvo toda la formalidad y el impacto de una corriente filosófica en Estados Unidos y Europa durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En México, el espiritismo practicado por Francisco I. Madero fue el argumento utilizado por sus enemigos, para tildarlo de â??chifladoâ?. Convencido de las doctrinas básicas espí­ritas -contenidas en obras como El Evangelio según el espiritismo o El libro de los espiritus- y seguidor de su principal profeta -Allan Kardec-, Madero fue medium escribiente. Su comunicación con los espí­ritus y las bondades del espiritismo -justicia, fraternidad, libertad- influyeron en cierta medida en que abrazara la causa de la democracia.

    Más asombroso -pero menos conocido- que el espiritismo de Madero fue el espiritismo ortodoxo que Plutarco Elí­as Calles abrazó en los últimos años de su vida. Calles, el mismo hombre que habí­a tratado de â??extirpar la fe católica de Méxicoâ?, en el ocaso de su vida concurrí­a â??religiosamenteâ? al cí­rculo de investigaciones metapsí­quicas de México. Donde se comunicaba con almas que recorrí­an los diferentes planos metafí­sicos. Desde ese lugar, hizo la única profesión de fe de toda su existencia: creyó en otra vida. Ambos recurrí­an a la muerte… como fuente de vida.
    LOS RESTOS

    La Muerte ha de sonreí­r cuando piensa que el último instante de vida y el paso a otra, supone â??descansar en paz y eternamenteâ?. ¿Ya descansan en paz los restos mortales de los personajes de nuestra historia? Algunos solamente. Tan azarosa fue su vida como lo ha sido su muerte.

    El culto a los muertos y la mitificación de la historia -la idea de rendir honores a los personajes que han contribuido a formar la patria- han impedido que muchos de ellos finalmente descansen en paz. La fijación de hacer monumentos, crear urnas especiales, esculpir enormes estatuas con notorios pedestales para depositar los restos, han creado una especie de nomadaje mortuorio.

    El sentimiento antiespañol al grito de â??mueran los gachupinesâ?, enarbolado por algunos grupos radicales durante los primeros años del México independiente -que culminó con la expulsión de españoles-, propició una persecución sobre los restos de Cortés, sólo evitada gracias a la intervención de Lucas Alamán, quien pudo esconderlos y ponerlos a salvo de la turba enardecida.

    Los héroes de la Independencia no corrieron con mejor suerte. Al momento de morir fusilados, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron decapitados y sus cabezas expuestas públicamente durante 10 años. Al consumarse la Independencia pudieron reunirse los restos de los principales insurgentes, mismos que fueron cambiados de sitio en varias ocasiones. El peregrinar de los restos y las malas condiciones en que se encontraban propició una investigación (1911) para identificar de quién eran cráneos, fémures y demás huesos que se encontraban en la urna. La odisea terminó cuando fueron trasladados al íngel de la Independencia (1925), pero con una nueva baja entre las filas insurgentes: los restos de Morelos desaparecieron y hasta la fecha se desconoce su paradero.

    Con excepción de su pierna, Santa Anna podrí­a decirse que â??casiâ? descansa en paz -aunque para muchos no lo merezca. Perdida durante la guerra de los pasteles (1838) -unas veces honrada, otras vituperada al grado de ser arrastrada por las calles de la ciudad- su pierna se perdió en el convulsionado México del siglo XIX. Siendo ya un viejo, algunos charlatanes lo visitaban para ofrecerle su â??auténticaâ? pierna, misma que compró varias veces. Nunca la recuperó.

    La admiración por una persona puede rebasar los lí­mites de su vida y seguir hasta en la muerte. Tal fue la última voluntad del presidente Anastasio Bustamante: que su cuerpo fuera sepultado, pero su corazón, colocado en una urna, reposara junto a los restos de Agustí­n de Iturbide. Y así­ fue, en la capilla de San Felipe de Jesús de la Catedral Metropolitana, bajo el osario de Iturbide se encuentra la urna con el corazón de Bustamante.

    Si la admiración puede ser eterna, la rivalidad también. Durante los últimos meses del Imperio de Maximiliano, Miramón estuvo a unas cuadras de capturar a Juárez (Zacatecas, 1867); lo habrí­a fusilado. Juárez aprehendió a Miramón y fue ejecutado. El panteón de San Fernando recogió los restos de ambos, pero ni muertos podí­an estar juntos. Al regresar a México, Concha Lombardo de Miramón -esposa del general- se indignó de saber que su esposo yací­a a unos cuantos metros de Juárez. Exhumó el cuerpo de su marido, para llevarlo lejos del zapoteca; sus restos ya descansan en la Catedral de Puebla.

    A pesar de su violentí­sima muerte -asesinado con balas expansivas- Pancho Villa tuvo una cristiana sepultura y descansó en paz por algunos años. Una noche, desconocidos entraron al panteón donde fuera sepultado; su tumba fue violada. A la mañana siguiente, el cuerpo del Centauro apareció sin cabeza. Nadie sabe qué fue de ella. Las malas lenguas cuentan que fueron los gringos, quienes querí­an analizar su cerebro, para saber qué tení­a en la cabeza, aquel hombre que se atrevió a invadir su territorio.

    Hay un grupo de personajes, cuyos restos, evidientemente, no alcanzarán el descanso -al menos dentro de su fosa. Ellos son los jefes de la revolución. Paradójicas resultan la historia y la muerte; la primera se encargó de separarlos haciéndolos irreconciliables enemigos; la segunda se ha encargado de juntar sus restos -bromas de la vida ¿o de la muerte?

    Zapata fue intransigente; Carranza mandó matar a Zapata; Obregón mandó asesinar a Carranza y luego a Villa; antes Villa le habí­a hecho la vida «de cuadritos» a Carranza. Calles mandó asesinar a Obregón y Cárdenas expulsó del paí­s a Calles. Algún funcionario, hijo de la familia revolucionaria, tuvo la brillante idea de juntarlos, y todos -con excepción de Zapata – fueron trasladados al monumento de la Revolución. ¿Cómo podrí­an descansar sabiendo que los enemigos ocupan un lugar cercano?

    Muda testigo de la historia: La Muerte. Su manto va cubriendo todo y tras su estela fúnebre, se perciben fuegos fatuos que danzan entre los sauces y lápidas del cementerio: cuando cae la tarde:

    â??Allí­ donde el monarca y el mendigo / uno de otro es amigo; / donde se acaban vanidad y encono; / allí­ donde se junta al opulento/el haraposo hambriento / para dar a la tierrra el mismo abono…

    Allí­ todo es igual; ya en el calvario / es igual el osario; / y aunque distintos sus linajes sean, de hombres, mujeres, viejos y creaturas, / en las noches obscuras / los fuegos fatuos juntos se paseanâ?.

  • Toma de Zacatecas (Historia)

    â??Espero que esta pelea la ganen sus cañonesâ? â??le dijo Pancho Villa a Felipe íngeles mientras se preparaban para marchar con toda la División del Norte sobre Zacatecas. La vieja ciudad colonial era el último bastión del huertismo y su caí­da significaba el paso franco a la ciudad de México.

    En la madrugada del 17 de junio de 1914, desde Torreón, el general íngeles comenzó a montar el grueso de su artillerí­a en cinco trenes. A las 8 de la mañana la primera locomotora anunció su partida rumbo a Zacatecas, y con intervalos de 15 minutos salieron las demás. El viaje fue por demás lento y húmedo. La lluvia no dejó de caer sobre la División del Norte pero los villistas iban muy animados: tras varios meses de intensos combates nadie dudaba ya de su poderí­o. Villa y íngeles deseaban, por encima de cualquier otra cosa, darle el tiro de gracia al régimen del usurpador Victoriano Huerta.

    íngeles y su gente llegaron a Calera â??a 25 kilómetros de Zacatecas- el dí­a 19 por la mañana. Desembarcado el equipo militar, el general tomó su caballo y con una escolta salió a reconocer el terreno, necesitaba establecer posiciones y ubicar los sitios más adecuados para sus piezas de artillerí­a. Se le veí­a tranquilo cabalgando de un lugar a otro, daba órdenes, tomaba sus binoculares para observar la ciudad de piedra, se detení­a un momento y respiraba satisfecho.

    El enorme reflector colocado en el punto más alto del cerro de la Bufa iluminaba la ciudad de Zacatecas. La gente comentaba que el general huertista Luis Medina Barrón â??oficial a cargo de la defensa de la plaza- lo habí­a mandado traer de Veracruz, para lo cual habí­a sido necesario desmontarlo del faro que se levantaba en el puerto. Los federales lo hací­an girar toda la noche tratando de ubicar las posiciones rebeldes y las piezas de artillerí­a de íngeles. Los desesperados esfuerzos de las tropas de Huerta para defender la plaza no le quitaban el sueño al general. Nada podí­a ya detener la marcha de la División del Norte

    Villa se presentó en las inmediaciones de Zacatecas, por la tarde del 22 de junio de y determinó que la batalla comenzarí­a a las 10 de la mañana del dí­a siguiente. â??Juntas se moverán todas las fuerzas a esa hora. Nadie entrará un minuto antes ni un minuto despuésâ? â??ordenó el Centauro. La señal para iniciar serí­a era el disparo de un cañón.

    Amaneció radiante el dí­a 23 de junio de 1914. El cielo no podí­a ser más azul. Atrás habí­an quedado las amenazas de lluvia de la noche anterior. íngeles despertó pasadas las siete de la mañana; se afeitó con calma, tomó su baño, desayunó con su estado mayor y montó su caballo. Eran las nueve de la mañana.

    En la ví­spera, el general hizo un movimiento que dejó perplejo al enemigo: retiró las piezas de artillerí­a de sus posiciones originales y las emplazó en sitios imperceptibles y muy cerca de las lí­neas defensivas de los federales. Los últimos tres dí­as convenció a los huertistas que ya tení­a definidas sus posiciones.

    El disparo de un cañón a las diez de la mañana en punto anunció el inició de la batalla. Los villistas avanzaron por los cuatro puntos cardinales intentando arrebatar a los federales sus posiciones en la Bufa, el Grillo, la Sierpe, Loreto y el cerro de La Tierra Negra. Cuarenta cañones â??28 por el norte y 12 por el sur- entraron en acción al mismo tiempo para apoyar el despliegue de la infanterí­a que ascendí­a presurosa por los cerros que rodeaban la ciudad.

    Los veintidós mil hombres de la División del Norte se moví­an en completa armoní­a bajo la dirección de íngeles. El general habí­a logrado la perfecta conjunción entre las brigadas del ejército villista. â??La artillerí­a obrando en masa â??escribió íngeles- y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba conquistar la infanterí­a y ésta marchando resueltamente sobre la posición en donde la neutralización se realizaba. ¡Qué satisfacción la de haber conseguido esta liga de las armas!â?

    íngeles estaba enardecido; parecí­a encontrarse en una dimensión diferente al resto de los hombres, en un sitio privilegiado, exclusivo para el guerrero. Las granadas estallaban encima de su punto de observación o lo rebasaban por completo. Con sus binoculares alcanzaba a divisar al abanderado que corrí­a al frente de su brigada avanzando sin parar. Entonces calibraba nuevamente los cañones y alargaba el tiro para apoyar el asalto final de la infanterí­a sobre alguna posición.

    En medio del fuego de la fusilerí­a, íngeles tomó su caballo para cerciorarse del estado que guardaban otros puntos de la batalla. En camino a Loreto encontró a Villa. Ambos generales con sus estados mayores, cabalgaron juntos mientras escuchaban â??alegrementeâ? los disparos de la artillerí­a villista. Los cañones federales intentaban pegarle al numeroso grupo; sus tiros, sin embargo, quedaban cortos.

    Una granada explotó a escasos tres metros de donde se hallaban íngeles y Villa observando el combate. El humo cubrió por algunos instantes a los dos jefes y a sus hombres. Cuando el humo desapareció habí­a varios cadáveres mutilados. Para mala fortuna no habí­a sido disparado por del enemigo. El proyectil era villista, explotó en manos de un artillero que preparaba su lanzamiento. Para evitar que los soldados entraran en pánico o pensaran en el riesgo que corrí­an al manejar las bombas, íngeles gritó: â??No ha pasado nada, hay que continuar sin descanso; algunos se tienen que morir, y para que no nos muramos nosotros es necesario matar al enemigo. â??¡Fuego sin interrupción!â?.

    Hacia las 5. 40 de la tarde, el triunfo de la División del Norte estaba cerca. El enemigo abandonaba sus posiciones y huí­a de manera desorganizada. â??No los veí­amos caer, pero lo adivinábamos â??escribió íngeles-. Lo confieso sin rubor, los veí­a aniquilar en el colmo del regocijo; porque miraba las cosas bajo el punto de vista artí­stico, del éxito de la labor hecha, de la obra maestra terminada. Y mandé decir al General Villa: ¡Ya ganamos, mi general! Y efectivamente, ya la batalla podí­a darse por terminada, aunque faltaran muchos tiros por dispararseâ?.

    Unos minutos después, las tropas villistas tomaban posesión de la Bufa y del Grillo y avanzaban sobre la ciudad. Las calles de Zacatecas presenciaron una de las peores matanzas de la revolución. Los revolucionarios acabaron con todos los soldados federales que encontraron a su paso. Saquearon casas, edificios y oficinas. En algunos casos arremetieron incluso contra la población civil. Los siete kilómetros que mediaban entre Zacatecas y la población de Guadalupe terminaron tapizados de cadáveres impidiendo el tránsito de carruajes.

    En uno de los edificios del centro de la ciudad se encontraba un joven oficial del ejército de Huerta. Su misión era defender el parque y las armas que se encontraban almacenadas ahí­. Cuando los villistas entraron a la ciudad, el oficial supo que no tení­a escapatoria. Esperó a que llegaran los revolucionarios y cuando intentaron entrar hizo volar el edificio. Decenas de ví­ctimas de ambos bandos quedaron entre los escombros de la vieja construcción.

    Cinco mil muertos entre las tropas federales. Cerca de tres mil lamentó la División del Norte. En los dí­as siguientes surgirí­a nuevamente el humanista. Decenas de prisioneros salvaron la vida gracias a la intercesión de íngeles. La sangre sólo debí­a correr en la batalla. Los muertos eran parte del ritual de la guerra.

    Frente a la noche y sumido en sus reflexiones, íngeles respiró satisfecho por el éxito de la batalla. La venganza sobre Huerta se habí­a consumado. â??Y bajo el encanto de la obra clásica de ese dí­a feliz, me hundí­ plácidamente en un sueño reparador y sin aprensionesâ?

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  • Representaran el juicio a Al Capone

    Ochenta años después, la justicia recreará el histórico juicio por perjurio al lí­der de la mafia, Al Capone, en la corte del condado de Miami-Dade para celebrar el Centenario del Onceno Circuito Judicial.

    El simulacro del juicio se llevará a cabo el 28 de septiembre con agentes voluntarios en la sala 6.1 del tribunal, la misma en que fue enjuiciado el llamado â??Cara cortadaâ? en 1930, según informó el tribunal.

    Los archivos serán â??desempolvadosâ? para la representación del sonado caso que trajo ante la justicia por primera vez al conocido barón de la cerveza.

    Capone comenzó su carrera en Brooklyn antes de trasladarse a Chicago y convertirse en la figura del crimen más importante de la ciudad.

    Hacia finales de los años 20, Capone ya estaba en la lista de â??más buscadosâ? del FBI. En el juicio de Miami los cargos fueron sobreseí­dos.

    Sin embargo, después fue juzgado por evasión fiscal en 1931, donde recibió una condena de 11 años de prisión. Fue enviado a prisión en Atlanta en 1932 y luego en 1939 a Alcatraz.

    Tras cumplir una condena de 11 años, en 1947 murió de sí­filis en Miami Beach, Florida.

  • Francisco Villa, 1878-1923

    Su verdadero nombre era Doroteo Arango. Nacido en la hacienda de Rí­o Grande, jurisdicción de S. Juan del Rí­o, Durango, era hijo de Agustí­n Arango y de Micaela Quiñones Arámbula.

    Dedicado desde la infancia a las labores del campo, pronto fue excelente caballista. Huérfano todaví­a adolescente, jefe de familia, defendió a una hermana ofendida por uno de los dueños de la hacienda en cuyas tierras trabajaba, y que abandonó para rehuir la persecución de una justicia parcial. Cambió entonces su nombre por el que se hizo famoso no sólo en la historia de la Revolución Mexicana, sino en todo el mundo, que le conocerá por Pancho Villa.

    Los hechos de los años anteriores a su adhesión a la campaña de Madero, señalan las fallas del hombre rudo e impulsivo dependiente de una sociedad que le tolera, o que le acosa cuando le considera fuera de su propia ley.

    Villa se unió a la campaña maderista en 1909, bajo la influencia de Abraham González, gobernador a la sazón del estado de Chihuahua. Aunque Villa no tuvo educación escolar, sus actividades comerciales le habí­an hecho aprender a leer y escribir. Su compromiso de levantarse en armas contra la dictadura de Porfirio Dí­az, lo cumplió el 17 de noviembre de 1910, al atacar la hacienda de Cavarí­a, en Chihuahua, al que le siguieron los encuentros de San Andrés, Las Escobas y Ciudad Camargo.

    Desde un principio se destacaron sus dotes como combatiente y organizador, ayudado por el exacto conocimiento del terreno que pisaba. Conoció a Francisco I. Madero, en la hacienda de Bustillos, ante el cual se presentó con regular número de tropa, disciplinada y bien pertrechada. Recibió entonces el grado de coronel. Es significativo que ya figurara entre militares de mayor historia, entre los que concurrieron a la junta convocada por Madero el 1 de mayo de 1911, frente a Ciudad Juárez, para concertar la paz.

    De acuerdo con Pascual Orozco, Villa atacó Ciudad Juárez y obtuvo uno de los primeros y más señalados triunfos de la revolución incipiente. Al triunfo de la lucha armada, Villa se dedicó al comercio.

    Radicado en la ciudad de Chihuahua, fue introductor de ganado y dueño de varias carnicerí­as. Su nueva etapa en los campos de batalla se inició al producirse la rebelión de Pascual Orozco. Combatió en territorios de Chihuahua y de Durango, en donde engrosó sus filas. En Torreón se incorporó a las tropas de Victoriano Huerta, encargado por el gobierno de Madero para someter a los orozquistas.

    Por su lealtad y méritos en campaña ascendió a general brigadier honorario. Triunfó en Conejos y en la importante acción de Rellano. El recelo de Victoriano Huerta le provocó dificultades, y estuvo a punto de ser fusilado. Remitido preso a la ciudad de México, se fugó de la cárcel Militar en 1912, y pasando por Guadalajara y Manzanillo, marchó a Estados Unidos.

    Regresó al paí­s a la muerte de Madero; se internó por Chihuahua con sólo ocho hombres, a los que se unieron pronto miles de soldados que le siguieron en sus acciones de guerra. Fue auxiliado con dinero por el gobernador de Sonora, José Marí­a Maytorena. Combatió contra los generales Salvador R. Mercado y Félix Terrazas. A este último le hizo 237 prisioneros, que fusila en cumplimiento de la Ley de 25 de enero de 1862.

    En Ciudad Jiménez, en septiembre de 1913, se constituyó la famosa División del Norte, poco antes del ataque a Torreón, y que su origen comandó Villa. Las dos batallas que precedieron a la toma de Torreón, ocurridas el 30 de septiembre de 1913 y abril de 1914, son consideradas dignas de figurar en tratados en materia bélica.

    De vuelta a Chihuahua, atacó a la capital, y con la rapidez que desconcertaba a sus adversarios, marchó sobre Ciudad Juárez que ocupó el 15 de noviembre de 1913. Dio después la batalla de Tierra Blanca, en la que desarrolló su intuición militar. Toda una división federal fue derrotada, apoderándose de parque e implementos. Ganó al poco tiempo la batalla de Ojinaga, y el 8 de diciembre de 1913 entró a la ciudad de Chihuahua, donde asumió el cargo de gobernador provisional.

    Demostró capacidad administrativa; restableció el orden, abarató los artí­culos de primera necesidad, abrió el Instituto Cientí­fico y Literario; condonó contribuciones atrasadas, y emitió papel moneda. Aunque dejó el gobierno el 8 de enero de 1914 en la práctica, ejerció el poder varios meses más. En marzo combatió en Gómez Palacio, ya incorporados a la División del Norte los generales Felipe íngeles, José Isabel Robles y Raúl Madero.

    Desde sus primeros triunfos se suscitaron hondas diferencias con Venustiano Carranza. í?ste le ordenó tomar la ciudad de Saltillo, regateándole por otra parte pertrechos necesarios para llevarlo a cabo, mientras que, al mismo tiempo, se fraguaban maniobras polí­ticas entre los elementos villistas y las autoridades civiles de Chihuahua. Sin embargo, obedeció Villa las órdenes de Carranza y tomó a sangre y fuego la plaza de Zacatecas el 23 de junio de 1914. Esta victoria decidió el triunfo de las armas revolucionarias y la caí­da de Victoriano Huerta. Ahondada la división con Carranza, interviene el general ílvaro Obregón cerca de Villa, que estuvo a punto de fusilar al enviado de México.

    Inaugurada la Convención el 1 de octubre, se trasladó el 10 a Aguascalientes Ahí­ se unieron zapatistas y villistas en contra de los afectos a Carranza. La Convención cesó a Villa y a Carranza de sus cargos pero bajo la presidencia del general Eulalio Gutiérrez, Villa fue designado jefe de Operaciones de la Convención. Entró a la ciudad de México con Emiliano Zapata el 6 de diciembre de 1914.

    La controversia polí­tica se desplazó a los campos de batalla; Villa fue derrotado en la zona del Bají­o: Celaya, León y Trinidad. Se vio obligado a regresar a su punto de partida, al norte, donde siguió combatiendo hasta 1915. Fracasó en una incursión sobre Sonora. Atacó Columbus, lugar fronterizo de Estados Unidos, y provocó la llamada Expedición Punitiva. Sus tropas se redujeron y aunque tuvo fuerzas para amedrentar a los congresistas de Querétaro (1916-1917), Villa habí­a perdido su categorí­a de jefe de ejércitos para volver a su condición de temido guerrillero, y entrar en la leyenda.

    Nombrado presidente interino Adolfo de la Huerta en 1920, se efectuó en mayo de 1920 una entrevista cerca del pueblo de Allende, Chihuahua, entre los generales Francisco Villa e Ignacio C. Enrí­quez, con el objeto de que el primero reconociera al gobierno surgido del Plan de Agua Prieta, y de que depusiera las armas, ya que Venustiano Carranza, contra quien luchaba, habí­a sido muerto. Antes de concluir las entrevistas y como las tropas de Enrí­quez planeaban aprehender a Villa, éste esquivó estas tropas y se retiró.

    Por fin Villa se amnistió gracias a los buenos oficios de su amigo Elí­as Torres, firmándose los Convenios de Sabinas. Se le reconoció el grado de general de división con haberes completos, y recibió en propiedad el Rancho de Canutillo de 25 mil hectáreas, cercano a Hidalgo del Parral, Chihuahua, que explotó con sus antiguos compañeros de la División del Norte, los Dorados.

    El 20 de julio de 1923, Villa, en compañí­a de su fiel compañero de armas, el coronel Miguel Trillo, cae asesinado ví­ctima de una emboscada que le tiende Jesús Salas Barraza en las entradas de la ciudad de Parral.

    Sus restos fueron profanados en febrero de 1926, cuando un estadounidense viola la tumba en donde descansaban y se llevó a su paí­s la cabeza del Centauro del Norte. En 1967 se colocó su nombre, con letras de oro, en el recinto de la Cámara de Diputados, y el 20 de noviembre de 1969 se inauguró una estatua ecuestre con la efigie de Villa en la ciudad de México.

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  • Exposocion de la Revolucion

    Carteles, fotomontajes y ‘stills’ de películas documentales y de ficción, que ilustran la importancia del cine para registrar, recrear y analizar el movimiento revolucionario iniciado en México en 1910, integran la exposición ‘RRR Rieles, Rollos y Revolucionarios’, que a partir del 9 de septiembre se exhibirá en el Museo de los Ferrocarrileros, de esta ciudad.

    La muestra, que se presenta en el marco de las actividades por el Centenario de la Revolución Mexicana y el 50 aniversario de la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) , destaca el papel protagónico que tuvo el ferrocarril en el desarrollo del conflicto armado y por su trascendencia como medio de transporte en la primera mitad del siglo XX.

    ‘RRR Rieles, Rollos y Revolucionarios’ se integra por materiales gráficos relacionados con el desarrollo de la Revolución, plasmados en películas documentales que posteriormente presentaron realizadores del cine mexicano de la llamada Epoca de Oro, cuyas primeras obras maestras abordan historias escenificadas durante la gesta armada.

    En el recinto que resguarda la memoria de gremio ferrocarrilero, se presentará además el trabajo de directores como Fernando de Fuentes y Miguel Contreras Torres, quienes entendiendo la importancia del tren como fuente de poder, le dan un claro protagonismo dentro del desarrollo de sus producciones.

    Además de la revisión del protagonismo del tren en la Revolución, la muestra busca acerca al público a una selección de imágenes de la cinematografía nacional.

    Imágenes que exponen la presencia e importancia del ferrocarril en el México post revolucionario, en las décadas en las que se consolidaba de lleno la modernidad, presentando escenarios donde este medio de transporte se hacía imprescindible en el movimiento de personas y carga.

    En esta parte de la exposición, señalaron sus organizadores, se exhiben obras de directores como Julio Bracho, Alejandro Galindo, Luis Alcoriza y Luis Buñuel, entre otros cineastas.

    Las populares frases de «íTodos a bordo!» y «íVaaaámonos!» volverán a escucharse en esta exposición que albergará la Estación Ferroviaria de La Villa, la más antigua que se conserva en el Distrito Federal.

    La Estación Ferroviaria de La Villa, que fue construida en 1857 y 50 años más tarde fue intervenida para tomar su forma actual, se encuentra ubicada a media cuadra del metro Basílica, en la delegación Gustavo A. Madero.

    Durante varios años el inmueble fue ocupado como cuartel de policía de la Secretaría de Seguridad Pública y posteriormente abandonado.
    Tras una restauración realizada por la delegación Gustavo A. Madero y la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, con apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

    Este espacio resguardará la memoria de los ferrocarrileros, uno de los gremios fundamentales en el desarrollo de México durante el siglo XX.
    Escantillones (herramienta que servía para trazar las vías) , pinzas, martillos, marros, palas, placas, planchuelas, clavos, tablero telegráfico, resonador de sonido, llave telegráfica, reloj reglamentario, bancas, maletas, gorras de conductor y crisoles para la fundición, son algunas de las piezas que alberga y en las que se ofrecerá una síntesis de la historia de los ferrocarrileros.

    ‘RRR Rieles, Rollos y Revolucionarios’ permanecerá abierta al público hasta el 28 de febrero del 2011, en el Museo de los Ferrocarrileros.

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  • Se inaugura exposicion de Heroes en Palacio Nacional

    El presidente Felipe Calderón acompañado por los titulares del Senado, Manlio Fabio Beltrones, y del Poder Judicial, Guillermo Ortiz, inauguraron la galerí­a de Palacio Nacional y la exposición â??México 200 años. La Patria en Construcciónâ?.

    En el recinto, que será abierto hasta el 20 de septiembre al público, serán exhibidas 500 piezas históricas del Bicentenario de la Independencia (1810) y del Centenario de la Revolución Mexicana (1910).

    Se mostrarán los restos de 14 de los héroes: Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez, Mariano Matamoros, José Marí­a Morelos y Pavón, Francisco Javier Mina, Pedro Moreno, Ví­ctor Rosales, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Guadalupe Victoria, Andrés Quintana Roo y Nicolás Bravo.

    También habrá pinturas, esculturas, grabados, manuscritos, documentos originales, impresos, monedas, indumentaria, textiles, armamento, fotografí­as y mobiliario.

    Entre los objetos más representativos están el estandarte guadalupano de Miguel Hidalgo y Costilla, el acta de Independencia de 1821, la silla presidencial de Benito Juárez, el escritorio de Francisco I. Madero, el texto original de la Constitución de 1917, y Los Sentimientos de la Nación de José Marí­a Morelos y Pavón.

    La entrada será gratuita de martes a domingo hasta el 30 de julio de 2011, fecha en la que se cumplirán 200 años del fusilamiento de Hidalgo.

    Calderón dijo que â??la fortaleza de una nación depende, en buena medida, de la fortaleza y de la vigencia de su identidad y de sus sí­mbolos. Estos elementos, sin duda, nos permiten, como pueblo, conocer nuestros orí­genes, sabernos hermanados por lazos indestructibles, compartir valores e ideales y ser capaces de trazarnos metas comunesâ?.

    Pidió un minuto de silencio en memoria de â??tres destacadí­simos mexicanos integrantes de la cultura nacional: Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor y Germán Dehesaâ?.

    Convocó a la unidad y dijo que la historia de nuestro paí­s, es â??de mujeres y hombres, no de santos ni demonios, sino simple y sencillamente una historia de mexicanas y mexicanos con virtudes, defectos, grandes aciertos y grandes errores, pero que a final de cuentas, en el conjunto, han hecho, precisamente, la historia de esta gran naciónâ?.

    Llamó a los mexicanos a acudir y presenciar esta exposición, pues â??permitirá al visitante apreciar lo mucho que los mexicanos que nos precedieron tuvieron que padecer para que México pudiera sobrevivir como nación independiente, ante el acoso de potencias extranjerasâ?

  • OFicial, desde hoy se conmemorara la Batalla de Tampico

    El Senado de la República aprobó que el 11 de septiembre se conmemore la Batalla de Tampico de 1829, fecha en que el Ejército Mexicano detuvo el último intento de la monarquí­a española por reconquistar el territorio.

    De acuerdo al dictamen avalado, que reforma la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, se busca enriquecer y fortalecer la cultura cí­vica en todo el paí­s, así­ como afianzar la identidad y conciencia histórica del pueblo mexicano.

    Los senadores señalaron que en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, se debe recordar y dar sentido a los movimientos, batallas y logros que permitieron que México sea un paí­s libre y democrático.

    â??La Batalla de Tampico debe ser conmemorada por las consecuencias que tuvo en nuestra historia, pues de haber sido derrotados (los soldados mexicanos) la viabilidad de ser un Estado independiente hubiera quedado en entredichoâ?, indicaron.

    El órgano legislativo dijo que si bien el movimiento independentista inició el 15 de septiembre de 1810 y finalizó el 21 de septiembre de 1821, la monarquí­a española aún intentó en fechas posteriores reconquistar el territorio.

    El 11 de septiembre de 1829 las fuerzas nacionales consolidaron la derrota del Ejército Español en Tampico, Tamaulipas, lo que fue el último intento de la Corona por reconquistar el paí­s.

    Por ello, señala el documento, el 11 de septiembre debe recordarse como la fecha en que se consolidó la Independencia.

    Las reformas a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales fueron turnadas a la Cámara de Diputados, para su análisis y trámite legislativo correspondiente.

    De aprobarse el dictamen también en la Cámara de Diputados, la Batalla de Tampico entrarí­a al calendario cí­vico y cada 11 de septiembre se izarí­a la Bandera Nacional.

  • Concluye un maravilloso encuentro historiografico

    Con la conferencia magistral â??Voluntad, corazón y memoria: Los Archivos Municipales Españoles, Siglos XII-XXIâ?, a cargo de la maestra Carmen Cayetano Martí­n, del Archivo de la Villa de Madrid, hoy se selló el IV Encuentro de Archivos del Distrito Federal en esta ciudad.

    Para moderar la mesa, enriquecer los comentarios de Cayetano y luego dar la palabra a quien deseó expresar algún punto de vista, se invitó a la doctora Ana Rita Valero de Garcí­a Lascurain, proveniente del afamado Archivo Histórico â??José Marí­a Basagoiti Noriegaâ?. Cayetano fue atendida con inusual denuedo.

    Al encuentro de carácter multinacional que concluyó este dí­a asistieron numerosos responsables de archivos del Gobierno de la Ciudad de México, de las delegaciones polí­ticas, del Poder Federal, de instituciones públicas y privadas de nivel superior y de entidades descentralizadas y autónomas.

    Igualmente, a lo largo de tres dí­as de trabajo se contó con la participación de representantes de archivos de Colombia, Cuba y España, además de los principales archivos ubicados en los estados de la República Mexicana como Veracruz, Jalisco, Tabasco, Tamaulipas, Morelos, Puebla y Guanajuato.

    El IV Encuentro de Archivos del Distrito Federal, realizado bajo el lema â??Las ciudades iberoamericanas a través de sus archivosâ?, reflexionó en torno a las condiciones de los Archivos y su papel en Iberoamérica, y dialogó sobre la investigación histórica de los antiguos ayuntamientos y las ciudades de hoy.

    Durante los dí­as 25, 26 y 27 del mes en curso, participaron encargados de archivos, historiadores, archivistas y público en general interesado en el tema. A lo largo de los tres dí­as de intensa labor, se realizaron mesas de intercambio de experiencias, de discusión y análisis, así­ como conferencias magistrales.

    Se habló de Realidad y perspectiva de los archivos en Iberoamérica, Polí­ticas gubernamentales en torno al patrimonio documental iberoamericano, La historia de las ciudades iberoamericanas del virreinato al siglo XX a través de sus archivos, y del papel de los archivos en el desarrollo de las sociedades.

    Las conferencias magistrales estuvieron a cargo del doctor Francisco Javier Osuna Currea, del Archivo de Bogotá de Colombia; la maestra Martha Ferriol Marchena, del Archivo General de la República de Cuba, y la maestra Carmen Cayetano Martí­n, del Archivo de la Villa de Madrid, sustentada esta tarde.

    Tras la conferencia final, vino la ceremonia de clausura y en un ambiente de camaraderí­a, hubo charlas informales entre participantes y público asistente; luego se entregaron las constancias de asistencia y, por último, se compartió un cóctel en el patio del Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaí­so

  • Cd Juarez con evento de bajo perfil en Bicentenario por inseguridad

    Derivado de la violencia que se padece en Ciudad Juárez, el evento masivo del Bicentenario de la Independencia será cancelado este año, y solamente se dará el Grito de Independencia, una pequeña verbena familiar, pero no habría la tradicional fiesta con artistas y cantantes.

    Ciudad Juárez es considerada la ciudad más violenta del país, por las constantes ejecuciones, secuestros y extorsiones que suceden día con día, derivado de las actividades de grupos de narcotraficantes que han expandido su área delictiva y a los ajustes de cuentas entre bandas rivales.

    El director de Educación y Cultura municipal, Manuel Mascareñas, añadió que otro factor que llevó al ayuntamiento a cancelar el acto masivo de celebración es la falta de recursos para realizar una fiesta por la Independencia como se acostumbra.

    Explicó que para celebrar el Bicentenario de la Independencia de México, sólo se desarrollará el tradicional desfile el 16 de Septiembre y por la noche del 15, durante el Grito de Independencia, sólo habrá juegos pirotécnicos más no el evento masivo.

    Desde el lunes pasado, autoridades de la Operación Coordinada Chihuahua, se reúnen para determinar la seguridad que habrá de aplicarse la noche del Grito de Independencia, así como para la realización del desfile, principalmente en las ciudades donde la violencia ha sido desbordada por grupos criminales.

    El año pasado, en Chihuahua los desfiles de Independencia fueron fuertemente custodiados por militares, principalmente en las regiones donde el crimen organizado y grupos de narcotraficantes han aterrorizado al pueblo con ejecuciones en la vía pública, extorsiones y secuestros.

    Este año en Ciudad Juárez la violencia obligó a las autoridades también a cambiar el recorrido del desfile que antes iniciaba en la avenida 16 de Septiembre con un recorrido que duraba más de dos horas y concluía frente al campus del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

    Este 16 de septiembre el desfile fue recortado y tendrá una duración en su recorrido de poco más de una hora.