Categoría: Historia

  • Jose Vasconcelos 1882-1959

    Originario de la ciudad de Oaxaca, Oaxaca, vivió poco tiempo en su ciudad natal; después residió en Piedras Negras, Coahuila. Viajó por varias ciudades del país y en el Instituto Campechano hizo sus estudios elementales.

    En la ciudad de México ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria y pasó luego a la de Jurisprudencia. Abogado en 1907, pertenece a la generación del Ateneo de la Juventud. Tomó parte activa en la revolución de 1910. Se afilió al maderismo y posteriormente siguió al villismo.

    Al triunfo de la revolución, el presidente Álvaro Obregón lo nombró rector de la Universidad Nacional, y, de 1921 a 1924 desarrolló una extraordinaria labor como secretario de Educación Pública. Organizó la educación popular, creó bibliotecas y celebró con gran éxito la primera Exposición del Libro en el Palacio de Minería; agotó un amplio programa de publicaciones, aprovechó a educadores extranjeros como Pedro Henríquez Ureña y Gabriela Mistral; hizo otro tanto con economistas como Alfonso Goldschmidt.

    La pintura mural mexicana adquirió trascendencia y calidad universal gracias al entusiasmo de Vasconcelos, al ofrecer a pintores mexicanos y extranjeros como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro y Jean Charlot, los muros de los edificios de la Nación. A causa de dificultades políticas se alejó del país varias veces y viajó por Europa y Estados Unidos.

    En 1929 lanzó su candidatura para presidente de la República y, después del fracaso, en un nuevo destierro, recorrió Europa, Asia y América del Sur. Volvió a México en 1940 y se encargó de la dirección de la Biblioteca de México. Perteneció a incontables agrupaciones culturales extranjeras y del país; fue miembro del Colegio Nacional y a la Academia Mexicana de la Lengua.

    La obra escrita de Vasconcelos abarca buena parte de las disciplinas del pensamiento: filosofía, sociología, ensayo, historia, autobiografía. La mayor parte corresponde a la sociología y a la filosofía en la que fue creador de un sistema original. En obras suyas como La raza cósmica o La Indología, aparecen sus preocupaciones por la cultura hispanoamericana. A pesar de la importancia de este aspecto de su obra, sin duda ha pasado a la posteridad por los libros que forman su autobiografía: Ulises criollo, 1936, La tormenta, 1936, El desastre, 1938, El proconsulado, 1939

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  • Francisco Franco Salazar

    Francisco Franco Salazar nació en San Miguel Anenecuilco el 4 de octubre de 1879. Sus padres fueron Lucio Franco y Crispina Salazar, hermana de Cleofas Salazar madre de Emiliano Zapata Salazar. Fue el mayor de sus hermanos: Cresencio, Miguel, Emiliana y Leonor, Irinea y Paula. Chico Franco estudió en la escuela de Anenecuilco y fue primo hermano de Emiliano Zapata, ambos fueron compañeros inseparables desde su infancia hasta la madurez, viviendo juntos innumerables aventuras. Se casó con Demetria Sánchez Torres y en su matrimonio procreó diez hijos. Andrés, Claudio, Donaciana, íngel, Julián, Sirenio, Margarita, Esperanza, Verulo y Marciana. En 1905 Luciano Cabrera y Avelino Salamanca nombrados por la asamblea del pueblo como sus representantes piden al archivo general de la nación las constancias históricas que contienen los derechos de las tierras de Anenecuilco. En el año de 1909, el dí­a 12 de septiembre se reúne el consejo de ancianos presididos por el entonces calpulelque Don José Merino, quien por razones de edad, solicita entregar el cargo a un joven que reúna como principales cualidades la seriedad de sus actos, sin vicios, conocedor de los problemas de su pueblo y proveniente de una familia honorable, son propuestos como candidatos: Modesto González, Bartolo Parral y Emiliano Zapata. Todos coinciden en darle el cargo de calpulelque a Emiliano Zapata, quedando como su secretario particular su primo hermano Francisco Salazar, ambos son trasladados a la sacristí­a de la iglesia donde se encontraban los documentos y tras una ardua enseñanza de 30 dí­as la cual se basaba en el estudio de los códices, y documentos históricos que demostraban la autenticidad de la tenencia de la tierra. Francisco y Emiliano aprenden así­ a amar su historia y su cultura. Cuando Emiliano Zapata se incorpora al movimiento revolucionario hace entrega de los códices, glifos y documentos a su primo Francisco Franco convirtiéndose éste en el guardián de tan valiosa documentación. Emiliano le encarga a su primo la misión de cuidar los documentos con su vida. Zapata le dice: â??con tu vida me respondes y si me fallas te cuelgo de un casahuateâ? y Chico le responde: «Mejor me muero, antes de fallarle a ti y a la causa». A la muerte de Emiliano, Francisco oculta tan valioso encargo y tiene que huir ya que es perseguido por la importancia de los papeles y no puede regresar hasta que es nombrado presidente el general Lázaro Cárdenas. En 1940 Francisco Franco junto con Jesús Sotelo Inclán prepara un libro llamado â??Raí­z y razón de Zapataâ?. Dicho libro no trajo los beneficios que ambos esperaban pero se dieron a conocer la existencia de los documentos históricos de manos de Chico Franco. La noche del domingo 20 de diciembre de 1947, la casa de Francisco Franco es tomada por asalto mientras él y su familia dormí­an, la señora Demetria y su hija la más pequeña Marciana se tiraron al piso, mientras que Esperanza, Verulo y Julio se protegieron entre bidones llenos de maí­z. Las balas traspasaron las frágiles paredes de carrizo y Franco y dos de sus hijos: Julio y Verulo, respondieron valientemente al ataque pero por desgracia salieron heridos. Otro de sus hijos, Sirenio, logró escapar entre el tiroteo, corrió dirigiéndose a tocar las campanas de la iglesia del pueblo en busca de ayuda. Mientras tanto, Chico Franco le pide a su hija Esperanza que llame a las autoridades para hablar con ellos, ya que se encontraban heridos y necesitaban ayuda médica. A las seis y media de la mañana llegó un camión de carga propiedad de un hombre apodado â??El Garnachaâ?; al camión subieron a Francisco, Julián y Verulo y los llevaron a Cuernavaca. Durante el trayecto fueron torturados para sacarles dónde estaban los documentos, pero por lealtad Francisco guardó el secreto aún a costa de su vida y la de sus hijos, así­ como de la tranquilidad del resto de su familia. Sus cuerpos fueron encontrados dos dí­as después en el Cañón de lobos muertos a bayonetazos. El 22 de diciembre de 1947 fueron enterrados en el panteón de la iglesia de San Miguel Anenecuilco donde a la fecha yacen sus restos, su hija Esperanza a un año de muertos le arranca el secreto a Antonio Nogueda en aquel entonces jefe de la judicial de Cuautla quien fuera partí­cipe también en el tiroteo, dándole los nombres de las personas que mandaron matar a su padre Francisco Franco y a sus hermanos. Estas personas fueron Nicolás Zapata, Miguel Franco, Sebastián Luna, Felipe Rodrí­guez y Don Pedro Medina. Chico Franco antes de morir le confió en secreto a su hija Esperanza dónde se encontraban los documentos.

    ( Biografí­a realizada por Diala Sánchez Aragón)

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  • Memoria de una familia

    Diana Rivera es hermana de una de las ví­ctimas de Tlatelolco, su hermano Guillermo (Chomy) era un adolescente de 15 años en el momento de ser abatido y muerto por tres impactos de bala. Asistió al mitin de Tlatelolco sin pertenecer a ninguna organización.

    Ella también se dirigí­a hacia allí­: «Sin embargo, ya no pudimos entrar a la plaza. Los soldados habí­an bloqueado la zona y nosotros nos quedamos atrás de los tanques. Unos jóvenes que huí­an nos dijeron: â??Están matando a todo mundoâ?. No habí­a necesidad de que nos lo dijeran; nosotros escuchábamos los disparos y olí­amos la pólvora.

    Pensamos en ese momento que la represión era más selectiva, que sólo se disparaba contra los dirigentes. No imaginábamos que el tiroteo fuera contra el grueso del mitin». Su hermano cayó herido de muerte tras los primeros disparos, supieron que lo habí­an trasladado a un hospital militar y que allí­ falleció, persiguieron a la ambulancia que transportaba el cadáver: «Aquella persecución fue una pesadilla, no sabí­amos adónde llevaban el cuerpo.

    Seguimos a la ambulancia que entró finalmente al edificio del Servicio Médico Forense. Allí­ vi una de las cosas más espantosas de mi vida: las planchas eran insuficientes, por lo que estaban repletas de cadáveres amontonados, unos encima de otros. Habí­a cuerpos de niños, de niñas, de mujeres embarazadas… Habrí­a algunos 200 cadáveres de gente masacrada. La misma escena cuya foto vi después publicada en la revista ¿Por qué?, que dirigí­a Mario Menéndez. Esa foto yo la viví­. Yo vi esa escena».

    â?¦ nos dijeron que solamente podí­amos sacar el cadáver de mi hermano si testimoniábamos, en el acta de defunción, que habí­a muerto por otra causaâ?¦No nos quedó más alternativa que dejar asentado que mi hermano murió por otras causas, ahorita ya ni recuerdo cuálesâ?¦Diana considera que será imposible investigar los hechos basándose en actas ministeriales o en certificados de defunción, puesto que en aquel entonces los familiares fueron obligados a poner otras causas de las muertes. «Más que por las actas, la investigación tendrí­a que guiarse por testimonios de los familiares de las ví­ctimas. Pero entre nosotros nunca hubo contacto. No habí­a esa conciencia del derecho que hay ahora

  • Memoria de un ex militar

    Mario Alberto Sierra
    Cuando llegamos habí­a poca gente, como al diez para la cinco ya habí­a 5 mil o 6 mil personas, y cuando empezó el mitin a las 5:10 ya habí­a entre 8 mil y 10 mil asistentes. Sentí­amos un ambiente raro y le sugerí­ al sargento Gama que nos moviéramos a una de las esquinas de la plaza, cerca del edificio Chihuahua.

    Alrededor de la plaza estaban las tanquetas del 12 Regimiento de Caballerí­a Motorizada, que habí­an llegado de Puebla para el desfile del 16 de septiembre y que se quedaron en la ciudad. Escobar Alemany le contó después que desde esos vehí­culos se disparó indiscriminadamente contra la fachada del Chihuahua.

    La plaza era una ratonera, y el edificio Chihuahua, la trampa. Le dije a Gama que nos colocáramos en la orillita. A las 6:10 vio salir las luces de bengala del helicóptero militar que ya llevaba su quinta ronda sobre la plaza. Salieron del helicóptero, fueron tres luces: dos verdes y una roja. Eran luces especiales que se sueltan y alumbran como un arcoiris. Nosotros no sabí­amos nada, no tení­amos ninguna instrucción. Inmediatamente se escuchó un disparo y a la distancia no supimos de dónde vení­a, pero fue de pistola. Luego otros cinco o seis disparos.

    Vi a un francotirador en el techo de la iglesia. Hubo otros disparos desde el edificio del ISSSTE. La imagen de la gente moviéndose era extraña, era como cuando el trigo se mece hacia donde lo lleva el viento. Así­ se movió la gente buscando una salida en sentido contrario de donde vení­an los disparos.

    Dice que al dí­a siguiente, 3 de octubre, se levantaron tarde porque no habí­an tocado la diana. No habí­a casi nadie en las instalaciones militares. Mientras estaban desayunando los llamaron para ordenarles que regresaran a Tlatelolco en el camión militar que transportarí­a a mediodí­a el rancho para los soldados.

    [Al siguiente dí­a] ¿Qué vimos? Era como una zona de guerra. Habí­a un silencio especial, pesado, se podí­a agarrar. Le dije a Gama: â??¿Cuánto apuestas a que De Flon nos dice que por qué no estuvimos en el mitin?â?? Gama me dijo â??cómo creesâ??, pero dicho y hecho: Nos lo reclamó, como si hubiéramos tenido que estar muertos, heridos o detenidos para probarlo. Tuvimos que explicarle lo que nos pasó.

    En la plaza habí­a basura, ropa, manchas de sangre tapadas con periódico, sangre aún fresca mezclada con agua. Habí­a llovido

  • 42 aí?±os despues, el GDF pide disculpas del 68

    Durante la ceremonia del izamiento a media asta del labaro patrio, el secretario de Transportes y Vialidad del Gobierno del DF, Armando Quintero, quien asistio a la Plaza de las Tres Culturas en representacion de Marcelo Ebrard, ofrecio como autoridad de la ciudad una -disculpa al pueblo de Mexico y a las familias de los estudiantes que fueron brutalmente asesinados- el 2 de octubre de 1968.
    Ademas, demando al resto de las instituciones involucradas en el genocidio -que ofrezcan una disculpa publica a los estudiantes como un signo de reconciliacion- y considero que a 42 anos ya es hora de expresarla.

  • Que mas paso el 2 de Octubre

    La tarde del 2 de octubre de 1968, después de que desde un helicóptero que sobrevolaba la Plaza de las Tres Culturas arrojara una luz de bengala, empezaron los disparos en contra de los miles de estudiantes que colmaron el lugar.

    El 2 de octubre de 1968 se realizaba en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, una gran manifestación estudiantil en demanda de mayor libertad de expresión, a unas cuantas semanas de que se celebraran en México las Olimpiadas.

    Justo cuando se iniciaba el mitin, una bengala surcó el aire, lo que, dicen los testimonios, fue la señal para que el Ejército Mexicano empezara a disparar contra la multitud.

    También dispararon sus armas los integrantes de la «famosa Brigada Blanca», vestidos éstos de civil, pero identificados por portar un guante blanco como distintivo.

    De acuerdo a Paco Ignacio Taibo II, quien en 1993 encabezó una Comisión de la Verdad sobre estos sucesos, en esa «trágica» tarde fueron disparados 15 mil proyectiles y hubo 300 muertos, además de 700 heridos y cinco mil estudiantes detenidos.

    Según el periodista e investigador, participaron ocho mil militares de varios cuerpos destacados en la acción, 300 medios armados entre tanques, medios blindados y jeeps con ametralladoras.
    Todo ésto para reprimir una manifestación pacífica.

    En 1968, México era gobernado por Gustavo Díaz Ordaz, ya fallecido, mientras que Echeverría Alvarez fungía como secretario de Gobernación, quienes nunca pudieron explicar de forma clara y veraz esos acontecimientos.

    Desde entonces y hasta el último presidente de filiación priísta, Ernesto Zedillo, el gobierno permaneció en silencio ante estos hechos, que afectaron a los movimientos sociales de estudiantes y de trabajadores.

    Dichos grupos, al ver cerrado el camino del diálogo, formaron ya en la década de los 70, diversos grupos guerrilleros.
    FUENTE

    PLIEGO PETITORIO DEL CONSEJO NACIONAL DE HUELGA DE 1968

    El 2 de agosto la UNAM, el IPN, la Escuela Nacional de Maestros, la ENAH y Chapingo conforman el Consejo Nacional de Huelga, el cual después de varios movimientos en otras partes del país fructificaba en el CNH como una organización con carácter nacional estructurado al cual otras universidades se fueron incorporando con protestas en Yucatán Coahuila, Morelia, Guerrero, Nuevo León, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Sinaloa e Hidalgo.

    El 13 de septiembre se realizó otra marcha de protesta al ingreso del ejército al IPN y a la UNAM. El pliego petitorio que se elaboró el 4 de agosto por el Consejo Nacional de Huelga fue; 1) libertad a los presos políticos, 2) destitución de los generales Luis Cueto Ramírez, Raúl Mendiola y del teniente coronel Armando Frías. 3) extinción del cuerpo de granaderos. 4) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del código penal (delito de disolución social), 5) indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de las agresiones en los actos represivos iniciados el viernes 26 de julio, 6)deslinde de las responsabilidades de los actos de represión y vandalismo realizados por las autoridades a través de los policías, los granaderos y el ejército

  • 2 de Octubre no se olvida

    El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social en el que además de estudiantes de la UNAM y del IPN, participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas en la Ciudad de México y que fue reprimido el 2 de octubre de 1968 por el gobierno mexicano en la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

    El crimen fue cometido por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación pacífica convocada por Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento. Según lo dicho por sí mismo en 19691 y por Luis Echeverría Álvarez, el responsable de la matanza fue Gustavo Díaz Ordaz.

    Debido a la acción gubernamental al pretender ocultar información, no se ha logrado esclarecer exactamente la cantidad oficial de asesinados, heridos, desaparecidos y encarcelados. La fuente oficial reportó en su momento 20 muertos, pero las investigaciones actuales deducen que los muertos podrían llegar a varias centenas y responsabilizan directamente al Estado Mexicano.

    Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas, así como a alimentar el desarrollo de guerrillas urbanas y rurales y dio cabida al periodo conocido como la Guerra Sucia. La Fiscalía Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), incluye el movimiento del 68 en su informe de Febrero 2006 con respecto a dicho periodo.

    Autores como Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein y Carlos Antonio Aguirre Rojas coinciden en señalar al movimiento de México inserto en un contexto planetario de luchas sociales surgidas y recreadas de las universidades luego de vivirse un periodo de bonanza económica por la Posguerra, siendo Braudel el primero en denominar al movimiento Revolución cultural de 1968, caracterizado por revolucionar para siempre los tres principales espacios de recreación de la cultura: la familia, los medios de comunicación y la escuela.

  • Felipe Angeles 1869-1919

    Originario de Zacualtipán, Hidalgo, a los catorce años ingresó al Colegio Militar, donde realizó una brillante carrera, especializado en artillería. Se le considera uno de los más destacados técnicos que ha tenido el Ejército Mexicano.

    Profesor y director del Colegio Militar, gozó de todo el respeto de sus alumnos. A mediados del porfiriato se le envió a Francia para perfeccionar sus estudios. Sirvió al presidente Madero y marchó al estado de Morelos para combatir al zapatismo y procuró desarrollar una política conciliatoria.

    Se le comisionó para combatir a los rebeldes en los días de la asonada de Huerta, Félix Díaz y Mondragón, la «Decena Trágica». Bombardeó la Ciudadela, pero su labor perdió eficacia porque Huerta hizo que se le retirara de las primeras líneas. Fue aprehendido con Madero y Pino Suárez y se simuló una comisión en Europa para desterrarlo, una vez muertos los mandatarios.

    En 1913 se unió a la revolución constitucionalista; aunque se le nombró subsecretario de guerra, su nombramiento fue mal visto, en especial por el general Álvaro Obregón. Así, se le comisionó en 1914 para servir con Francisco Villa. Unió sus conocimientos tácticos y de estrategia con el genio guerrillero de Villa y de ese modo se alcanzaron las más notables victorias de la Revolución.

    La segunda batalla de Torreón y sobre todo la de Zacatecas, muestran su talento militar. Delegado de Villa en la Convención de Aguascalientes, siguió al guerrillero al ocurrir la escisión de los revolucionarios. Estuvo en los combates del Bajío. Salió del país y volvió en 1919 para combatir a Carranza. Prisionero en Chihuahua, y sujeto a un Consejo de Guerra, fue sentenciado a muerte y fusilado el 26 de noviembre de 1919

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  • José María Pino Suárez, 1869-1913

    Abogado, originario de Tenosique, Tabasco. Al terminar su carrera marchó a Yucatán, para ejercer su profesión.Dirigió el periódico El Peninsular.

    Poeta, publicó dos volúmenes: Melancolías. (1896) y Procelarias (1908). Prologó en 1904 Memorias de un alférez, de Eligio Ancona.

    Afiliado al Partido Antirreeleccionista, participó en la campaña política de Francisco I. Madero. Organizó los grupos de oposición de Tabasco y de Yucatán y participó en las negociaciones de los Tratados de Ciudad Juárez. Al estallar la revolución, se le nombró, desde Nueva Orleáns, Estados Unidos, gobernador provisional de Yucatán, cargo que ocupó del 5 de junio al 8 de agosto de 1911.

    Candidato después a gobernador constitucional, ejerció el poder del 7 de octubre al 13 de noviembre del mismo año, cuando dejó ese puesto a su cuñado para ir a la ciudad de México a ocupar la vicepresidencia de la República, cargo que ocupaba de manera simultánea al de ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, cuando fue obligado a renunciar en febrero de 1913.

    Murió asesinado junto con el presidente Madero en la ciudad de México

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  • José Vasconcelos y Madero, una historia que debe saberse

    â??No se preocupe, triunfaremos, porque toda la razón está de nuestra parteâ?, comentó confiadamente el presidente Madero a José Vasconcelos, mientras esperaban recibir la noticia de que los sublevados, atrincherados en la Ciudadela, habí­an sido derrotados. La tensión recorrí­a los pasillos del viejo Palacio Nacional y un amargo olor a traición impregnaba los salones. Posiblemente en aquel difí­cil trance â??el peor de los que habí­a enfrentado el presidente durante su corta administración-, José Vasconcelos era la única persona que verdaderamente estaba con Madero. No por su poder, ni por el cargo o la investidura, sino por la breve pero muy firme amistad que ambos hombres habí­an iniciado apenas unos años antes, en 1909. Ese febrero de 1913, Francisco I. Madero, confiaba â??como siempre lo hizo- en el triunfo de la razón.

    Entre Madero y Vasconcelos mediaban casi nueve años de diferencia. Don Panchito â??como le decí­an cariñosamente- habí­a nacido en Parras el 30 de octubre de 1873.Vasconcelos vio la luz, en la colonial Oaxaca un 27 de febrero de 1882, pero la profesión de su papá â??agente aduanal del gobierno-, llevó a la familia a vivir por varios años en la población fronteriza de Piedras Negras, donde José pasó toda su infancia y parte de su juventud. Los separaban las edades y algunos cientos de kilómetros de distancia, y sin embargo, por origen y vecindad, ambos eran de Coahuila y conocieron el modo de vida, autónomo e independiente, de los hombres del norte.

    La historia reservó un lugar privilegiado para los dos hombres cuando el porfiriato comenzaba su derrumbe. Era el año de 1909 y Francisco I. Madero recorrí­a ciudades y pueblos invitando a la gente a recuperar sus derechos polí­ticos; fundaba clubes, daba discursos, ofrecí­a entrevistas y procuraba acercarse a personas que por sus prendas morales o intelectuales podí­an servir a la causa de la democracia. Era la primera campaña polí­tica de un hombre en toda la historia de México.

    Un dí­a de julio, Francisco I. Madero llegó a la capital de la República y se presentó en el despacho jurí­dico de las calles de Isabel la Católica, donde ejercí­a el abogado José Vasconcelos. Era el primer encuentro y fue suficiente, Vasconcelos se adhirió de inmediato al antirreeleccionismo. Su propia crí­tica a la dictadura no fue el único motor de su decisión; imperó en buena medida, la personalidad de Madero. Hombre sencillo, bondadoso y agradable al trato, Don Panchito contagiaba a todos con su confianza y convicción. El joven abogado vio en Madero una cualidad que siempre admirarí­a: tení­a fe.

    Era evidente que existí­a una mutua simpatí­a, posiblemente propiciada de manera natural por el bagaje espiritual que ambos hombres tení­an arraigado desde temprana edad. Vasconcelos habí­a crecido bajo la devoción y religiosidad de su madre. Madero habí­a encontrado en el espiritismo la fuente moral sobre la cual giraban todas las decisiones de su vida pública y privada. Mas allá de las creencias de ambos, la sensibilidad que desarrolla el hombre que por convicción cree en la existencia de un â??espí­ritu superiorâ?, se manifestó en Madero y Vasconcelos, a través de su respeto irrestricto por la vida humana y todo su poder creador. Por un momento, la religión de ambos fue tan sólo la religión de una patria regenerada que pudiera llevar a la sociedad a transitar hacia su propia evolución y desarrollo.

    A partir de entonces la actividad polí­tica fue sólo un pretexto para entablar una estrecha amistad. Cuando Madero viajaba a la capital, procuraba reunirse con Vasconcelos. En un primer momento le vio dotes de orador, pero poco después descubrió la verdadera vocación del joven abogado: era notable su manejo de la pluma y le encomendó la dirección del periódico El Antirreeleccionista. â??Dí­gale a Vasconcelos â??escribió Madero- que ya sabe que todo lo que él escribe me gusta por la serenidad y el reposo que revela. [Sus] artí­culos le honran a él y a nosostros nos prestigianâ?. El abogado oaxaqueño era, sin lugar a dudas, la gran carta intelectual del maderismo.

    En noviembre de 1909 sobrevino un momento de flaqueza. Vasconcelos renunció a la causa del antirreeleccionismo y decidió alejarse de toda actividad polí­tica. Lo habí­a amedrentado el violento cierre del periódico y la orden de aprehensión girada en su contra por el gobierno porfirista. Madero lo invitó a reflexionar y a serenarse, a tomar las cosas con calma y a tener fe en el triunfo. Vasconcelos desoyó sus consejos y su renuncia fue irrevocable. Seguramente, desde su casa en San Pedro de las Colonias, Coahuila, Madero lamentó la decisión de su amigo, pero la respetó.

    Vasconcelos regresó al redil de la lucha democrática al iniciar la revolución de 1910. Decidió correr la misma suerte que don Pancho Madero y fue comisionado como agente confidencial del gobierno revolucionario en Washington. En mayo de 1911, después de la caí­da Ciudad Juárez, Vasconcelos envió un telegrama de felicitación al jefe de la revolución triunfante, y acordaron reunirse nuevamente en la ciudad de México, como en los viejos tiempos y a la hora convenida meses atrás: la hora del triunfo.

    â??Madero entró a la capital â??escribió Vasconcelos-, el siete de junio de 1911, con la apoteosis de un vencedor despojado de ejércitos… Por primera vez, la vieja Anáhuac aclamaba a un héroe cuyo signo de victoria era la libertad, y su propósito no la venganza sino la uniónâ?.

    La figura de Madero tomó otra dimensión ante los ojos de Vasconcelos, cuando el jefe de la revolución renunció a ocupar la presidencia como caudillo vencedor y optó por llegar a ella a través del voto popular. El sentimiento fue recí­proco. Madero debió admirar en su amigo la decisión de no aceptar ningún cargo en el gobierno interino para no darle más argumentos a los enemigos de la revolución. Cada uno volvió a sus asuntos. Madero a la polí­tica y Vasconcelos a su despacho jurí­dico, pero se dio tiempo para colaborar en la dirección del Partido Constitucional Progresista, que a través del voto, llevó a Madero a ocupar la presidencia de la república el 6 de noviembre de 1911.

    Desde los primeros dí­as de la nueva administración comenzaron los ataques encarnizados de la prensa capitalina. Por su amistad con Madero, Vasconcelos también fue ví­ctima de la crí­tica sin razón. Irónicamente le llamaban el â??supermuchachoâ?; lo acusaban de hacer negocios con Gustavo Madero y beneficiarse de su amistad con el presidente. Invariablemente, los periodistas malinterpretaban las declaraciones del gobierno maderista y de todos sus adeptos. Vasconcelos, finalmente abogado, se defendí­a con habilidad y siempre tení­a alguna frase mordaz con la que iniciaba sus declaraciones: â??Miren ustedes, pongan mucha atención en lo que digo, no vaya a ser que un dí­a terminen acusándome del parto de sus mujeresâ?.

    Alejado del gobierno, Vasconcelos se convirtió en una especie de consejero del presidente Madero. Varios dí­as de la semana se les veí­a conversar mientras caminaban tranquilamente por las calles de la ciudad de México. En otras ocasiones, Vasconcelos acudí­a al Castillo de Chapultepec a desayunar con el presidente y su esposa, doña Sara Pérez. Luego de los alimentos se tomaban algunas horas para comentar las noticias del dí­a. No faltaban los paseos dominicales a caballo, donde Madero dejaba en claro que pese a vivir en la gran ciudad de México, no olvidaba las artes del buen jinete aprendidas en sus años de juventud en Parras y San Pedro de las Colonias.

    A los ojos de la sociedad mexicana â??acostumbrada al servilismo de la dictadura- Madero parecí­a todo, menos un presidente. No usaba escoltas ni hací­a ostentación de la investidura; no abusaba del poder, ni era autoritario, y sin embargo, â??toda una sociedad podrida -escribió tiempo después Vasconcelos- parecí­a resentir nuestro esfuerzo por regenerarla. Y en efecto ¿a dónde iban a parar cien años de historia sombrí­a si de repente un Madero, sin hazañas de sangre, levantaba el nivel nacional, iluminaba los bajos fondos de nuestro destino?â?

    Extrañaba ver al presidente asistiendo al teatro, a los museos, a la temporada de conciertos y conmoverse con la obertura 1812: â??él, que era un creyente del pueblo, un enamorado de sus entusiasmos y epopeyas, reconocí­a en aquella música la gloriosa aventura reciente del pueblo mexicanoâ? apuntó Vasconcelos. Al parecer no agradaba un â??hombre fuerte con generosidadâ?, ni un soñador y mucho menos un humanista, virtudes todas que reuní­a Madero. No pocos murmuraron que las lágrimas arrojadas por el presidente en los funerales de Justo Sierra en septiembre de 1912, eran contrarias a la dignidad de su cargo.

    Aquél 12 de febrero de 1913, en que esperaban la rendición de los sublevados, Vasconcelos se encontraba con Madero. El presidente le confió sus planes a futuro: â??luego que pase esto cambiaré el Gabinete. Sobre ustedes los jóvenes caerá ahora la responsabilidad. Esto se resuelve en unos dí­as, y en seguida reharemos el gobierno, tenemos que triunfar porque representamos el bienâ?. Fue la última vez que Vasconcelos vio a su amigo. El dí­a 18, Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos en Palacio Nacional. Bajo presión, presidente y vicepresidente renunciaron a sus cargos y el 22 de febrero se consumó el crimen: Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Victoriano Huerta confabulado con el embajador norteamericano Henry Lane Wilson.

    Al enterarse del magnicidio, Vasconcelos lloró amargamente. El resto de su vida lamentarí­a el sacrificio que la nación mexicana habí­a cometido y buscarí­a â??sin suerte- reivindicarlo en las diversas instancias del poder que llegó a ocupar. Años después, Vasconcelos escribió: â??México y todos sus hijos volví­amos a entrar en la noche… De la penumbra saldrí­a Madero, limpio y glorioso, cometa rutilante de la historia patria. Pero la nación caerí­a en abismos que todaví­a no sobrepasaâ?.

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