Categoría: Historia

  • Mural Maya en su memoria

    Un mural de 129 metros de largo, elaborado por la Asociación de Justicia y Reconciliación (AJR) , busca impedir el olvido del genocidio que perpetró el ejército contra la población Achi de Rabinal, duramente golpeado durante el conflicto armado (1960-1996) en el norte de Guatemala.

    A más de 28 años de las matanzas, la AJR de Guatemala, se dio a la tarea de recopilar información y fotografías de unos 2 mil hombres, mujeres, ancianos y niños que fueron capturados, asesinados o desaparecidos por los militares.

    La idea de esta obra, según explicó a Efe José Roberto Morales, del Centro de Acción Legal para los Derechos Humanos (Caldh) , es «recuperar la historia del pasado» para «vencer el olvido y no exista el ‘memoricidio’ (perder la memoria del genocidio)» .

    El mural, dijo su diseñadora, la puertorriqueña Alayna Wool, contiene sólo una cuarta parte de información de las víctimas que se cobró la guerra en Rabinal, que tiene unos 42 mil habitantes de la etnia Achi.

    Decenas de hombres y mujeres se agolparon el miércoles para observar la inauguración de la obra, que además de las matanzas, cuenta la historia, tradiciones y cultura de esta comunidad indígena anclada bajo agrestes montañas.

    La masacre en Plan de Sánchez y la de Río Negro, con 198 y 150 víctimas, respectivamente, son sólo algunos de los horrores de la guerra plasmados en el mural, que también da cuenta de 137 niños desaparecidos durante el conflicto.

    Marcelino Sacol Tuj llegó desde el lejano departamento norteño de Petén, a donde huyó en 1981 junto con sus siete hijos luego de que el ejército capturó y asesinó ese año a sus padres, Mariano e Isabel, a los que acusó de ser guerrilleros.

    «El pobre de mi papá estaba trabajando en la agricultura. A mi también me capturaron y me amarraron con un lazo, pero me escapé y salvé mi vida» , recordó Marcelino, de 64 años.

    «En ese momento (de la captura) me entregué a Cristo y le oré a San Miguel Arcángel (el Santo de su devoción). Sentí un fuego en el cuerpo que me dio fuerza y se soltó el lazo. Me quité los caites (sandalias de hule) y mi sombrero, los ejércitos entraron en sueño y salí corriendo. Ahora doy gracias a Dios porque estoy viviendo» , dijo.

    En Petén, Marcelino conoció en 1996 a María Marcelina Chen, que también había huido junto con sus cinco hijos de Rabinal 15 años atrás, luego de que los militares capturaran a su esposo Mateo Tecú, que forma parte de la lista de los desaparecidos en el mural.

    «Sufrimos demasiado. Sólo conseguía comida para mis hijos. Cada vez que vengo aquí (a Rabinal) me pongo a llorar porque no quiero dejar a mi pueblo» , comentó María a Efe con su rostro lleno de lágrimas.

    Marcelino y su ahora esposa María, sólo visitan una vez cada año la población de Rabinal para dejar flores en el cementerio.

    «Nuestras comunidades eran alegres, sin violencia» , rezan los escritos en el mural, en donde se señala a comisionados, patrulleros civiles y la inteligencia militar, de ser responsable de las masacres en la población Achi.

    «Los desaparecidos siguen en nuestros corazones, sus rostros aún permanecen en nuestra memoria y continuamos preguntando ¿dónde están?» anotan.

    Según los relatos, los militares bombardearon las comunidades, violaron a las mujeres jóvenes, quemaron a los habitantes, desaparecieron a los niños y arrasaron las aldeas.

    «Su inocencia no bastó, les arrebataron sus sueños. Ellos eran jóvenes, algunos no vieron la luz del sol, eran humildes que soñaron tener una vida feliz y tener familia, pero llegaron las personas de la plaga verde (los soldados) y los eliminaron» , dice otra historia del mural.

    Las más de 20 matanzas perpetradas en Rabinal forman parte de las 669 masacres que documentó la Comisión del Esclarecimiento Histórico (CEH) en su informe «Memorias del Silencio» de febrero de 1999.

    El conflicto armado, que dejó unas 250 mil víctimas, entre muertos y desaparecidos, acabó el 29 de diciembre de 1996 con la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla, pero Rabinal ahora tiene su mural para no olvidar el pasado sangriento que vivió su pueblo

  • 800 mil mexicanos habrán visto espectaculo multimedia

    La Secretarí­a de Educación Pública (SEP) calcula que el espectáculo â??Yo, Méxicoâ?, preparado por el gobierno federal para conmemorar el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, será vista por más de 800 mil personas.

    En el evento, que se presenta desde el jueves pasado y hasta el 23 de noviembre en una función diaria a las 21:00 horas, se proyectarán imágenes en las fachadas de los edificios que rodean la plancha del Zócalo capitalino para ofrecer un viaje por la historia nacional.

    La SEP detalló en un comunicado que â??Yo, Méxicoâ? cuenta con tres â??Máquinas del Tiempoâ? y un escenario central, cada una de estas con escenarios para músicos y bailarines.

    El espectáculo relata los hechos más importantes de la historia de México a través de música, danza, voces, llamas de fuego, iluminación y proyección de imágenes artí­sticas.

    Además se abordan temas como el del México Prehispánico, la llegada a América, la etapa independiente, revolucionaria, la modernidad y la era contemporánea.

    Las imágenes de video de 270 grados en las fachadas de los edificios que rodean la plaza y que se convierten en una especie de pantalla de 12 mil metros cuadrados, se conjugan con la iluminación y efectos especiales que interactúan para crear una sensación envolvente.

    Ello aunado al gran despliegue de tecnologí­a, permite una visión total del espectáculo desde cualquier punto de la Plaza de la Constitución, por lo que â??todos los asistentes han disfrutado de un lugar de primera filaâ?.

    La dependencia federal reiteró su invitación para que las personas disfruten las diversas actividades que el gobierno ha preparado para conmemorar los 100 años del inicio de la Revolución Mexicana.

  • Qué es el Día de Muertos en México

    El Dí­a de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Dí­a de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La UNESCO ha declarado esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.1 El Dí­a de los Muertos es un dí­a festejado también en el Brasil, como Dia dos Finados, aunque esta festividad no tiene las mismas raí­ces prehispánicas que la festividad mexicana.

    Los orí­genes de la celebración del Dí­a de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

    El festival que se convirtió en el Dí­a de Muertos era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecací­huatl, conocida como la «Dama de la Muerte» (actualmente relacionada con «la Catrina», personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.

    La muerte es un sí­mbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un paí­s rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.

    De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un sí­mbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del paí­s, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el â??Dí­a de todos los Santosâ? como lo hacen en otros paí­ses católicos. Además, cabe mencionar la fuerte influencia de Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual es cada año más celebrada. De ahí­ también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Dí­a de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.

  • SLP ¿cuna de la revolución?

    El Congreso de San Luis Potosí­ solicitó al Senado de la República el reconocimiento como Cuna de la Revolución Mexicana para esa entidad federativa, donde Francisco I. Madero elaboró el Plan de San Luis, que fue el llamado para levantarse en armas en contra de la dictadura y dar pauta al inicio del movimiento armado.

    La LIX Legislatura del Congreso de San Luis Potosí­ agregó que la propuesta fue analizada por las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales y de Estudios Legislativos.

    Como parte de la promoción de esta iniciativa, en dí­as pasados se llevó a cabo en ese estado la presentación de un facsí­mil que contiene la proclamación del Plan de San Luis.

    El evento tuvo como sede las instalaciones del Centro de las Artes, es decir, donde en el pasado estuvo ubicada la penitenciarí­a del estado. Fue precisamente en ese sitio que Francisco I. Madero inició la redacción del citado documento, tomado ahora como base para la propuesta, que será promovida en varias celebraciones previas a las conmemoraciones por el centenario del inicio de esa gesta.

    En ese acto se dijo que el Plan de San Luis fue «el cimiento de la vida democrática de nuestro paí­s» y que debido a ello y a la Revolución persiste el sufragio efectivo y la no reelección».

    El diputado local í?scar Vera Fábregat fue quien presentó la iniciativa, que plantea que la LIX Legislatura promueva ante el Congreso de la Unión eseplanteamiento.

    En el proyecto se lee «que el Congreso de la Unión determine que en el frontispicio donde se encuentra la arcada del pleno del Congreso del Estado se escriba en letras de oro el epí­grafe San Luis Potosí­. Cuna de la Revolución Mexicana».

    Diputados de la Comisión de Puntos Constitucionales e historiadores como la doctora Isabel Monroy Castillo, del Colegio de San Luis, así­ como el coordinador del Instituto de Investigaciones Legislativas del Poder Legislativo, David Vázquez Salguero, coincidieron en la necesidad de que a San Luis Potosí­ se gane ese reconocimiento.

    La presidenta de la Comisión de Puntos Constitucionales, la diputada Raquel Hurtado Barrera, dijo que la participación de personalidades como Isabel Monroy Castillo y el maestro David Vázquez Salguero enriquecen ese proyecto.

  • Que es el Plan de Ayala

    A fines de 1911 un grupo de revolucionarios encabezados por el general Emiliano Zapata iniciaron una dura travesí­a desde los cálidos valles de Morelos para dirigirse a las frí­as montañas de Ayoxustla, en el estado de Puebla.

    La intención era alejarse del asedio militar al que eran sometidos para, serenamente, plasmar en un documento los ideales de la revolución campesina que habí­a iniciado en el pueblo de Anenecuilco, Municipio de Villa de Ayala.

    La cuestión era de la mayor importancia porque ante el triunfo del movimiento maderista, su demanda sobre la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas azucareras, podí­a desvirtuarse. En palabras de uno de los acompañantes de la caravana, Francisco Mercado, el jefe Zapata â??querí­a que hubiera un plan porque nos tení­an por puros bandidos y comevacas y asesinos y que no peleábamos por una banderaâ?¦â?

    De esta manera, se inició la discusión y redacción del Plan Libertador de los hijos del Estado de Morelos, o Plan de Ayala, bajo la dirección del mismo Zapata y de su compadre, el profesor rural Otilio Montaño. El eje de su argumentación era, evidentemente, la urgente resolución del problema agrario que habí­a olvidado cumplir Francisco I. Madero, aún cuando estaba contemplado en el Plan de San Luis.

    Es por ello que en los artí­culos sexto y séptimo del Plan Libertador se establecí­a que los pueblos entrarí­an en posesión de los terrenos, montes y aguas que hubieran sido usurpados por los hacendados, cientí­ficos o caciques a la â??sombra de la tiraní­a y de la justicia venalâ?; aunque aquellos propietarios que se consideraran con derechos legí­timos sobre sus propiedades, podrí­an acudir a los tribunales especiales que se establecerí­an una vez que triunfara la Revolución. Asimismo se hablaba de expropiar tierras, previa indemnización, para que se mejorara â??en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.â?

    A juicio de los zapatistas, poniendo en marcha estas medidas la Revolución corregirí­a el rumbo que se habí­a extraviado con el gobierno de Madero. El plan de Ayala fue firmado el 28 de noviembre de 1911 y desde ese momento se convirtió en la bandera que enarbolarí­an los zapatistas durante toda la década revolucionaria.

    El plan de Ayala no solo recogió las aspiraciones de los campesinos de Morelos (y podrí­a decirse que de todo el paí­s) sino también, colocó a la problemática agraria en el centro del debate nacional. Asimismo, marcó una ruptura, un distanciamiento entre los revolucionarios que habí­an iniciado la lucha en 1910. Madero fue el primero en sentir, en carne propia, el choque de percepciones sobre el significado de la palabra Revolución.

    El zapatista Paulino Martí­nez definió perfectamente la situación cuando afirmaba que algunos caudillos creyeron que con las â??hermosasâ? palabras de â??Sufragio Efectivo, no reelecciónâ? y derrocando al â??dictadorâ? Porfirio Dí­az quedaba todo arreglado. Enorme error.

    A su juicio, el plan de Ayala: â??es la condenación de la infidencia de un hombre que faltó a sus promesas y el pacto sagrado, la nueva alianza de la Revolución con el pueblo, para devolver a éste sus tierras y sus libertades que le fueron arrebatadas desde hace cuatro siglos, cuando el conquistador hizo pedazos la soberaní­a aztecaâ?¦â?

    Bajo esta óptica los zapatistas -impacientes, rayando prácticamente en la terquedad- resolvieron pelear sin tregua hasta alcanzar su utopí­a. Enarbolando el plan de Ayala como su más extraordinaria arma, los zapatistas desconocieron a Madero como lí­der de la Revolución y mantuvieron una lucha independiente del resto de los grupos revolucionarios; sirvió para combatir a Huerta, pero también en su momento para luchar contra la â??imposiciónâ? que intentaba hacer Venustiano Carranza por medio del Plan de Guadalupe.

    El Plan de Ayala se convirtió en el pendón que los conducirí­a a la victoria, aún en los momentos más difí­ciles, como cuando el jefe Zapata cayó asesinado en la Hacienda de Chinameca en abril de 1919. Paradójicamente unos meses después llegó el triunfo, de la mano del general ílvaro Obregón y los sonorenses; solo entonces, los zapatistas pudieron iniciar la restitución y dotación de ejidos para los campesinos de Morelos y cumplir con el ideal de lograr la prosperidad y el bienestar de la Patria.

    Como afirma el historiador Salvador Rueda, con el Plan de Ayala termina el siglo XIX e inicia el siglo XX porque con él nació el vocabulario polí­tico moderno y convirtió al campesinado en interlocutor con el Estado mexicano. Los zapatistas, y con ellos los campesinos de México, se convirtieron en protagonistas de la historia de México

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  • 10 datos que hay que saber del Plan de Ayala

    1 A pesar de que el Plan de Ayala fue firmado en Ayoxustla, Puebla, debe su nombre al municipio de Villa de Ayala al que pertenece el pueblo de Anenecuilco, lugar de origen de Emiliano Zapata.

    2 Circulan dos fechas sobre la expedición del Plan de Ayala: 25 y 28 de noviembre, aunque ésta última corresponde a la versión manuscrita que se encuentra en el Archivo Zapata.

    3 El general Otilio Montaño, coautor del Plan de Ayala, serí­a juzgado y fusilado por un consejo de guerra zapatista en mayo de 1917.

    4 El Plan de Ayala reconocí­a como jefe de la Revolución al general Pascual Orozco, aunque tiempo después los zapatistas fusilarí­an a su padre en 1913.

    5 Después de aprobarse el Plan de Ayala, el general Zapata se dirigió a los presentes para pedir que pasarán a firmar todos aquellos que ¡no tuvieran miedo!

    6 El Plan de Ayala es el primer documento en donde se firma con la frase: â??Libertad, Justicia y Leyâ?, que se convertirí­a en el lema zapatista.

    7 El general Jesús Morales, firmante del Plan de Ayala y apodado El Tuerto, abandonarí­a al zapatismo para unirse a las tropas federales que combatí­an en Morelos bajo el mando del general Juvencio Robles.

    8 A pesar de que los zapatistas desconocen a Madero y lo acusan de traidor, reivindican el Plan de San Luis en lo concerniente a que era un acto de justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que habí­an sido despojados de un modo tan arbitrario.

    9 Aunque el Plan de Ayala es el documento agrarista por antonomasia de la Revolución, otros textos, como el Plan de Tacubaya del 31 de octubre de 1911, afirmaba que era primordial resolver de una vez y para siempre â??nuestro problema agrarioâ?.

    10 Hacia 1917, cuando la situación militar del zapatismo era muy difí­cil, personajes como Gildardo Magaña propusieron â??olvidarâ? por un momento el Plan de Ayala para dedicarse a hacer alianzas polí­ticas con otros grupos revolucionarios. Esto le valió que años después fuera considerado traidor a los ideales zapatistas

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  • Otilio Montaño

    Maestro de profesión, nació en el estado de Morelos. Cuando estalló el movimiento revolucionario de 1910, impartía clases en Cuautla, Morelos. Se unió al movimiento zapatista contra el gobierno de Porfirio Díaz. Se le considera el redactor del Plan de Ayala.

    Dirigió al grupo que representó al Ejército Liberador del Sur en la Convención de Aguascalientes, una enfermedad le impidió participar. En junio de 1915 el encargado del Poder Ejecutivo, emanado de la Convención, Francisco Lagos Cházaro, le nombró ministro de Instrucción Pública.

    Acusado de promover la deserción de zapatistas en favor de Venustiano Carranza, fue juzgado por un tribunal militar a cuyo frente estaba Manuel Palafox. Declarado culpable, se le fusiló, en Tlaltizapán, Morelos.

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  • El Turco y la Revolucion

    Le decí­an el Turco, sin duda por su fí­sico; le decí­an el Jefe Máximo, sin duda por su poder e influencia que dio lugar a un periodo conocido como el Maximato: Plutarco Elí­as Calles fue presidente de México de 1924 a 1928, en plena época de reconstrucción nacional.

    Calles nació en Guaymas, Sonora, en 1877. Durante su infancia se distinguió por su poco gusto por los estudios y por la frecuencia con la que se ausentaba de clases. Con el tiempo esta antipatí­a por las aulas se transformarí­a en una afición -casi de culto- por la escuela y la educación, como sucedió con la mayorí­a de los jefes revolucionarios. En su juventud obtuvo la plaza de maestro y en la ciudad se le conocí­a como un poeta inspirado que publicaba en la prensa poemas con â??pasmoso contenido existencial y [que] conmueve a sus amigos mediante sinceras expresiones de enamoramientoâ?.

    Resulta interesante que en esos años su carácter fuese introspectivo, de constante reflexión. Fue el momento en el que sentó las bases de una ideologí­a harto conservadora en cuanto a los valores sociales se refiere y que se verán manifestados después, en su periodo como revolucionario y como presidente. Así­ por ejemplo, sus conceptos sobre matrimonio, familia, escuela y ciudadaní­a tienen visos moralizantes; en el caso del matrimonio, para ser más claros, considera que tiene una doble misión: â??moralizar al individuo en sociedad y favorecer el desarrollo de la prole (formar hijos y moralizarlos), entonces la cualidad moral del matrimonio otorga por extensión legitimidad a la descendencia.â?

    Con su primera esposa, Natalia Chacón, tuvo 12 hijos de los que le sobrevivieron nueve. Obligado a trabajar arduamente, diversificó sus actividades y estableció un negocio familiar en Agua Prieta, una tienda donde se vendí­an productos de uso cotidiano. En esas estaba cuando lo pescó el movimiento revolucionario, ya que fue nombrado comisario de Agua Prieta; fue un tiempo que le sirvió para relacionarse con los jefes revolucionarios y de iniciarse en los artilugios de la polí­tica. De ahí­ en adelante su vocación fue la Revolución (con mayúscula). Peleó del lado de Venustiano Carranza, en principio bajo las órdenes de ílvaro Obregón quien en 1915 lo nombró gobernador y comandante militar de Sonora.

    En Sonora, Calles inició el experimento de polí­tica que después implementarí­a durante su presidencia; como gobernador promovió el lema â??Tierra y libros para todosâ?; lo de las tierras quedó pendiente y con los libros realizó algunos avances notables al establecer bibliotecas públicas en la mayorí­a de los municipios de la entidad. Su gobierno destacó por cierto radicalismo al promover iniciativas legislativas que prohibí­an el alcohol y los juegos de azar; promovió también la persecución religiosa y buscó establecer el salario mí­nimo para los trabajadores. Es interesante que estas iniciativas las compartiera con otras autoridades como Salvador Alvarado en Yucatán que se distinguió por un gobierno anticlerical pero vanguardista en lo que a logros sociales se refiere. Sinaloa, Chihuahua y la Ciudad de México también habí­an decretado la Ley Seca y la prohibición de los juegos de azar.

    El anticlericalismo de los revolucionarios fue intenso en esos años. En plena lucha armada, Antonio Villarreal habí­a cerrado iglesias en Monterrey; tras la toma de Guadalajara, Obregón mandó al exilio a un buen número de curas, mientras que Pancho Villa ordenó fusilar a media decena de clérigos después de derrotar a los federales en Zacatecas. Calles no se quedó atrás para el caso de su estado y, al igual que en con otras entidades, decretó la expulsión de sacerdotes. Lo cierto es que nuevamente se trataba de una polí­tica a nivel nacional que consideraba la secularización del paí­s como un asunto pendiente.

    Siendo Carranza presidente nombró a Calles su secretario de Industria, Comercio y Trabajo. A sabiendas de que bien podí­a ser una estrategia del Primer jefe para neutralizar su influencia en la región a favor de Obregón, obedeció disciplinadamente y ocupó el cargo por un tiempo. Bien se conocí­an los jefes, como demuestra una carta que Adolfo de la Huerta le escribe a Calles en julio 1918: «Después de tanta lealtad como amigo [hacia Carranza], de abnegación completa de mi parte como revolucionario y de eficaces resultados por mí­ al principio de la Revolución y al final de ella, no es justo, Plutarco… Después de tener algunas decepciones con gente del centro, me doy cuenta perfecta de que el intento es nulificarme a grandes pasos…». Poco más de un año después el â??nulificadoâ? serí­a otro: Carranza murió asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, en 1920, aunque ya para entonces Calles se habí­a declarado anticarrancista.

    Tras la muerte de Carranza, de la Huerta ocupó provisionalmente la presidencia y convocó a elecciones, mismas que ganó Obregón para el periodo 1920-1924. Calles se convirtió entonces en su mano derecha y entre ambos concertaron lo que habrí­a de suceder con el paí­s en los siguientes años. Primero, Plutarco serí­a el sucesor en la presidencia, como ocurrió; después, prepararí­a el camino para que Obregón fuera reelecto en el periodo posterior. Como sabemos, el â??manco de Celayaâ? murió asesinado en el parque de la Bombilla en 1928, con lo que su segundo se convirtió en el Jefe Máximo.

    Durante su cuatrienio (el cambio a sexenio se dio en la presidencia de Lázaro Cárdenas) Calles continuó el trabajo iniciado por Obregón y se dedicó a pacificar al paí­s, a conciliar a las facciones revolucionarias, a ordenar las instituciones. De hecho, se le reconoce como uno de sus mayores logros el promover la â??institucionalizaciónâ? de la Revolución a través de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI. Su influencia rebasó la temporalidad de su presidencia, pues se consideraba un secreto a voces que era el poder detrás de la silla en los años que siguieron a la muerte de Obregón (1928-1934). Esa influencia sólo se vio sometida hasta que Cárdenas lo envió al exilio, del que regresó â??gracias a la polí­tica conciliadora del presidente Manuel ívila Camacho (1940-1946)- para morir el 19 de octubre de 1945. Personaje polémico, el Turco se caracterizó no sólo por su poca facilidad para sonreí­r, sino también por su participación en la formación del México contemporáneo

  • Francisco J. Mugica Velazquez

    Nació el 3 de septiembre en Tingüindín, Michoacán. Hizo sus estudios primarios y superiores en diversas poblaciones de su estado, pues su padre se veía obligado a cambiar de lugar de residencia por ser maestro de escuela.

    Empezó la preparatoria como alumno externo en el Seminario de Zamora. En 1906 era receptor de Rentas en Chavinda, y desde entonces se dedicó al periodismo; fundó modestos periódicos de combate; en uno de ellos sostuvo una campaña en contra del gobernador del estado, Aristeo Mercado, y de esa forma se inició en la política de oposición al régimen porfiriano.

    Radicado con su familia en la ciudad de México, en 1910 obtuvo empleo en la droguería «El Coliseo» que dejó para dirigirse a San Antonio, Estados Unidos, y se puso a las órdenes de la Junta Revolucionaria que organizaba los primeros pasos de la revolución maderista. En 1911 participó, al lado de Pascual Orozco, en la toma de Ciudad Juárez. A la muerte de Madero figuró en el constitucionalismo. Tomó parte en el primer reparto agrario llevado a cabo en México en 1913, a lado de Lucio Blanco.

    Múgica fue uno de los firmantes del Plan de Guadalupe. Administrador de las Aduanas de Veracruz en diciembre de 1914, ocupó la presidencia del Tribunal de Justicia Militar en 1915. Al año siguiente fue comandante militar y gobernador de Tabasco, y se distinguió por su política agraria.

    Su obra político-social más significativa se encuentra en la redacción de la Constitución de 1917. Diputado constituyente por Michoacán en 1917, integró el grupo radical, al lado de Heriberto Jara y Luis G. Monzón. Gobernador de Michoacán de septiembre de 1920 a marzo de 1922, renunció a su cargo por hondas diferencias con el presidente de la República, Álvaro Obregón, que culminaron con graves incidentes que lo pusieron en peligro de muerte.

    Secretario de Economía en el gabinete del presidente Lázaro Cárdenas de diciembre de 1934 a junio de 1935, pasó a la Secretaría de Obras Públicas, cargo que ocupó hasta julio de 1939. Su influencia en la expropiación petrolera fue decisiva, y el presidente Cárdenas le encargó la redacción del «Manifiesto», es decir, la exposición de motivos con que se dio a conocer al país uno de los acontecimientos de mayor trascendencia de la Revolución Mexicana.

    Fue director de la Colonia Penal de las Islas Marías y también fungió como inspector general del Ejército. En 1939 se constituyó un Centro Pro Múgica para presentarlo como candidato a la presidencia de la República, pero a los seis meses de haber iniciado los trabajos preliminares se retiró.

    Volvió por última vez a la vida política durante la campaña presidencial de 1952, como partidario de la candidatura del General Henríquez. Murió el 12 de abril en la ciudad de México.

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  • Un heroe de la batalla del Ebano

    Mi abuelo materno fue el profesor Graciano Sánchez Romo, extraordinario personaje de la Revolución Mexicana. Graciano Sánchez, campesino y polí­tico mexicano que nació el 18 de diciembre en 1888 en Soledad Diez Gutiérrez, estado de San Luis Potosí­; sus padres fueron el señor José Isaac Sánchez Hernández y la señora Marí­a del Refugio Romo, contrajo matrimonio con Guadalupe Barragán y tuvieron 9 hijos. Estudió en la escuela Normal de San Luis Potosí­ donde adquiere el tí­tulo de profesor en el año de 1906. Como maestro rural sintió en carne propia el dolor, la miseria y la situación aflictiva de los campesinos, su frase â??hay que resolver el problema de la tierra sin más limitaciones que las de carácter naturalâ?, precisa su lucha permanente en el campo mexicano. Pugnó siempre porque los campesinos se organizaran.

    Hacia el año de 1915 se incorpora a la revolucionaria del lí­der agrario í?rsulo Galván, se singulariza su actuación en los campos de batalla y por su participación en la de í?bano, se le designa, «Héroe de la Batalla de í?bano».

    Participó directamente en la formación de diversas ligas de comunidades agrarias en los estados, y en 1933 fundó la Confederación Campesina Mexicana. Dirigió esa organización hasta que, por decreto del Presidente Lázaro Cárdenas, fue transformada en la Confederación Nacional Campesina (CNC) en el año de 1938, siendo electo el primer secretario general que tuvo la organización. Fue gobernador de San Luis Potosí­ en 1923, diputado federal en varias legislaturas y jefe del departamento de asuntos indí­genas y miembro del grupo Vieja Guardia Agrarista. Murió en la ciudad de México a la edad de 69 años, el 12 de noviembre de 1957, ví­ctima de una antigua lesión sufrida en la famosa Batalla del í?bano

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