Carta de Victor Hugo a Benito Juarez, por los derechos humanos.

Luego de los hechos de violencia y delincuencia que hemos vivido ultimamente, rescato esta carta que lei a una de las mentes mas claras que he siquiera, visto, espero les agrade.
Ví­ctor Hugo y su carta a Benito Juárez
Por Juan Marí­a Alponte
Ví­ctor Hugo, el poeta admirable y autor dramático que sigue en los escenarios del mundo con Los miserables, fue la voz más alta, en el siglo XIX, en la lucha contra la pena de muerte.
Hijo de un general francés estuvo con él, en España, durante la ocupación francesa y fue a los colegios españoles (nació en 1802 y murió en 1885) algunos años.La guillotina y el patí­bulo tuvieron siempre, en frente, a Ví­ctor Hugo.
La barbarie de los procedimientos y los padecimientos derivados de modos de ejecución inasumibles, le condujeron a una permanente guerra con las autoridades y las leyes que ratificaban y presidí­an.
Sus hijos continuaron la tarea del padre y cuando uno de ellos fue sentenciado por su protesta contra las ejecuciones.
Fue condenado a ir a la cárcel. El padre solicitó autorización para defender a su hijo y sus palabras todaví­a conmueven la memoria: í­Yo soy el que debí­a ir preso; yo soy la voz que lleva años pugnando contra leyes que no imponen la justicia, sino la barbarieí®. Fue inútil: su hijo fue a la prisión.
No hubo, en el siglo, condena a muerte que no encontrara la palabra de Ví­ctor Hugo. Su relato sobre una ejecución ha pasado a la historia. Francia, Inglaterra, Estados Unidos, México recibieron, en casos famosos, su reclamo. El 2 de diciembre de 1859 pidió a EU que se evitara la ejecución de John Brown, un blanco norteamericano que, con sus hijos, se levantó contra las leyes de la esclavitud y fue condenado a muerte. Sufrió Hugo, polí­ticamente, por ello. Se opuso, en 1851, al golpe de Estado que convirtió al presidente Luí­s Napoleón Bonaparte en Napoleón III. Tuvo que huir de Francia y no regresó hasta 1870, es decir, hasta después de la batalla de Sedán. Ante esa derrota, Napoleón III abdicó y Ví­ctor Hugo regresó a Parí­s.
El 20 de junio de 1867 escribí­a así­: í­Hoy pido la vida de Maximiliano a Benito Juárezí®. Explicaba: í­El usurpador, le dice, será salvado y liberado por el Libertador. Hace ocho años, el 2 de diciembre de 1859, tomé la palabra, en nombre de la democracia y solicité de EU la vida de John Brown. No la obtuve. Hoy demando a México la vida de Maximiliano. ¿La obtendré? Sí­. Y puede ser que, para estas horas, sea ya un hecho. Maximiliano deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo se me dirá? El castigo hele aquí­: Maximiliano vivirá por la gracia de la Repúblicaí®.
El 19 de junio de 1867, un dí­a antes del texto firmado por Ví­ctor Hugo, Maximiliano de Habsburgo murió fusilado en Querétaro.
El dí­a antes de su muerte Maximiliano escribió una carta a Benito Juárez (que nunca he visto publicada) a la cual puso la fecha del 19: el dí­a de su final.
Decí­a: í­A punto de sufrir la muerte por haber ensayado, con nuevas instituciones, poner fin a la guerra sangrienta que desde hace años desolaba este desgraciado paí­s, yo daré mi vida con alegrí­a si este sacrificio puede contribuir a la paz y la prosperidad de mi nueva patria. Profundamente convencido de que nada durable puede ser fundado sobre un terreno regado de sangre, sacudido por las más violentas agitaciones, os conjuro ódice a Juárezó de la manera más solemne, con la sinceridad que comporta el momento al que he llegado, que mi sangre sea la última derramada. Consagraros a proseguir el noble objetivo que os habéis propuesto con perseverancia y a la causa que usted ha defendido y que acabáis de hacer triunfar, perseverancia que yo he reconocido incluso en la prosperidad.
Reconciliar los partidos y haced, con unos principios sólidos, una paz durable para este paí­sí?í®.
Artemio del Valle Arizpe, en su libro El Palacio Nacional dice que, a la muerte de Maximiliano, el palacio fue saqueado: í­Fue una rebatiña vergonzosa, constante y desaforada. Republicanos e imperialistas se dieron con afán el hacer bonitos y cuantiosos hurtosí?í®
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