La OPINION de Ricardo Monreal Ávila

La polí­tica de salud instrumentada ante la emergencia de la gripe porcina tiene más de polí­tica que de salud.

Frente a una amenaza sanitaria desconocida que puede causar estragos pandémicos, las autoridades optaron por una buena decisión polí­tica: más vale prevenir en exceso que esperar a lamentarse en extremo. Sin embargo, esta decisión polí­tica correcta ha generado un nuevo problema de salud social: temor, miedo e incertidumbre entre la población.

Millones de padres de familia con sentido común se preguntan: ¿en verdad es tan arriesgado mandar a los hijos a las escuelas y confinarlos en la casa? Si todo afuera es riesgo de contagio, ¿qué cualidad inmunológica tiene el hogar que está negada al aula, a la oficina, al supermercado, al camión de pasajeros o al parque de la colonia? Si el beso y el abrazo son ví­as de transmisión, ¿no es el hogar donde más besos, apapachos y contactos de mano nos prodigamos los mexicanos?

Es una buena decisión polí­tica insistir en que la emergencia sanitaria (al igual que la económica) viene de â??afueraâ?. Es una mala decisión para la salud pública de los mexicanos tener que explicar ahora por qué la crisis sanitaria, al igual que la económica, pega más fuerte dentro de México que en cualquier otra parte del planeta. Desde esta semana, un nuevo enigma epidemiológico se cierne sobre México: ¿Por qué la gripe porcina está causando más muertes entre mexicanos que entre estadunidenses, canadienses, españoles, cubanos o cualquier otro ciudadano del mundo? ¿Este resultado atí­pico tendrá algo que ver con la tí­pica pobreza y desigualdad del paí­s?

Fue una buena decisión polí­tica mostrar al mundo que no tenemos que esperar a que nuestros muertos se cuenten por miles para tomar medidas preventivas extremas (a contrario sensu del gigante chino que sólo reaccionó después de la ví­ctima mil de la gripe aviar). Sin embargo, ha sido una mala decisión para la salud económica del paí­s, porque ahora México es el paí­s con más alertas sanitarias en todo el planeta, desde turí­sticas hasta empresariales, desde Nueva Zelanda hasta Canadá.

Fue una buena decisión polí­tica hacer caso omiso de la primera alerta emitida desde el 2 de abril por la empresa cientí­fica Veratect, especializada en la detección temprana de epidemias, y no distraerse ni un minuto en la preparación de la visita de Estado de Barack Obama. Sin embargo, fue una mala decisión para la futura salud de la naciente â??nueva eraâ? entre México y Estados Unidos, porque nos pinta como manipuladores, omisos y superficiales en una de las funciones esenciales de cualquier gobierno como es la seguridad sanitaria de la población.

Fue un buen lance polí­tico decretar la â??dictadura sanitariaâ? que permitirá a las autoridades de salud allanar hogares, establecimientos y recintos públicos en busca de ví­ctimas reales o potenciales de la gripe porcina. â??El gobierno en verdad se preocupaâ?. Sin embargo, es una mala noticia para la salud mental y lúdica de los mexicanos â??que ahora debemos pasar más tiempo en el hogar y frente al televisorâ??, que esta cruzada sanitaria no se haga acompañar de la sabidurí­a ácida, de la ciencia sarcástica y del bastón de mando mágico del Dr. House.

Es una buena decisión polí­tica aceptar un crédito sanitario del Banco Mundial por 205 mdd. Es una mala decisión para la salud crediticia del gobierno evidenciar que no tiene siquiera esa cantidad en un fondo de contingencia o que carece de recursos propios para atender una emergencia médica o un desastre natural. ¿Qué pasarí­a si el sismo de casi 6 grados Richter de ayer hubiese sido de 8 grados o más? Estarí­amos asidos a la lí­nea de crédito de 47 mil mdd del FMI y causando un terremoto en las finanzas de otros organismos internacionales.

En suma, fue una buena decisión polí­tica que las autoridades de todos los niveles y colores sobrerreaccionaran frente a la emergencia. En una coyuntura electoral, se sabe de sobra que el electorado castiga en las urnas a las autoridades timoratas y premia a las que muestran decisión, cercaní­a y solidaridad en una situación de riesgo. Sin embargo, esta sobredosis de polí­tica en la emergencia sanitaria puede terminar enfermando la economí­a, como ayer mismo lo evidenció la caí­da en picada de la bolsa de valores y el disparo súbito del dólar.

Una vez que la epidemia sanitaria sea controlada, debemos dedicarnos a vigilar y a establecer un cerco a un riesgo de salud pública mayor: la PANdemia. Es decir, la tentación de inocular miedo y odio en la población, para obtener un beneficio pí­rrico electoral. O la tentación de vender caro en el electorado lo que de suyo es una obligación del Estado: actuar con oportunidad y determinación para garantizar la salud de la población

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