Chacales politicos en todos los partidos

â??Te gusta ir con unos y con otrosâ?, decí­a la canción de la súper banda Timbiriche allá por los 80; se referí­a, desde luego, a la veleidad de una chica adolescente. ¿Será voluntad antojadiza lo que hace al Partido Nueva Alianza establecer sus pactos electorales así­, con tirios o troyanos? Más bien parece esa vieja actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones. Eso que en buen castellano se conoce llanamente como oportunismo.

En Colima con el PRI, en Nuevo León con el PAN. Nada de proyecto propio y definido, sólo venta al mejor postor para obtener el máximo posible de posiciones. Y los partidos grandes dispuestos a conceder a cambio del apoyo de una organización capaz de movilizar el voto cautivo de una red corporativa que ha privatizado, a pesar del acuerdo pretendidamente liberador, la carrera de los maestros y controla sus ascensos y privilegios a cambio de su aquiescencia polí­tica.

En los regí­menes parlamentarios se habla de la existencia de partidos bisagra, que son aquellos que se aprovechan de los enfrentamientos entre las fuerzas polí­ticas mayores y de la imposibilidad de éstas para formar mayorí­as. Entonces, grupos de principios laxos, pero con electorados significativos, se prestan al pacto que mayores beneficios les acarree. Sin embargo, esto se da una vez que han pasado las elecciones y se sabe cuál es la fuerza real con que cuenta cada quien. Y por cierto, suele implicar acuerdos programáticos concretos y con coherencia nacional. En el caso del Panal no hay nada de esto.

Tampoco se trata de un partido pivote, que sobre la base de su propio programa y sus principios apoye las iniciativas coincidentes, sin importar si viene de un lado o de otro. Este tipo de partidos son más comunes en los regí­menes presidenciales donde no se requiere de coaliciones estables para formar gobierno, pero son necesarias las alianzas en el Congreso para sacar adelante proyectos legislativos. Un partido pivote negocia su programa de manera casuí­stica, sin renunciar a su proyecto diferenciador. Tampoco parece el caso.

Más bien estamos en medio de una subasta donde se ponen al mejor postor los recursos polí­ticos de una red clientelista. No es nueva esta estrategia de supervivencia polí­tica en México. Ahí­ anda el PVEM, que ya sin posibilidades de garantizar su registro con las transferencias de votos de una coalición nacional, se aferra al clavo ardiente de una consigna demagógica y los restos del Partido Socialdemócrata, despreciados por el PRD, a la búsqueda de un patrocinador que los rescate. Pero el caso del Panal tiene el agravante de la manipulación de un electorado cautivo, al que se le pueden exigir los votos personales y de sus familiares a cambio del avance en sus carreras profesionales. El Panal es la consecuencia polí­tica de la deformación en los incentivos del sistema educativo, pues lo que importa es hacer méritos de lealtad sindical y polí­tica, en lugar de que sean los alicientes académicos y de desempeño profesional

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