Categoría: Historia

  • Acamapichtli (El que empuña la caña)

    Fue tlatoani mexica entre los años 1367-1387

    A la muerte de Tenoch los mexicas quedaron sin liderazgo legí­timo. Como no existí­a entre ellos una estirpe real, pidieron al señor de Culhuacán que designara a uno de sus familiares para que los gobernara.

    Así­, Acamapichtli se convirtió en el primer tlatoani (â??el que hablaâ?) de Tenochtitlan. Cuando fue entronizado, uno de los ancianos mexicas le advirtió que el gobierno â??era una carga muy pesadaâ? y que su obligación era engrandecer a su pueblo.

    La elección de Acamapichtli provocó la ira del señor de Azcapotzalco, de quienes los mexicas eran tributarios, por lo que ordenó a éstos duplicar los tributos. En previsión de un eventual ataque, el tlatoani ordenó la fortificación de Tenochtitlan.

    Otras medidas dictadas por el gobernante fueron la expansión de los terrenos de la ciudad con tierra y piedras transportadas desde las orillas del lago, así­ como la división de la urbe en cuatro barrios.

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  • Revolucionario Belisario Dominguez

    Médico y político, originario de Comitán, Chiapas. Allí estudió la primaria y su formación profesional la realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Ciudad Las Casas; continuó su especialización, en Europa, durante tres años. En 1890 recibió su título.

    Fundó en 1904, en su ciudad natal, un periódico: El Vate. Resultó electo presidente municipal de Comitán en 1911, y al año siguiente fue senador suplente por Chiapas; al morir el senador propietario, ocupó la curul en 1913. Muerto el presidente Francisco I. Madero, desarrolló una gran oposición contra Huerta.

    En las sesiones del Senado de los días 23 y 29 de septiembre de 1913 iba a pronunciar sendos discursos contra Huerta; pero leídos previamente por el presidente de la Cámara, impidió que se pronunciaran, por el espíritu subversivo contra el régimen.

    Belisario Domínguez optó por mandar imprimir los discursos y los difundió profusamente: acusaba a Huerta de graves delitos y pedía su renuncia a la presidencia. El 7 de octubre de 1913 fue aprehendido en su habitación del Hotel Jardín de la ciudad de México por los esbirros de Huerta, quienes lo llevaron a Coyoacán, donde lo asesinaron.

    Fue tal el clamor público que provocó este crimen, que Victoriano Huerta se vio obligado a disolver el Congreso dos días después, y encarcelar a 90 diputados

  • Tenoch (Tuna de piedra), gobernantes de Mexico

    Fue sacerdote, caudillo y jefe militar de los mexicas desde 1325 hasta 1363, año en que murió.
    Condujo a los mexicas durante la última etapa de su peregrinación en busca de un lugar donde asentarse.

    Bajo su mandato, los mexicas transitaron de un lugar a otro en el valle de México, hostilizados continuamente por los habitantes de Culhuacán y Azcapotzalco, quienes obligaron a Tenoch y a los suyos a establecerse en lugares inhóspitos como Tizapán.

    Finalmente, en 1325, de acuerdo con algunas crónicas indígenas, mientras los mexicas erraban por las orillas del lago de Texcoco, en una de las pequeñas isletas, entre los juncales, vieron el prodigio que Huitzilopochtli, su dios principal les había anunciado como la señal para que ahí levantaran su ciudad: un águila sobre un nopal y devorando una serpiente. En ese sitio fundaron México-Tenochtitlan.

    Tenoch gobernó la ciudad hasta su muerte, el mismo año en que comenzó a humear el volcán Popocatépetl; es decir, en 1363

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  • En la revolucion, Ricardo Flores Magon

    Político, periodista y dramaturgo, oriundo de San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca. Hijo de una familia humilde, su padre fue Teodoro Flores y su madre Margarita Magón.

    Hizo sus estudios primarios en la ciudad de México; ingresó luego a la Escuela Nacional Preparatoria; en 1893 empezó la carrera de abogado, que no terminó, en la Escuela de Jurisprudencia.

    Ese mismo año se inició como periodista, en El Demócrata, de tendencia opositora. En 1900 fundó con su hermano Jesús el periódico Regeneración, cuya campaña contra el gobierno y los sistemas del general Díaz provocaron su encarcelamiento. Al salir de la cárcel, en 1902, colaboró en El Hijo del Ahuizote. Volvió a ser aprehendido. En 1904, expatriado en San Antonio, Texas, reanudó la publicación de Regeneración con su hermano Enrique.

    Perseguidos, se trasladaron a San Luis Missouri, en Estados Unidos, donde volvieron a editar su periódico, en 1905. Ahí mismo constituyeron, en 1906, el Partido Liberal Mexicano. En enero de 1911 promovieron la insurrección de Baja California. Madero trató de atraérselos por medio de Abraham González, pero no lo logró, pues Ricardo Flores Magón, jefe de los rebeldes, no creía en lo que él llamaba una «revolución burguesa».

    Un manifiesto firmado por Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, dirigido a los anarquistas de todo el mundo, en 1918, les ocasionó un proceso en el que fueron ambos condenados, el primero a 20 años de prisión, y el segundo a 15 años. Flores Magón fue llevado a la cárcel de la isla McNeil, en Washington, Estados Unidos. Enfermo, lo trasladaron a la prisión de Leavenworth, en Kansas.

    Escribió para el teatro dos dramas revolucionarios, Tierra y Libertad y Verdugos y víctimas, de fuerte crítica social.

    Ricardo Flores Magón murió en la prisión

  • Independentista Juan Aldama

    Nació en San Miguel el Grande, Guanajuato. Hermano de Ignacio y tío de Mariano y Antonio, del mismo apellido, héroes también de la Independencia. Capitán del Regimiento de la Reina, conspiraba desde 1809.

    Enterado del descubrimiento de la subversión en septiembre de 1810, marchó a Dolores para prevenir a Hidalgo. Quiso impedir el inicio de la lucha. Recibió en Celaya el grado de mariscal. Como teniente coronel participó en la batalla del Monte de las Cruces. Se opuso, con Allende, a retirarse y sostuvo la conveniencia de marchar sobre la capital. Acompañó a Allende a defender Guanajuato; tomó parte en la batalla del Puente de Calderón.

    Marchó hacia el Norte y propuso trasladarse a Estados Unidos para buscar elementos de guerra. Sorprendido con los caudillos de la Independencia en Acatita de Baján, se le llevó a Chihuahua donde se le procesó. Lo fusilaron el 26 de junio de 1811 y su cabeza fue expuesta en la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. En 1823 lo declararon Héroe de la Patria. Sus restos reposan en la capilla de San José, de la Catedral de la Ciudad de México. León de los Aldama, en Guanajuato, lleva ese nombre en honor de los insurgentes de ese apellido

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  • Abraham Gonzalez, revolucionario mexicano

    Agricultor y revolucionario, oriundo de Ciudad Guerrero, Chihuahua. Militó en la oposición desde el porfiriato. Fue delegado a la Convención Antirreeleccionista de la capital en 1910. Jefe de la revolución maderista en su estado natal, ostentó el grado de coronel y recibió el nombramiento de gobernador provisional, después interino y, en 1911, constitucional.

    Ocupó la Secretaría de Gobernación en el gabinete de Francisco I. Madero, entre noviembre de 1911 y febrero de 1912. Regresó a Chihuahua para hacerse cargo de su gobierno, y estuvo a punto de perder la vida durante la rebelión orozquista.El general Rábago lo depuso como jefe del Ejecutivo estatal el 23 de febrero de 1913.

    Fue asesinado en Mápula el mes siguiente.

  • Miguel Hidalgo y Costillas

    Padre de la Patria, iniciador de la Independencia de México. Fue el segundo hijo de Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Doña Ana Marí­a de Gallaga. Nació el 8 de mayo en la hacienda de Corralejo, jurisdicción de Pénjamo, Guanajuato.

    Sus primeros años los pasó en la misma hacienda de Corralejo, de la cual era su padre administrador y en seguida pasó a estudiar a Valladolid (Morelia), en el Colegio de San Nicolás.

    En ese mismo colegio, al crecer, dio cursos de filosofí­a y teologí­a; llegó a ser rector del establecimiento en 1791. Por su talento, los colegiales le pusieron por apodo el «Zorro». Recibió el grado de bachiller en teologí­a en la ciudad de México, en 1773, y se ordenó sacerdote en 1778. Sirvió en varios curatos, y a la muerte de Joaquí­n, su hermano mayor, se le dio el del pueblo de Dolores. Traductor del francés, se aficionó a la lectura de obras de artes y de ciencias, y tomó con empeño el fomento de varios ramos agrí­colas e industriales en su curato.

    La fracasada conspiración de Valladolid, ocurrida en 1809, solapada, se refugió en Querétaro y allí­ cobró fuerzas; la protegí­a el corregidor Don Miguel Domí­nguez, y en 1810 reclutaba partidarios mientras llegaba la hora de mostrarse abiertamente. Se ignora cuándo se unió Hidalgo a los conspiradores, pero él reconoció después que trataba con Allende, «con quien habí­a tenido anticipadamente varias conversaciones acerca de la independencia, sin otro objeto por su parte que el de un puro discurso; pues sin embargo de que estaba persuadido que serí­a útil al reino. Nunca pensó entrar en proyecto algunoâ?.

    Hidalgo, pues, sabí­a de la conjura, pero no se afiliaba. y así­ corrió el tiempo hasta que, a principios de septiembre de 1810, por instancias de Allende, Hidalgo se decidió y comenzó a trabajar en el logro de la empresa. Entretanto, la conspiración fue descubierta a las autoridades, y los conjurados fueron reducidos a prisión. Hidalgo supo vagamente de la denuncia hacia el 12 o 13 de septiembre pero sólo hasta la madrugada del dí­a 16 supo del curso de los acontecimientos.

    Era domingo, y más temprano de lo acostumbrado, se llamó a misa en la parroquia; comenzaba la lucha por la Independencia. El mismo dí­a 16 salieron Hidalgo y los suyos de Dolores. Marcharon a San Miguel el Grande, y al anochecer entraron en la población. Allí­ se les unió el Regimiento de la Reina, y en el camino se les unió una multitud de gente del campo, principalmente indios, armados con flechas, palos, hondas e instrumentos de labranza.

    Al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, la hizo suspender del asta de una lanza, y aquel fue el estandarte del ejército. El 22 de septiembre, con asistencia del Ayuntamiento de Celaya, fue nombrado Hidalgo general y quedó investido del mando supremo del ejército, que ya sumaba 50 mil hombres.

    Con aquellas fuerzas se avanzó sobre Guanajuato, y el 28 cayó en sus manos la ciudad. El obispo electo de Michoacán, Abad y Queipo, declaró excomulgados a Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Hidalgo, para defenderse, escribió tiempo después un manifiesto, donde también proponí­a la reunión de los representantes de las ciudades, villas y lugares, formando unas Cortes que dieran leyes sabias y apropiadas a las necesidades de los pueblos.

    En Acámbaro el capitán general fue declarado generalí­simo, con mayores facultades y distinciones. El ejército siguió para Maravatí­o, Tepetongo, Hacienda de la Jornada, Ixtlahuaca y Toluca, y el 30 de octubre desbarató en el monte de las Cruces las fuerzas de Torcuato Trujillo, mandadas por el virrey Venegas para contenerlo. Con esta victoria quedó abierto el camino de la capital; Allende era de la opinión de que se avanzara sobre ella aventurando un golpe decisivo; Hidalgo se opuso alegando la falta de municiones, la pérdida sufrida en la batalla, que habí­a infundido gran terror en la gente bisoña, la aproximación de las tropas realistas al mando de Calleja y de Flon, y el éxito dudoso de un combate contra la guarnición de la ciudad.

    Sin hacer nada se estuvieron a las puertas de México hasta el 1 de noviembre, y el 2 comenzaron a retroceder por donde habí­an venido. A consecuencia de ello, perdieron la mitad de la gente por la deserción. Los insurgentes ignoraban el rumbo que traí­a el ejército realista y las operaciones que habí­a ejecutado. Al amanecer del 7 de noviembre, en Aculco, fueron atacados, y se dispersaron completamente sin combatir, dejando en el campo sus equipajes y útiles de guerra.

    Allende se retiró para Guanajuato, Hidalgo entró con cinco o seis personas en Valladolid, habiendo disminuido las numerosas fuerzas reunidas poco antes. La separación de los dos jefes tuvo por objeto poner en estado de defensa a Guanajuato, mientras la insurgencia se reorganizaba. Hidalgo resolvió marchar a Guadalajara con más de siete mil hombres.

    Guanajuato se perdió el 25 de noviembre de 1810. Allende marchó a Zacatecas y de ahí­ a Guadalajara. Allí­ se intentó crear un gobierno del que Hidalgo era cabeza, con dos ministros, uno de «Gracia y Justicia» y otro denominado «Secretarí­a de Estado y del Despacho». Hidalgo legislaba como suprema autoridad. Ordenó la publicación de El Despertador Americano y expidió, el 6 de diciembre, un decreto para abolir la esclavitud y los tributos.

    Las fuerzas realistas llegaron a las cercaní­as de Guadalajara. En Puente de Calderón se enfrentaron a los insurgentes y los derrotaron. El ejército se desbandó. Hidalgo salió para Aguascalientes, y de ahí­ a Zacatecas. Lo alcanzó Allende en la hacienda del Pabellón, y el 25 de enero, en compañí­a de Arias y de otros jefes, depusieron al generalí­simo del mando, reduciéndolo a un papel insignificante en realidad, aunque su destitución no se hizo pública y en apariencia conservaba su autoridad.

    En Saltillo se determinó que los jefes principales, con la mejor tropa y el dinero, partiesen para Estados Unidos y, en el camino, fueron hechos prisioneros por los realistas el 21 de marzo, en las Norias del Baján.

    Hidalgo fue llevado a Monclova, de allí­ salió el 26 de marzo por el ílamo y Mapimí­, y el 23 de abril entró en Chihuahua. Se le formó proceso, que fue más lento que el de sus compañeros a causa de su condición de religioso. La sentencia de degradación sacerdotal se pronunció el 27 de julio y el 29 se ejecutó en el Hospital Real donde Hidalgo estaba preso.

    El Consejo de Guerra condenó al reo a ser pasado por las armas, no en un paraje público como sus compañeros, y tirándole al pecho y no a la espalda, conservándose así­ la cabeza. Su cabeza, con las de Allende, Aldama y Jiménez, se pusieron en jaulas de hierro en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato. El cuerpo tuvo sepultura en la tercera Orden de San Francisco de Chihuahua, y en 1824 fueron traí­dos el tronco y la cabeza a México, para enterrarlos con gran solemnidad. En la actualidad, sus restos descansan en la Columna de la Independencia de la ciudad de México.

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  • Adolfo de la Huerta

    Presidente de la República en 1920. Nació en Guaymas, Sonora. Hizo la primaria en ese puerto y la preparatoria en la ciudad de México.

    Estudió contabilidad y música. Contador de la Agencia del Banco Nacional de México y gerente de la Tenería San Germán. Desde 1908 estuvo en contacto con Miguel Alemán, Pino Suárez, Carvajal y otros que más tarde se levantaron en armas.

    Antes del triunfo de la Revolución participó en la agitación política y en la inconformidad con respecto al régimen porfiriano, tanto en el campo como en el periodismo.

    En octubre de 1913, el jefe del Ejército Constitucionalista le nombró oficial mayor de la Secretaría de Gobernación; encargado del despacho en 1915, hasta abril de 1916, cuando se le nombró gobernador provisional de Sonora: exigió manifestaciones de bienes a los empleados, se estableció la Cámara Obrera; se restituyeron los ejidos de Álamos; se restableció el Supremo Tribunal de Justicia; y promulgó la Constitución Federal de Querétaro, de 1917.

    Entregó el poder el 30 de junio de ese año. Volvió a fungir como Oficial Mayor de Gobernación; fue senador por Sonora y luego se le nombró cónsul general de México en Nueva York. Dejó el cargo para figurar como candidato a gobernador constitucional de Sonora. Ocupó el puesto el 1 de septiembre de 1919.

    En 1920, distanciado de Carranza, apoyó el Plan de Agua Prieta. Al caer Carranza se le nombró presidente provisional a partir del 1 de junio; entregó el poder a Álvaro Obregón el 1 de diciembre del mismo año. En esta fecha lo nombraron ministro de Hacienda. Reorganizó las finanzas nacionales.

    Precandidato al gobierno del país, y en pugna con Obregón y Calles, a fines de 1923 desconoció al gobierno de Obregón; le proclamó presidente provisional el general Guadalupe Sánchez. El movimiento fracasó y De la Huerta se exilió en Los Ángeles, California. Fue después visitador general de consulados y director general de Pensiones Civiles. Murió en la ciudad de México.

  • Biografia de Ignacio Allende

    Nació en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), en Guanajuato. Hijo de españoles, heredero de regular fortuna, abrazó la carrera de las armas. Ganó sus primeros ascensos en Texas a las órdenes de Félix María Calleja, cuando en 1801 batieron a Nolland, un aventurero estadounidense. En 1806, ya era capitán. Empezó desde entonces a mostrarse partidario de la independencia.

    En San Miguel estaba al mando del Regimiento de Dragones de la Reina. Acogió con entusiasmo los proyectos de los conspiradores de Valladolid, y a pesar de ser éstos aprehendidos, siguió conspirando. De acuerdo con Miguel Hidalgo, se fijó el 1 de octubre de 1810 el inicio de la Guerra de Independencia.

    Sospechoso ante el intendente de Guanajuato, se giraron órdenes para arrestarlo al mismo tiempo que se descubría la conspiración. Hidalgo le hizo marchar de San Miguel a Dolores. La denuncia de Querétaro los retuvo dos días en Dolores, hasta que Hidalgo resolvió lanzarse a la lucha. Allende no puso objeciones y fue a sublevar el Regimiento de la Reina. La circunstancia de que el padre Hidalgo fuera el más resuelto, determinó que la jefatura recayera en su persona, y no en Allende, que parecía el caudillo más lógico. Entraron los insurgentes a San Miguel y luego a Celaya. En esa ciudad Allende empezó a organizar su ejército, que ya pasaba de 40 mil hombres.

    El 22 de septiembre se le nombró teniente general; Hidalgo ostentaba el título de capitán general. La indisciplina en las filas insurgentes le hizo marchar sobre Guanajuato, y no sobre Querétaro, ya fortificado. En el camino hacia la Ciudad de México, al pasar por Acámbaro, Hidalgo, fue proclamado generalísimo y Allende capitán general, por un ejército de ochenta mil hombres.

    Allende hizo retroceder al realista Torcuato Trujillo hacia el Monte de Las Cruces, batalla en que triunfaron los insurgentes. Sostuvo Allende la necesidad de marchar sobre México, dado el indudable prestigio que su ocupación ocasionaría, además de la fuga o prisión del virrey y la desorganización del gobierno de la capital. Prevaleció la opinión de Hidalgo y los insurgentes retrocedieron cuando se encontraban a pocos kilómetros de la ciudad de México. La dispersión que esto ocasionó se agravó con la derrota de Aculco donde se impuso el brigadier Félix María Calleja.

    Allende se separó de Hidalgo y regresó a Guanajuato. Puso a la ciudad en estado de defensa y mostró sus cualidades de organizador: fundió cañones, barrenó peñascos; fabricó armas y pólvora y solicitó auxilios de Hidalgo, quien se hallaba en Valladolid; de Torres, dueño de Guadalajara, y de Iriarte en San Luis Potosí; este último intentó auxiliarle, pero el rápido movimiento de los realistas lo impidió.

    Al llegar Calleja a Guanajuato y tomar las principales posesiones, Allende tuvo que abandonar la ciudad y marchó a Guadalajara. Las diferencias con Hidalgo le hicieron apartarse del gobierno civil, dedicándose sólo a la organización del ejército.

    En la batalla de Puente de Calderón, Allende mostró una vez más sus dotes militares, secundado por Aldama y Abasolo. Tres veces fueron rechazados los realistas a las órdenes de Manuel Flon, y en dos ocasiones volvieron la espalda las tropas de Calleja cuya pericia, unida a la explosión de un carro lleno de municiones en el lado insurgente, inclinaron la victoria por los ejércitos virreinales.

    Allende, perdida toda esperanza, marchó rumbo a Zacatecas para unirse allí con Hidalgo. Las discordias entre los insurgentes aumentaron. Hidalgo dimitió verbalmente del mando y Allende fue reconocido generalísimo. Ordenó que la retirada se hiciera hasta Saltillo. Antes se adelantó a Matehuala para imponer respeto a los realistas.

    En una junta del 16 de marzo de 1811 se nombró jefe a Ignacio Rayón y se acordó marchar hacia Estados Unidos. El 21 de marzo fueron hechos prisioneros por Ignacio Elizondo en Acatita de Baján: Allende fue el único que hizo resistencia y vio morir a su hijo en la refriega. Se les condujo a Monclova y luego a Chihuahua, donde se les procesó desde el 6 de mayo.

    Luego de ser sometido a un proceso, fue sentenciado a muerte y se le pasó por las armas el 26 de junio de 1811, en unión de Jiménez, Juan Aldama y Manuel Santamaría. Su cabeza fue colgada en uno de los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas, hasta marzo de 1821, cuando el general Anastasio Bustamante la hizo quitar. Sus restos reposan en la cripta de la Columna de la Independencia, del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México

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  • Francisco Ignacio Madero, revolucion mexicana

    Presidente de la República. Nació en la hacienda de El Rosario, Parras de la Fuente, Coahuila. Perteneció a una acaudalada familia de agricultores.

    Estudió la carrera de comercio, primero en Baltimore, Estados Unidos; después en el Liceo de Versalles, Francia; viajó por Europa e ingresó, finalmente, a la Universidad de San Francisco, California.

    A los veinte años de edad se radicó en San Pedro de las Colonias, para administrar las propiedades que tení­a su padre en la región de La Laguna. Se entregó plenamente a las faenas agrí­colas e implantó modernos sistemas de cultivo. En 1900 publicó sobre el tema un folleto en que propuso la construcción de una represa en previsión de la sequí­a. Por ese folleto recibió una carta de felicitación del presidente Dí­az.

    Fue afecto a los estudios filosóficos y espiritistas, siendo el primer comentador mexicano del libro Baghavad Gita. Al mismo tiempo que tecnificaba la agricultura, desarrollaba una tarea social entre los campesinos: construyó habitaciones higiénicas para sus obreros; aficionado a la medicina homeopática, se dedicaba a curar a los peones.

    Protegió y educó a numerosos jóvenes, a los que mandaba a estudiar a diversos lugares del paí­s. Fundó, con su dinero, la Escuela Comercial de San Pedro; procuró fomentar la instrucción por todos los medios. Entre su familia gozaba de fama de poco práctico.

    En 1906 figuró como delegado por el Centro de Estudios Psicológicos de San Pedro de las Colonias en el Primer Congreso Nacional Espiritista. Fue un comentador entusiasta de El libro de los Espí­ritus de Allan Kardec.

    Desde 1904 interviene en las cuestiones polí­ticas de Coahuila. Se le nombra presidente de un club democrático que lucha por la gubernatura de ese Estado. Colabora en el órgano de ese centro, El Demócrata, en el que escribe artí­culos polí­ticos, en los que difunde sus ideas sobre los derechos humanos, el voto, la libertad. Además, desarrolla una gran tarea proselitista entre los hacendados. Comienza a destacar en la oratoria popular.

    En 1908 publica su libro â??La sucesión presidencial en 1910â?, en el que expone las principales cuestiones que se plantean al paí­s. Alcanza éxito, pues está al alcance de todos. Más tarde lucha en el Partido Antirreeleccionista, que lo lanza como candidato a la Presidencia de la República.

    Desarrolló una valerosa campaña intensa en toda la República, que le atrajo numerosos partidarios. Cuando se declara que el presidente Dí­az ha sido nuevamente reelecto, Madero se lanza a la Revolución con el Plan de San Luis, del 6 de octubre de 1910.

    Se le encarceló primero en Monterrey y luego se le llevó a San Luis de donde se fugó y lanzó el plan del mismo nombre. En él excitaba al pueblo mexicano a levantarse en armas el 20 de noviembre.

    Marchó a Estados Unidos y pronto la rebelión maderista comenzó a crecer; primero poco a poco, con la lucha iniciada en Puebla por Aquiles Serdán; después con gran í­mpetu, con Pascual Orozco y Francisco Villa.

    Madero penetró a territorio mexicano y asistió a varios combates, entre otros el de Casas Grandes, donde resultó herido. Después asistió a la toma de Ciudad Juárez, a cuya caí­da el gobierno de Porfirio Dí­az inició negociaciones que terminaron con la renuncia del Presidente. Madero esperó el interinato de Francisco León de la Barra para lanzar nuevamente su candidatura presidencial; primero lo hizo con el doctor Vázquez Gómez contra Dí­az; y luego con José Marí­a Pino Suárez, a quien auspició el propio Madero.

    El triunfo fue arrollador, y el 6 de noviembre de 1911, tomó posesión como presidente de la República. Su gobierno no mostró gran solidez. Ya el interinato habí­a minado su fuerza. Si antes de tomar la Presidencia trató de resolver el conflicto provocado por las cuestiones de tierras, al frente del cual se encontraba Zapata, pronto tuvo que luchar contra el mismo caudillo, que lanzó el Plan de Ayala.

    Como algunos de los principales elementos que intervinieron en la lucha contra la dictadura no fueron compensados, apareció el descontento. Pascual Orozco se lanzó a la rebelión en 1912. La disolución que hizo del Partido Antirreeleccionista, también le atrajo adversarios. Su propio gabinete estaba integrado con elementos no adictos a la Revolución, pues los fines conciliatorios de Madero propiciaban esa combinación, que al final produjo resultados adversos.

    Fracasada la rebelión de Orozco, apareció en octubre la de Félix Dí­az, que también fracasó. Por otro lado, su polí­tica digna en materia internacional, le suscitó la aversión del embajador de Estados Unidos. Henry Lane Wilson, que se convirtió en su principal adversario y en protector de los rebeldes al régimen. También habí­a tenido que vencer, por cierto fácilmente, la revuelta del general Bernardo Reyes.

    Su administración no tuvo momento de reposo y el 9 de febrero de 1913 estalló el cuartelazo de la Ciudadela, en el que los distintos grupos, vencieron al régimen. Madero confí­ó el mando de las tropas del gobierno a Victoriano Huerta, quien lo traiciona. Primero fue encarcelado y obligado a presentar su renuncia a la Presidencia de la República; después, fue asesinado la noche del 22 de febrero de 1913.